Carpinteros: un oficio en retirada, en tiempos del fibrofácil
El trabajo sobre la madera maciza se va extinguiendo. Cuatro supervivientes explican su arte de dar forma a las tablas.
Pueden transformar un pedazo de madera rústica y opaca en un mueble de lujo, el que brillará luego en el living de una casa. Las tablas pasan por sus manos y salen transformadas en las formas que exige el cliente. Son artesanos y quedan pocos. Son los carpinteros que luchan para mantener vivo su oficio, con sus tiempos lentos y bajo presión por el reinado del fibrofácil.
El saber pasa de padres a hijos. Desde pequeños tienen el contacto con las tablas y empiezan a usar los clavos y martillo. Hasta por el olor que despide pueden saber desde lejos qué madera se está trabajando en la carpintería.
Un gran porcentaje de ellos vino desde Chile. Es el caso de Narciso Álvarez, que tiene 71 años y un taller en el fondo de su casa en Allen, en el barrio Bifulco. Hace 50 años se dedica a la actividad y explica que le pone pasión.
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“A los 12 empecé haciendo trabajos manuales, fabricaba cajones pequeños para que lleven la comida los trabajadores ferroviarios. Mi papá era ferroviario. Usaba las cajas de madera en las que iban las botellas”, recordó con cierta nostalgia.
A las valijas viejas que estaban para tirar les sacaba las bisagras, la cerradura y con eso terminaba los cajones de la viandas.
Tenía una vecino que era jefe de la estación de ferroviarios en Chile. “El tenía conocimiento en carpintería y me enseñó primero a afilar serruchos y después formones”. Así fue explicando, mientras buscaba entre una pila de recortes la madera adecuada para fabricar una pata de mesa.
Narciso es uno de los pocos con amplia experiencia. Vive en Allen pero llegó de la Región Sur rionegrina. Su primer trabajo fue como armador de hierro en la construcción. Los fines de semana changueaba con la carpintería. Después trabajó en una sidrera, hasta las 6 de la tarde. Luego del baño en casa, otra vez al taller a darle forma a las maderas.
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Se muestra orgulloso de haber confeccionado sus propias herramientas y muestra el torno casero de su humilde taller.
Allí construye sillas, mesas, placares, bajomesadas. Dice que el tipo de madera va a gusto de los clientes. Puede ser un tablero solo o de madera encolada, pino, cedro y también roble.
Los muebles de fibrofácil afectaron mucho al negocio, ya que son más económicos, se ensamblan con facilidad y rapidez y la gente los tiene en su casa el mismo día que los compra. Sin embargo, los carpinteros dicen que la calidad “es muy inferior y no se compara con la madera maciza”.
“Así de rápido como lo compran también se rompe, empiezan a fallar las bisagras que son débiles y el aglomerado es pesado”, contó Narciso.
Cuando llega un interesado para que le fabriquen un mueble, primero les cobra por adelantado la mitad del valor del material. Si no hay madera seca Narciso va a buscar a Roca o a Cipolletti y como no tiene vehículo paga un flete para traer el material.
Luego, si el cliente lo pide, barniza el trabajo y realza su calidad.
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El aserrín que acumula se lo llevan los que tienen gallineros o caballerizas.
Los precios varían mucho. Una silla ronda los $2000. Se cobra la mitad de los materiales más la mano de obra y hacerla tarda entre dos y tres días.
Una mesa familiar para cuatro personas sale $4000 y se tarda una semana.
El placard chico de pino de cuatro puertas con cuatro estantes y una cajonera ronda los 5000 pesos.
Marcelo Abdala
Tiene 53 años y desde hace 20 es carpintero. Junto a otros compañeros levantó una cooperativa en Roca, donde realizan desde mesas hasta muebles de cocina y oficina.
“Se hace mucha amistad con el cliente, te cuenta algo de su vida, se queda a charlar y se crea un vínculo que dura mucho tiempo”, relató, al tiempo que agregaba leña a la estufa del taller.
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“Todos tenemos clientes de más de 20 años que son muy fieles”. Marcelo detalló que esta relación comienza cuando el interesado llega con un idea al carpintero.
“Arrancás con el diseño y el trabajo finaliza con el último clavo que ponés y la última pasada de lija. Es muy grato ver el resultado, vivir el proceso”, detalló.
En su carpintería trabajan el álamo, pino, paraíso y roble. También reciclan restos de madera y producen muebles nuevos.
Eladio Medel
“Antes el destornillador era de paleta y con un tornillo había que estar girando y girando. Ahora es inalámbrico, lo ponés y en un segundo está listo”, expresó Eladio Medel (55), oriundo de Chile. Trabaja en Roca desde hace 20 años.
“Hoy todas las máquinas son eléctricas y no tan manuales”, resaltó.
Eladio explica que para poner una bisagra hasta hace unos años había que realizar un trabajo puntilloso con el formón. Hoy existe una máquina que aceleró todo el proceso. El oficio se ha simplificado y se acortaron los tiempos de producción. Sin embargo, dice que las herramientas grandes para trabajar la madera en bruto son las mismas.
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Eladio fabrica muebles y realiza reparaciones de puertas y ventanas a domicilios.
“Creo que este es el mejor oficio del mundo”, dijo orgulloso.
“Un mueble puede ser parecido a otro pero siempre tiene sus variantes, tenés que usar la creatividad”, remarcó.
Sin embargo a pesar de que las nuevas maquinarias han ayudado mucho también les han quitado gran parte del trabajo que realizaban antes.
En su carpintería luchan para competir con las mueblerías modernas, que ofrecen productos baratos y para ensamblar rápido.
“Les damos facilidades de pago para que puedan llevarse algo único, que les va durar casi para toda la vida”, dijo.
Eladio trabaja con su hijo que se dedica a los muebles de fibrofácil. “Desde chico comenzó su gusto por la madera, venía a limpiar y jugaba entre las tablas”, recordó.
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“Por mi parte me siento bien porque cuando necesito un ayudante está ahí”, destacó.
A pesar de la crisis que afronta la actividad ante los nuevos gustos y el bolsillo acotado, él sigue luchando. “Nosotros los carpinteros vamos a seguir hasta que nos de la fuerza”, expresó emocionado.
Eduardo Leiva tiene 56 años y fue electricista pero en 1991 tuvo un accidente laboral que lo obligó a buscar un nuevo oficio.
“Vi que mis manos eran hábiles y comencé a trabajar con la madera, necesitaba sacar a mi familia adelante”, expresó nostálgico.
En la carpintería encontró su pasión y hace 27 años vive de su trabajo. “Me gusta este oficio porque una de las particularidades grandes es que creamos cosas. La gente tiene ideas y la traspasamos a los materiales”, contó.
“Uno con esto va recreando, haciendo figuras de estas ideas y satisface sus necesidades”.
En carpintería se siente “como un niño” a medida que va descubriendo nuevos diseños.
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También dice que tiene vocación docente. “Doy clases a chicos con discapacidad”, contó, mientras cortaba una tabla para la armar la puerta de un placard. “Me encanta despertar ese interés por trabajar las cosas manuales. Ahí trabajo con cada uno viendo que pueden producir”.
Eduardo da clases en la Fundación Confluencia Patagónica de la Salud (FUNDAS).
“Yo no soy maestro pero esto me brinda la experiencia de volcar y compartir algo con los demás”, detalló emocionado.
En cuanto a la situación de la actividad, dijo que va en decadencia porque ahora hay otros materiales que facilitan más el trabajo, cuestan menos y lucen bonitos.
“El trabajar la madera maciza se está extinguiendo pero también hay un estudio que demuestra que la gente se vuelca de nuevo a la actividad y que la carpintería tradicional les llama la atención, el volver a lo clásico”, expresó.
Costos
Datos
- $ 3.000
- El piso del valor de una mesa para cuatro personas que fabrica un carpintero. Varía según la madera.
- $ 600
- El valor de base para una silla, dependiendo del material usado. Trepa hasta $ 2.500.
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