Cambiaron la ciudad por la tranquilidad de Traful
Vivieron en carpa y vendían licor casero para poder sobrevivir.
Víctor y Julia dicen que la vida en Traful “es distinta, ni mejor ni peor” y que no extrañan la locura de la gran ciudad.
Como otros “nuevos vecinos” provenientes de las grandes ciudades, Víctor y Julia desembarcaron en Villa Traful en el 2004 por esas cosas del destino. Un año antes habían salido de La Plata buscando nuevos rumbos y un lugar tranquilo para vivir. Recalaron primero en Caviahue, luego en Loncopué, Junín y de paso para El Bolsón conocieron Traful.
“Conocimos esto y dijimos ‘este es el lugar’”, cuenta Víctor López Muntaner, que en su anterior vida era un funcionario de planta política de la municipalidad de La Plata. “Desde que me vine dejé todo, la computación, dejé los tres celulares que usaba todo el día, ahora no mando ni un mail”, dice Víctor. “Cada vez que vamos a Buenos Aires a los dos días extrañamos y queremos volver, el mal de la montaña como dicen”, agrega Julia Irene Hopman, su compañera de vida y socia.
Julia es profesora de música, cantante y siempre tuvo el sueño de tener “un boliche propio donde poder cantar”. Ella trabajó algunos años como profesora de música en la Escuela 111 y él se dedicó a hacer changas en la construcción y “de lo que viniera, hasta trabajé en la construcción del muelle”, cuenta él.
Tenían una receta casera de licor de rosa mosqueta y se les ocurrió comenzar a producir y vender botellitas a los turistas. “No teníamos para los envases, entonces compraba las botellitas de whisky y envasábamos ahí”, relata Julia. A los meses de llegar debieron dejar la casa que alquilaban porque el propietario la usaría para alquilar a los turistas y vivieron varios meses en un camping. “Aprovechábamos y hacíamos degustaciones y vendíamos licores a los del camping”, cuenta Julia.
Comenzaron a hacer shows en un restaurante y el año pasado lo alquilaron y convirtieron en su propio lugar, Aikken, una típica casita de troncos de la cordillera. Por la noche, entre plato y plato, ella canta y él hace la percusión, y ofrecen degustaciones de licor casero. En las paredes cuelgan los manteles de papel donde los turistas dejan sus mensajes de agradecimiento y el recuerdo que se llevarán de Traful.
El año que viene abrirán una sala de elaboración de licores donde también ofrecerán show musicales. “Y ahí vamos a cumplir el sueño. Música y bar”, dice Julia. ¿Cómo es vivir en Traful? “Yo siempre digo, no es mejor ni peor, es distinto, sobre todo para el que viene de afuera. Tenés que cambiar todos los hábitos. Es otra forma de vivir, otra vida, todo lo que en la ciudad puede ser problemático aquí no lo es. Tener trabajo o no tener trabajo acá no es algo que pese porque el consumo es mínimo, porque con que tengas algo para comer es suficiente, no tenés grandes consumos”, dice Víctor.
“Nos quedamos a vivir acá y el tiempo dirá si esto se agota o uno tiene la necesidad de cambiar. Por ahora, este es el lugar”, concluye.
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