Calfucurá: homenaje, historia y arte para reclamar sus restos

Este martes 17 un grupo de académicos, representantes mapuches y artistas realizarán un acto para visibilizar el reclamo de las comunidades para darle un entierro digno al lonko y toki que lideró la confederación indígena más importante del siglo XIX en el país.

Un 3 junio de 1873 moría pacíficamente a los 83 años en las tolderías cercanas a la laguna de Chillhué, La Pampa el lonko y toki Juan Calfucurá (o “Kafvkura” “piedra azul” en mapudungun), líder de una dinastía que unió por casi medio siglo a comunidades mapuches y de otros pueblos originarios en una vasta región en parte de Neuquén, Río Negro, La Pampa, sur de Buenos Aires, de Córdoba y de San Luis, en la denominada Confederación de Salinas Grandes. Un sistema político con más de diez mil habitantes y un ejército que llegó a sumar unos seis mil “guerreros de lanza”. Había sufrido un año antes una dura derrota militar a manos de tropas bonaerenses y en su lecho de muerte dejó un pedido a su hijo Manuel Namuncurá: “no entregar jamás Carhue a los huincas”.

Su sucesor (padre de Ceferino) no pudo cumplir su deseo. Pocos años después, el entramado político y económico que Calfucurá había tejido laboriosamente mediante feroces malones, diplomacia y liderazgo espiritual entró en crisis y las comunidades sufrieron el devastador avance del ejército argentino en la denominada Campaña del Desierto.

Calfucurá nació aproximadamente en 1790, cerca del volcán Llaima, hoy departamento de Villarrica, en Chile. Según el relato de Andrés Bonatti y Javier Valdez en su libro “Una Guerra infame” su padre, Huente Cura integró la comunidad huiliche “comeque-huentru” y controlaba el comercio entre esa región y la zona pampeana argentina. En 1834, Calfucurá viaja a territorio pampeano y se alía con el jefe de la Confederación Argentina, Juan Manuel de Rosas, para enfrentar a un enemigo común: una tribu borogana de Salinas Grandes. En una cruenta y rápida acción, mata a sus jefes, somete a la tribu y se asienta en la zona.

Durante el gobierno de Rosas, hubo una convivencia relativamente pacífica con Buenos Aires, donde Calfucurá recibe suministros y a cambio “limita” sus acciones en la frontera, permitiendo a los intereses ganaderos acceder a un insumo estratégico, la sal, a la vez que recortaba el poder de caciques ranqueles hostiles. Y construye lo que el investigador Guillermo David denomina un “proto-estado” en base a alianzas con caciques, uniones matrimoniales (tenía 32 esposas), dádivas, lazos comerciales y poderío militar, llegando a liderar unas 200 comunidades. Ejerció una astuta diplomacia con Buenos Aires, aprovechando la contienda entre unitarios y federales. Además de la buena relación con Rosas fue amigo de su sucesor, Justo José de Urquiza.


El destacar la figura de Calfucurá busca además actualizar y revitalizar los reclamos de diversas comunidades indígenas sobre sus tierras ancestrales y derechos no respetados.


Alvaro Yunque, autor de un extenso libro sobre Calfucurá, lo describe así: “tiene todas las condiciones de los jefes de su raza: valor, rebeldía, audacia, fuerza, iniciativa, persistencia, astucia, don de mando, oratoria. Es además, un diplomático eximio. Sable manejar la táctica del hecho, manejando grupos de jinetes, y la táctica del pensamiento, manejando promesas, fingiendo creer en promesas, aceptando treguas de paz, sofocando ímpetus con silencios y sonrisas y desviando intenciones con palabras. Esto explica su sobrevivencia y superioridad (…) Era un político”.

Además, ejercía un liderazgo espiritual sobre su pueblo. Poseía una piedra azul, como su nombre, que tenía forma humana. Se creía que este talismán era un presente divino que lo preservaba del peligro, lo hacía invencible y le otorgaba el don de la premonición.

Convocatoria

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Lonkos y otros líderes de comunidades participaron del parlamento que definió la sucesión de Calfucurá.

A partir de 1852, Calfucurá realiza sus más fuertes ataques en Buenos Aires. Como estratega, logró resonantes victorias sobre el general Bartolomé Mitre, quien en Sierra Chica debió huir a pie y en medio de la noche; o en San Jacinto, donde engañó al general Manuel Hornos para que se internara con tropas y artillería en un guadal. Sin embargo, ya anciano conoció la derrota en San Carlos de Bolívar, en 1872, donde se impusieron la efectividad de los fusiles a repetición y la artillería.

Tal era el impacto y rencor que su figura había despertado en Buenos Aires que, varios años después de su muerte y en medio de la persecución a su hijo Manuel Namuncurá, sus restos tuvieron un destino atroz. El coronel Nicolás Levalle llegó hasta Chillhué y profanó la tumba de Calfucurá, enterrado de uniforme junto a su caballo, aperos, armas, alimento y bebidas para el “viaje” a la otra vida.

Es un diplomático eximio. Sable manejar la táctica del hecho, manejando grupos de jinetes, y la táctica del pensamiento, manejando promesas, fingiendo creer en promesas, aceptando treguas de paz, sofocando ímpetus con silencios y sonrisas y desviando intenciones con palabras. Esto explica su sobrevivencia y superioridad (…) Era un político”

Alvaro Yunke, escritor, autor de una biografía de Calfucurá

Sus soldados esparcieron los restos, se tomaron las bebidas alcohólicas y se apoderaron de objetos de valor. Levalle tomó de trofeo la cabeza de Calfucurá, que obsequió al cronista Estanislao Zevallos, quien a su vez los entregó al museo de Ciencias Naturales de La Plata, dirigido por el perito Francisco Moreno, donde formó parte de una muestra denominada “cráneos araucanos”.

Recién en 2006 dejaron de exhibirse restos humanos en ese museo y en 2010 el gobierno nacional reglamentó la Ley de Restitución, que posibilita devolverlos a sus descendientes . Desde entonces varias comunidades y organizaciones mapuches negocian con las autoridades la devolución de los restos de Calfucurá, que sería reenterrado en una ceremonia especial, posiblemente en La Pampa, y por otro lado la elaboración de “la ruta de Calfucurá”, una serie de hitos en Argentina y Chile para mostrar la influencia del lonko.

Historia y arte en Buenos Aires

En este marco, el martes 17 historiadores, artistas y líderes mapuche realizarán en el teatro San Martín de Buenos Aires un homenaje a Calfucurá. Habrá disertaciones de los investigadores Guillermo David, Graciela Hernández y Felipe Pigna, junto a Jorge Nahuel, de la Confederación Mapuche de Neuquén, en un panel coordinado por la socióloga Maristella Svampa. Se presentará la obra teatral, “Luna Katana” y actuará la cantante mapuche Beatriz Pichi Malen.

En el acto se presentará un manifiesto de personalidades de la cultura y sectores sociales para reivindicar a Juan Calfucurá como líder histórico del pueblo mapuche lo que “supone, ya avanzado el siglo XXI, revisar retrospectivamente la construcción de nuestro Estado” y “considerar a los indígenas no ya sólo como víctimas sino como actores de nuestra historia” .

Al mismo tiempo, esperan trasmitir “un mensaje a toda la sociedad que avance sobre la aplicación de derechos reconocidos, que restañe al menos en parte el sufrimiento infligido a todo un pueblo, que respete los derechos y reconsidere una relación Estado-pueblos indígenas, cuyo origen fue traumático, para transformarla en una relación de igualdad entre pueblos”.

Jorge Nahuel: “Superar el modelo racista y monocultural”

Jorge Nahuel, vocero de la Confederación mapuche de Neuquén, será uno de los disertantes en el homenaje a Calfucurá el martes.

“Reivindicamos la figura del toki (jefe militar) Calfucurá cuyos restos están en el museo de La Plata como trofeo de guerra desde la época del perito Moreno, junto a miles de otros restos, que son una ofensa a la memoria . Empezamos en el 2000 el pedido de restitución del cráneo, ya que el resto está enterrado en cercanías de Santa Rosa, La Pampa. Estamos viendo la forma en que se hará, donde participan una decena de organizaciones mapuche de toda la Patagonia. Porque hay que realizar un acto de reivindicación y reparación de su figura, agraviada y descalificada por la historia oficial. Es el ‘mapuche terrorista’ de ese siglo, que había que eliminar”.

P-Era más que un líder militar…

R-Sobresale en el siglo XIX porque no sólo era un estratega militar, tenía una fuerte influencia sobre los sectores que resistían, desde el punto de vista cosmogónico, filosófico, por el símbolo que portaba, el ‘toki’ que colgaba de su cuello y le daba la facultad de predestinar lo que iba a ocurrir. Y entendió como nadie el contexto de un país que aún no se conformaba. Logró en ese caos resguardar por más de 40 años la frontera entre el pueblo mapuche y el Estado.

P-¿Qué significa hoy para ustedes?

R-La vigencia de la Nación mapuche, a quienes hoy se levantan a reivindicar su identidad y su carácter de preexistentes, como dice la Constitución, lo hacen respondiendo al legado de Calfucurá. Su figura inspira a las generaciones actuales que que hoy exigen la libre determinación del pueblo mapuche, cómo construimos un estado plurinacional, donde quepan todas las diversidades , superando el modelo racista y monocultural.

Graciela Hernández: una piedra “con enorme significado”

Graciela Hernández es doctora en Historia, docente e investigadora en la UNS y se ha especializado en antropología de género entre los pueblo originarios, además de historia oral y narrativa popular e indígena.

“Me sentí interpelada por la convocatoria sobre Calfucurá porque soy de Carhué. Y como historiadora, plantear la revisión de las prácticas científicas y museológicas que hacen que un lonko termine exhibido en un museo y no en una tumba o en un monumento como pasó con las personas con las cuales Calfucurá se enfrentó o pactó según el caso, como Rosas, Mitre, Sarmiento o Urquiza. Expuesto como un otro no humanizado …

P-¿Y en el campo de las representaciones?

R-Que los huesos salgan del museo de La Plata, con todo lo que eso significa, porque no solo se juntaron huesos, sino que el cacique Inacayal murió allí. De no tener ningún poder de decisión sobre ellos mismos, que puedan disponer de los restos es muy potente. Y también pienso en los significados de la piedra de Calfucurá, que encierra todo un contenido mítico que le permitía ejercer su liderazgo. Esta piedra, que creemos existió realmente, nunca llegó a manos de los blancos, nunca se expuso en un museo. Según Aime Painé y Gregorio Alvarez, la familia de Calfucurá la seguía teniendo . No pasó lo mismo con piedras similares, como el meteorito de Casperaique, que era muy importante para la comunidad Tehuelche, una síntesis de su cosmovisión sobre el origen de su pueblo. Los del museo se la sacaron y la llevaron para exponerla. La piedra de los Calfucurá sigue en poder de la comunidad, en forma material o simbólica, y eso es muy interesante como símbolo de autonomía y potencialidad.


Un 3 junio de 1873 moría pacíficamente a los 83 años en las tolderías cercanas a la laguna de Chillhué, La Pampa el lonko y toki Juan Calfucurá (o “Kafvkura” “piedra azul” en mapudungun), líder de una dinastía que unió por casi medio siglo a comunidades mapuches y de otros pueblos originarios en una vasta región en parte de Neuquén, Río Negro, La Pampa, sur de Buenos Aires, de Córdoba y de San Luis, en la denominada Confederación de Salinas Grandes. Un sistema político con más de diez mil habitantes y un ejército que llegó a sumar unos seis mil “guerreros de lanza”. Había sufrido un año antes una dura derrota militar a manos de tropas bonaerenses y en su lecho de muerte dejó un pedido a su hijo Manuel Namuncurá: “no entregar jamás Carhue a los huincas”.

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