Buenos Aires, la ciudad que no durmió y llora a Maradona
Escribe Alfredo Jaramillo
Tres días de duelo corren desde ayer para despedir a Diego Armando Maradona. Hoy jueves comenzó el velatorio en la Casa Rosada y ya circulan imágenes de lo que fueron los primeros momentos familiares en Casa de Gobierno, donde todo un país despedirá al ídolo. Los medios porteños citan a fuentes de su familia para indicar que la ceremonia durará sólo un día, pero no parece que las miles de personas que se congregaron en el Obelisco y en la Plaza de Mayo apenas conocida la noticia vayan a tomar la indicación al pie de la letra.
La respuesta popular llegó más rápida en las redes sociales que en la calle: a media tarde la Plaza estaba ocupada únicamente por movimientos de mujeres conmemorando el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer.
Al caer el sol la procesión maradoniana comenzó a hacerse sentir con fuerza primero en el Obelisco, y después en Plaza de Mayo. Unas primeras ofrendas en las rejas del Palacio de Gobierno, unas banderas de Boca Juniors alrededor de la Plaza de la República sobre la avenida 9 de Julio, unos linyeras saliendo a cámara para calmar el apetito de los medios.
El centro porteño está vacío desde el 20 de marzo. Los pocos negocios que sobrevivieron a la crisis económica del Covid-19 permiten el ingreso de una sola persona. Buenos Aires está irreconocible después de meses de aislamiento, y toda la gente triste que se acerca al centro de la Ciudad parece estar también reaprendiendo sus maneras de encontrarse con otro.
No está claro todavía cómo manejará el Gobierno de Alberto Fernández el ingreso de la multitud que espera dar el último adiós a D10S. La familia de Maradona está desde la madrugada adentro de la Casa Rosada; desde afuera la gente devuelve los mantras colectivos asociados a la historia que Maradona construyó: saltan todos porque en estos días, más que nunca, nadie quiere ser inglés.
Ayer hubo un silencio extraño en la ciudad; estaba un poco más quieta después de su muerte, como si todos hubiéramos quedado detenidos en las pantallas del celular (nuestro vínculo más fiable con el mundo en plena pandemia). En el subte todos mirando fijo hacia abajo, scrolleando y lagrimeando en soledad.
La fila para acceder al féretro sumaba varias cuadras en la madrugada de Buenos Aires. Pero la gran mayoría tal vez ya se resignó a despedirlo en su intimidad, sin grandes manifestaciones, sin épica. O con la épica íntima que nos hemos visto forzados a actuar en este contexto. Un tuit, una foto, un whatsapp.
Son las 6 am y sobrevuelan los helicópteros. Los cocacoleros viborean entre los cuerpos despiertos haciendo cola para rendir tributo al rey. ¿Con qué vamos a soñar a partir de ahora?
Por Alfredo Jaramillo (@pirojaramillo)
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