Boca y las razones de una resurrección necesaria
Abatido, abrumado y viciado de derrotismo. Harto de contemplar felicidad ajena a costa de su propio cuero y que inexorablemente le llevó su autoestima hasta el subsuelo. La ajada pintura de Boca pedía a gritos una restauración.
El principio de la compostura llegaría a fin del año pasado luego de que el Xeneize quedara afuera (otra vez) de la lucha por el título de la Libertadores ante River. Las elecciones fueron el aire de renovación, la figura de Juan Román Riquelme devolvió esperanzas y así le puso fin a la ya agotada era Angelici en el club.
Boca volvió a respirar fútbol ante tanta política, y para acentuar el concepto Miguel Ángel Russo reemplazó en la dirección técnica a Gustavo Alfaro, quien siempre pareció sufrir el puesto y no disfrutarlo.
A Russo le bastaron siete fechas (contra 16 de su antecesor) para devolverle a Boca su amor propio. Y no por haberse consagrado campeón. Sería muy simplista analizarlo sólo por el resultado puesto.
“Esto es fútbol…”, suele decir Miguel para justificar el lado imprevisible de este deporte. Si el cabezazo de Agudelo se corregía en su trayecto veinte centímetros, estaríamos hablando de que el Gimnasia de Diego le arruinó el título a Boca en la mismísima Bombonera. Igual que si Matías Suárez no erraba lo que erró abajo del arco en Tucumán, estaríamos poniendo hoy el foco en River y su apetito ganador.
“Esto es Boca…”, también suele proclamar Russo. Y ahí se encierra parte de la explicación de esta consagración sanadora. El entrenador le devolvió la confianza a un plantel que estaba acobardado y lleno de dudas. Tuvo y tiene bajo su mando a los mismos que perdieron ante River la semifinal de la Libertadores 2019 en diciembre pasado, y sólo sumo dos nombres: Pol Fernández y el peruano Carlos Zambrano.
Además de la confianza, Boca tuvo una nueva actitud generada por los cambios que Russo implementó en el equipo titular. Comprobó que con Zambrano y Junior Alonso hay alternativa en la zaga central para la dupla Izquierdoz- Lisandro López, y le devolvió alas a la franja izquierda con el regreso al equipo de Frank Fabra, uno de los integrantes de la armada colombiana que completan Jorman Campuzano y Sebastián Villa, jugadores en los cuáles Russo confió para la resurrección de Boca.
Pero sin dudas, el renacimiento futbolístico más evidente con la llegada del DT fue el de Carlos Tevez. Casi desechado por Alfaro, quien primero lo proclamó como el “jugador más emblemático y abanderado del equipo” para luego dejarlo afuera de los once en partidos clave, con Russo el Apache recuperó el protagonismo. Ayudó, es cierto, el mejor estado físico del jugador, también su posición en la cancha (casi siempre de frente al arco y no encerrado entre los centrales) y su renovado vínculo con el gol: sumó 9 en el torneo, incluido el decisivo ante River, para terminar siendo el máximo artillero del campeón.
La efectividad ha sido uno de los aspectos destacados de este Boca 2020. La mano de Russo en el equipo provocó que el equipo haya marcado 16 tantos en el sprint final, con un promedio de gol de 2,3 por partido contra 1,18 de Alfaro en los restantes 16 encuentros.
Emocionalmente, el Xeneize tuvo su desahogo con aroma a desquite porque fue a River a quien le arrebató el título. Futbolísticamente, se cimentó en los simples pero determinantes argumentos de su entrenador, pero por sobre todas las cosas, Russo supo devolverle a Boca el orgullo mancillado. Casi nada, para este equipo casi todo.
Datos del campeón
- 16
- los goles que marcó Boca en sus últimos siete compromisos del campeonato, con seis victorias y un empate.
- 9
- los goles de Carlos Tevez en el torneo. Fue el máximo artillero del equipo .
Abatido, abrumado y viciado de derrotismo. Harto de contemplar felicidad ajena a costa de su propio cuero y que inexorablemente le llevó su autoestima hasta el subsuelo. La ajada pintura de Boca pedía a gritos una restauración.
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