Barones movedizos
Con el propósito de frenar el avance de un intendente joven, Sergio Massa, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner apostó a otro, Martín Insaurralde, de características muy similares pero, tal y como sucedió con el tigrense que luego de ocupar un lugar destacado en el gobierno nacional optó por alejarse del oficialismo, el lomense ya se habrá dado cuenta de que no sería de su interés actuar como un subordinado obsecuente de la señora sin ideas propias. Es por lo tanto lógico que, con cierta frecuencia, se las arregle para asegurarnos que sabe muy bien que el costo de vida está subiendo a un ritmo superior al presuntamente registrado por el Indec. También lo es que se haya animado a molestar mucho a los kirchneristas comprometidos con el garantismo al proponer reducir la edad de imputabilidad a los 14 años, un planteo que no lo habrá perjudicado demasiado entre los bonaerenses que tienen motivos de sobra para temer a los asesinos juveniles que infestan las zonas más peligrosas del conurbano. Es que a esta altura Insaurralde entenderá que le convendría aprovechar al máximo la oportunidad para descollar que le ha otorgado Cristina llamando la atención a su independencia de criterio. Como los demás “barones” del conurbano que en muchos casos piensan en términos de décadas, Insaurralde tiene forzosamente que prepararse para un futuro sin Cristina en la Casa Rosada y, quizás, con el kirchnerismo tal y como lo conocemos reducido a una minoría tan pequeña como la que todavía queda del menemismo antes hegemónico. Asimismo, si bien el intendente de Lomas de Zamora parece destinado a perder por un margen muy amplio frente a Massa en las elecciones legislativas del 27 de octubre, puede confiar en que casi todos atribuyan la derrota que, a juzgar por las encuestas, le aguarda, a los errores perpetrados por Cristina y, en menor medida, a las dudas en cuanto a la relación del gobernador Daniel Scioli con un “proyecto” sociopolítico que se agotó hace tiempo y que amenaza con legar al gobierno siguiente una herencia sumamente negativa. Lo mismo que Massa, Insaurralde tiene mucho más en común con Scioli que con Cristina y su séquito de ultras procedentes de agrupaciones de ideología autoritaria. Como tantos otros intendentes, es un peronista pragmático que, según las circunstancias, podría ubicarse cómodamente en virtualmente cualquier parte del mapa político. En la actualidad es “kirchnerista” porque necesita contar con el apoyo concreto de la dueña de la caja, pero de modificarse el panorama nacional sería “massista”, “sciolista”, macrista o incluso simpatizante de un eventual presidente socialista o radical. Bien que mal, así es la política en nuestro país, de ahí la trayectoria zigzagueante de tantos intendentes, gobernadores y legisladores que, luego de una etapa “neoliberal” en los años noventa, por algunos meses se afirmaron admiradores de Fernando de la Rúa antes de convertirse al duhaldismo y, poco después, proclamarse kirchneristas fervorosos. Para ellos, la ideología resulta lo de menos, ya que lo suyo es, como dicen, tratar de solucionar “los problemas de la gente”. No extraña, pues, que Insaurralde ya haya comenzado a diferenciarse de los halcones del oficialismo aún reinante; es tan capaz como el que más de entender el mensaje contundente que, a través de las primarias de agosto, acaba de enviarle a Cristina el grueso de la ciudadanía. Con todo, aunque ningún intendente que se precie puede darse el lujo de privilegiar la “lealtad” hacia un mandatario determinado por encima de sus propios intereses, ya que hacerlo podría significar graves problemas no sólo para él mismo sino también para los habitantes más vulnerables del distrito que maneja, es de prever que, si bien Insaurralde se resistirá a romper prematuramente con Cristina, o con Scioli, no vacile un solo minuto en plegarse a las huestes de Massa si le pareciera que el intendente de Tigre sería el próximo mandamás nacional. Por cierto, no estaría dispuesto a inmolarse en el altar de un “relato” fantasioso o permitir que los kirchneristas le endosaran la responsabilidad por la debacle electoral que tantos vaticinan, una que, de haber sido alguien como Alicia Kirchner cabeza de lista del Frente para la Victoria, con toda probabilidad sería llamativamente peor.
Registrate gratis
Disfrutá de nuestros contenidos y entretenimiento
Suscribite por $2600 ¿Ya estás suscripto? Ingresá ahora
Comentarios