Bariloche busca un giro total en su sistema de transporte público

Como en varias ciudades en constante crecimiento, el sistema de transporte público en Bariloche está en una situación crítica. El Municipio impulsa un proyecto de transformación profunda para revertir un círculo vicioso que absorbe recursos sin dar un buen servicio a los usuarios, y deberá encarar una gran inversión si busca una solución de fondo.

Piden más frecuencias de la línea 50. Foto: archivo

La espiral negativa es conocida para muchos, independientemente de dónde vivan: si el sistema de transporte público es deficiente, la gente no viaja en colectivo; y si la gente no viaja en colectivo, los gastos de un buen servicio no se pueden sostener. El huevo y la gallina. ¿Qué viene primero? En Bariloche, el Municipio está ante ese desafío: pensar una transformación del sistema de transporte urbano de pasajeros que pueda convertirse en un círculo virtuoso.

La situación actual es crítica. La ciudad ya venía con un historial complicado -con un desfile de empresas concesionarias que no logran sostenerse en el tiempo, un ejido urbano muy amplio pero con poca densidad poblacional, una geografía complicada que eleva los gastos de mantenimiento-, y la pandemia fue el knock out, con la virtual paralización del transporte ante el ASPO y continuas erogaciones difíciles de mantener sin ingresos.

El 2020 fue un año de conflicto, con casi 60 días de paro de choferes en total, con un Municipio obligado a poner aún más dinero para sostener el sistema ante subsidios nacionales y provinciales que no llegan a cubrir los gastos. Y con una comunidad de usuarios que lleva años de descontento por un servicio que brinda recorridos ineficientes y poco conectados y un boleto de tarifa plana que debió llegar a los 41 pesos el pasado enero.

Ante semejante escenario, ¿por dónde empezar a abordar una solución? Otras ciudades del país se han enfrentado al mismo desafío y aún no logran salir de la encrucijada. Rosario, que con la pandemia redujo sus pasajeros diarios de 450.000 a 100.000 y su recaudación en un 80%, debió declarar la “Emergencia en el Transporte”. El rediseño actual del sistema implicó renegociar los contratos con las concesionarias, fusionar líneas para elevar frecuencias y suspender momentáneamente 10 recorridos. General Roca sufrió directamente el retiro de la firma concesionaria, que despidió a sus 80 empleados dejándolos en la calle. La Municipalidad debió abordar un servicio municipal “de contingencia” durante 2020, con pocos recorridos y colectivos alquilados. Recién hace pocas semanas se empezó a vislumbrar una salida, con la conformación de una cooperativa que nuclea a los choferes despedidos, que firmará un contrato con la comuna para retomar el servicio, pero sin infraestructura propia.

En Bariloche, el intendente Gustavo Gennuso anticipó que su equipo técnico trabaja en una propuesta más de fondo: una transformación casi total del sistema de transporte, que requerirá una gran inversión para revertir la situación de origen: una infraestructura vial deficiente, recorridos sinuosos con poca conectividad y un usuario que le tiene poca confianza al sistema y no puede afrontar permanentes subas del boleto.

Un diagnóstico complejo

El Plan de Transformación del transporte urbano en el que trabaja el Municipio de la ciudad cordillerana parte de un diagnóstico que da cuenta de las dificultades que se enfrentan.

Como sabe quien haya visitado Bariloche alguna vez, se trata de una ciudad sorprendentemente grande (su ejido urbano equivale al de la Ciudad de Buenos Aires), pero con una densidad poblacional baja. Esto significa que hay líneas de colectivo que, fuera de la temporada turística, transitan rutas de hasta 30 km de extensión con pocos pasajeros. Otras líneas, por el contrario, comenzaron con recorridos razonables pero, a medida que la ciudad sumó nuevos barrios, fueron extendiendo sus rutas espasmódicamente, generando parches para cubrir demandas inmediatas, sin tener una concepción global del sistema. El resultado: recorridos sinuosos y extensos, por calles de ripio y con alta carga de pasajeros. Una pesadilla para el mantenimiento mecánico de las unidades.

A su vez, el diseño actual de rutas tampoco es funcional para el usuario: son recorridos radiales, que conectan el centro con los distintos puntos neurálgicos de la ciudad, pero que no brindan conectividad entre barrios y zonas. Para todo hay que pasar por el centro, y los trasbordos (y por lo tanto la doble tarifa) son moneda corriente para el usuario. Los recorridos largos impiden mantener frecuencia y estabilidad horaria: el promedio de espera es de 20 minutos, pero esto puede elevarse más aún en condiciones climáticas adversas.

A esto se suma una infraestructura vial compleja: Bariloche ha incorporado en los últimos años muchos kilómetros de pavimento en las vías principales de conexión, pero al interior de los barrios no céntricos las calles suelen ser de ripio. Si se suma a esto una geografía de montaña (con mucho desnivel y debiendo rodear costas, colinas y arroyos) y condiciones climáticas invernales que duran mucho más de tres meses, el costo de mantenimiento de los vehículos se eleva exponencialmente.

El plan de transformación

La Municipalidad de Bariloche conformó un equipo técnico a través de sus áreas de Planeamiento y Sustentabilidad Urbana, que elabora una propuesta de fondo para lograr eficiencia económica, calidad y confiabilidad.

De acuerdo al proyecto de Gennuso, los objetivos del plan son cuatro: que el viajar en colectivo sea más conveniente y cómodo, que los recorridos den verdadera conectividad, que mejore la productividad de los recursos del sistema, y que ese sistema sea más sustentable y resiliente.

Todos los ejes de intervención del Plan de Transformación están obligadamente interconectados: si se mejora la infraestructura vial y se rediseñan los recorridos, se reducen los costos de mantenimiento; si se logran más frecuencias y mejores recorridos, aumenta la confiabilidad para el usuario; si el usuario usa más el transporte público, sube el famoso IPK (Indice de Pasajeros por Kilómetro) y se pueden reducir las tarifas.

El proyecto incorpora varios “subproyectos”: el diseño de los nuevos recorridos (con conexiones entre líneas, siguiendo modelos como el del Subte de Buenos Aires), el cambio del sistema de relevos entre unidades para aumentar frecuencias, mejoras en infraestructura (paradas, refugios, señalética, aplicaciones web), la pavimentación en el interior de los barrios, la implementación de carriles exclusivos, iluminación, cámaras de seguridad, la compensación por viajes gratuitos, las tarifas progresivas, y un largo etcétera.

A su vez, varios de estos puntos dependen de algo clave: la generación de ingresos genuinos para financiar el sistema y minimizar su dependencia de factores externos y cambiantes, desde la inconstancia de los subsidios nacionales y provinciales hasta la llegada de hechos imprevistos como una pandemia.

El Municipio de Bariloche propuso a fines de 2020 el llamado “Fondo de Sostenibilidad”, que direcciona parte de la recaudación impositiva que ya se cobra a grandes empresas nacionales e internacionales al financiamiento del plan integral del transporte urbano, sin afectar al sector industrial y comercial de la ciudad.

También se evalúa una propuesta complementaria, que implica la creación de una tasa en la compra de combustible, a razón de unos 75 centavos por litro, cuya recaudación estaría exclusivamente destinada al sostenimiento del Transporte Urbano de Pasajeros y a las mejoras de infraestructura que requiere su transformación. Si el caso de la Ecotasa de Bariloche sirve de indicador (una tasa de monto mínimo que abonan los turistas al pagar su alojamiento, que ha servido para concretar varias obras necesarias de infraestructura turística), el potencial éxito de una tasa como esta podría hacer la diferencia y financiar parte de la inversión global que sin dudas requiere la transformación de fondo del TUP.


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