Azúcar, la archienemiga secreta de la piel
Además de disparar la presión arterial, deteriorar los dientes y provocar aumento de peso, el azúcar daña las fibras de colágeno que sostienen la dermis. En esta nota, las claves para aprender a cuidarnos.
¿Adicción a los dulces? ¿De qué manera el azúcar agrede a la piel? Si resulta imposible controlarse frente a los postres y otros dulces, es importante saber que, además de deteriorar los dientes o modificar la silueta, el azúcar también conspira contra la piel.
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Esta sustancia daña las fibras de colágeno y, por lo tanto, con el paso del tiempo promueve la aparición de arrugas. El azúcar es adictivo, causa inflamación y además afecta negativamente la calidad del colágeno a través de un proceso conocido como glicación. Pero, ¿de qué se trata este proceso?
La glucosa presente en el azúcar (cada molécula de azúcar contiene una unidad de glucosa y una de fructosa) reacciona con las proteínas para formar estructuras glicosiladas, que se van acumulando y terminan por destruir el sostén de la piel, que al mismo tiempo está compuesto también por fibras de colágeno y elastina. Es un proceso irreversible, que acaba por dañar la elasticidad y la tonicidad de la piel, porque ésta se torna rígida y luce envejecida.
Por otra parte, los azúcares también inducen los procesos inflamatorios y empeoran el acné y la rosácea, en caso que seamos propensos a estas afecciones. Un exceso de insulina en el organismo deriva en una mayor producción de andrógenos y de factores de crecimiento, que pueden desencadenar brotes de acné.
La mejor manera de luchar contra este fenómeno es apostar a una buena alimentación. ¿Pero cuánta azúcar es “mucho azúcar”? Sin contar la que se encuentra de manera natural en la leche y las frutas, el famoso azúcar agregado (que está presente en infinidad de productos industrializados) no debería superar el 10 % del consumo diario de calorías.
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No hay que perder de vista que el azúcar se oculta con diferentes nombres en los alimentos industrializados: jarabe de maíz de alta fructosa, miel, dextrosa, fructosa, glucosa, endulzante, jarabe de malta, lactosa, maltosa, sacarosa, melaza, entre tantas otras denominaciones. Basta con revisar los envases para descubrirla oculta en casi todos los alimentos.
Si bien existen varios productos “antiglicación” de uso tópico, con extracto de arándano, por ejemplo, se desconoce su eficacia dado que no son capaces de penetrar la dermis. Aquellos con retinol o tretinoína pueden estimular la producción de nuevo colágeno y combatir los efectos adversos del azúcar. Los antioxidantes tópicos también pueden ser un buen complemento.
En síntesis, pequeños cambios en la alimentación cotidiana pueden conducirnos a tener una mejor piel. Se sugiere el consumo de berries (los arándanos son ideales), por su baja concentración de azúcar, su poder antioxidante y alto contenido de vitamina C; de alimentos enriquecidos con vitamina A (lácteos); vegetales, frutas, semillas, granos enteros, huevos y carnes blancas. Si mantenemos una dieta saludable, veremos los efectos en nuestra piel.
Por Dra. Adriana Raimondi.-
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