Así despidieron los barilochenses el último día del año
El balance de quienes pudieron seguir trabajando, quienes retomaron su actividad y quiénes se la rebuscaron.
Al igual que cualquier último día del año, los barilochenses aprovecharon para hacer las compras de último momento. El movimiento por la calle Onelli fue especialmente intenso a partir de media mañana. Había colas en carnicerías, panaderías y verdulerías y, cantidad de carritos ambulantes que contaban con hacer una diferencia. En esta ocasión, el uso del tapabocas marcó un fin de año distinto.
Francisco Regel barría el salón de su peluquería en la calle Onelli cuando de repente, se presentó el primer cliente del día. Acomodó la silla y lo invitó a sentarse. «Fue un año raro. Estuve casi tres meses sin poder trabajar. Encima después se vino el invierno y tampoco pude trabajar porque estos barrios estuvieron tapados con nieve», recordó el hombre de 44 años que lleva 20 en ese local de la calle Onelli.
Contó que al principio de la pandemia, sólo podían trabajar durante cuatro horas por día. «Imaginate que de tener seis sillas en el salón, ahora tengo solo dos», dijo y agregó: «Fue un año de aprendizaje. Esperemos que haya trabajo para todo el mundo, especialmente acá en Bariloche donde tantos dependen del turismo«.
En una verdulería del barrio Las Quintas, la gente hacía hilera mientras los empleados iban y venían. Mientras armaba un pedido, Alejandro Manquilef, el dueño del comercio, resumió: «Dentro de todo no nos podemos quejar porque nunca dejamos de trabajar con pandemia. Somos todos amigos y familiares acá. Pero se nos han ido amigos con Covid así que desde lo personal, más o menos».
Deseó que este nuevo año, «mejore la situación económica y haya más trabajo en general». «El valor de la plata no es el mismo. Acá no vale nada a pesar de que uno trabaja y trabaja. De todos modos, la salud es lo más importante. Lo otro viene solo», señaló Manquilef.
En una pizarra dispuesta sobre una camioneta Ford F100, estacionada sobre la banquina de la avenida Juan Marcos Herman, se leía: «2 kilos de cereza, 200 pesos». Unos 9 cajones de la fruta ya estaba expuesto para vender.
Pese a tener asma, presión y diabetes, Julio César Cárdenas aguardaba, junto a su hermana, la llegada de algún comprador. Estaba algo molesto porque a pocos metros de su camioneta, otra también ofrecía cerezas.
«Soy técnico constructor pero hace 7 años que no trabajo. Vivo con una pensión y lo poco que puedo vender acá. Otra no queda. Siempre aprovecho la temporada de las fiestas«, expresó el hombre mientras se subía el barbijo.
Contó que antes regalaba las cerezas pero ante la necesidad, comenzó a venderlas. «En Navidad vendimos unos 6.000 pesos así que hoy nos quedamos hasta la noche a vender lo que podamos», señaló.
Julio César no duda en responder: «¿Qué espero para el 2021? Que no nos agarre la pandemia. Que estemos un poquito mejor de lo que estamos«.
También sobre la avenida Juan Herman, a metros de Pasaje Gutiérrez, Omar Córdoba preparaba choripanes. Este hombre de 60 años era chofer de remis pero con el inicio de la pandemia y la reducción del horario para circular, decidió «reinventarse«.
«Con las restricciones, no hacía ni 200 pesos. Por eso, decidimos inventar esto del chulengo y ya llevo 5 meses. Llego a fin de mes y todos los días como. La idea es darle para delante», expresó Córdoba que también trabaja en seguridad en un hotel por las noches.
¿A quién vende choripanes? Reconoce que la mayoría son remiseros, tacheros, empleados de la construcción que «al menos, una vez al mes, se da un gustito. Cuando cobran, me piden cinco. Y hoy es un día bueno. Con las fiestas todo el mundo va apurado y aprovecha a comer algo».
«Este año a todos nos pasó algo. Yo tuve la pérdida de un familiar. Lo fundamental es estar bien. Ojalá en el 2021 salgamos del tema coronavirus. No hay que aflojarle», concluyó Córdoba.
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