Ante el dilema de gobernar sin plata
Decisiones que solo pueden leerse en clave de interna. Ante la demora de resultados, hay un auditorio al que satisfacer. De allí, Alberto Fernández recibe las críticas que más le preocupan.
El presidente abrirá hoy un nuevo período de sesiones ordinarias en el Congreso, el primero en su condición. Tal vez estemos ante una nueva oportunidad para develar quién es Alberto Fernández. Más apropiadamente, para conocer algo más acerca del sistema de toma de decisiones en esta extraña experiencia del peronismo en el poder. Lo más probable sin embargo es que Fernández haga todo cuanto pueda para que ninguna incertidumbre sea disipada. El hombre que caracterizó el último mandato de Cristina Kirchner como “deplorable”, quien ha dicho que no puede hallarse en esa gestión “ni un solo elemento valioso” y otras lindezas semejantes ha edificado hoy su discurso en torno al sintagma “Cristina y yo somos lo mismo”. La contradicción, para Fernández, es sinónimo de síntesis.
El presidente encadenó en las últimas semanas una serie de decisiones que no pueden sino ser leídas en clave de interna. Ante la demora en los resultados, hay un auditorio al que satisfacer y del que recibe las críticas que más le preocupan. Así Fernández se vio impelido a convalidar las críticas de la vicepresidenta al FMI en medio de la negociación por la deuda. Y a subir un mensaje en Twitter en el que cuestionó la legitimidad democrática del gobierno anterior en abono a la teoría de “lawfare” o de persecución política contra exfuncionarios kirchneristas.
Además, no ha desautorizado proyectos pintorescos elaborados por senadores del Frente de Todos que buscan limitar el trabajo de la prensa que investiga casos de corrupción o intervenir la justicia de un estado provincial. Se ha visto también un endurecimiento de la estrategia parlamentaria: el oficialismo rechazó un acuerdo con la oposición por la reforma del régimen de jubilaciones para jueces, fiscales y diplomáticos y se expuso a una ajustadísima victoria en Diputados.
El presidente enfrenta el dilema que sobre el final atormentó a los Kirchner: cómo gobernar sin billetera (y también sin mayorías). ¿Se inclinará por el default, como apostó Horacio Verbitsky?
Sobre esta decisión, que dio lugar a la controvertida participación del embajador Daniel Scioli en el recinto para reunir quórum, pueden plantearse en paralelo otras razones: además de anotarse un triunfo sobre la oposición -que había acompañado todos los proyectos enmarcados en la emergencia-, buscó capitalizar la iniciativa de limitar privilegios de la corporación judicial, sobre los que se había negado a avanzar durante el debate de la ley de “Solidaridad”. El recorte a jubilaciones que promedian los $ 270.000 equilibra un poco el esfuerzo “solidario”: el gobierno viene de aplicar un ajuste de más de 1 punto del PBI sobre las jubilaciones superiores a $ 20.000 para financiar el aumento en las mínimas. Finalmente, el kirchnerismo podría estar forzando la apertura de centenares de vacantes en la justicia ante la amenaza de una renuncia masiva de jueces y fiscales en condiciones de acceder a la jubilación vigente, para ocuparlas con nombramientos amigos, como denuncia la coalición opositora. ¿Qué impidió si no que se incluyera una garantía a los haberes de quienes ya pueden jubilarse, que habría eliminado además la incertidumbre sobre una nueva judicialización de la cuestión previsional?
El presidente dio en el transcurso de la semana dos entrevistas a medios amigos (también lo hace con quienes no lo son tanto, hay que decir). Criticó a la Corte Suprema, dijo que en el Congreso anunciará la reforma judicial y que no tiene ningún interés en que los jueces renuncien. Menos atención concentró el mensaje dirigido “a los propios”. Lo reproducimos aquí: “Se vuelven ansiosos y no se dan cuenta de lo que recibimos. Lo peor es que a veces pretenden volver a prácticas y lógicas que nos costaron las derrotas. Los que nos toca conducir, tanto a Cristina como yo, lo hemos aprendido”. ¿Puede prescindir hoy la alianza de Fernández de esos “propios”? En absoluto.
Nada trascendió del contacto del ministro Martín Guzmán en Nueva York con bancos y fondos de inversión. Mientras corre el reloj de la negociación con los acreedores privados, Fernández enfrenta el mismo dilema que sobre el final atormentó a los Kirchner: cómo gobernar sin billetera (y también sin mayorías). ¿Se inclinará por el default, como apostó Horacio Verbitsky?
Decisiones que solo pueden leerse en clave de interna. Ante la demora de resultados, hay un auditorio al que satisfacer. De allí, Alberto Fernández recibe las críticas que más le preocupan.
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