La historia de Kai Pacha, la mujer que protege a los pumas

Puma-kawa, así se llama la reserva ubicada en Villa Rumipal, Córdoba y se dedica específicamente a la conservación ambiental, desde el cuidado y rehabilitación de animales silvestres, liberando los que se puedan adaptar nuevamente y cuidando en el centro, a los que no se los puede liberar.

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Kai Pacha dedica su vida luchando por preservar la fauna autóctona. Su arduo y constante trabajo de cada día, con la finalidad de cumplir un sueño: “me empujó inevitablemente sentirlos mis amigos en la infancia, y sentir que hablar con ellos era un mundo del que no quiero salir. La «Cacu», una puma que crié (recuperada), me indicó cómo hacerlo», expresó la mujer de 54 años a Río Negro, desde Córdoba.

La reserva Puma-Kawa, se creó en el 2009, después del incendio más extenso que atravesó el centro y donde se quemaron muchísimas hectáreas de monte nativo, contó Kai y reconoció que “ese suceso generó un cambio rotundo en su vida para encaminarse en el cuidado ambiental”, más allá del centro de rescate. Según relata la mujer, su infancia siempre se rodeó con personas que ejercían gran actividad en la recuperación y protección de la fauna silvestre.

Un mundo del que no quiso salir, pero también existió una razón muy importante para no hacerlo y se llama “Cacu”, una cachorra de puma rescatada y que ella misma crio. Hoy – ya recuperada la felina- la mujer afirmó convencida que fue la razón que la condujo a tomar este camino y le indicó cómo hacerlo.

Kai Pacha contó que “desde niña tuve rasgos autistas que me dificultaban habitar el mundo y las relaciones y me ayudaron para comunicarme. Hoy siento que esto es mi fortaleza”. También estudió abogacía y trabajo social y también se introdujo en la magia del arte del mimo. Sin embargo, a los 27 años decidió ayudar a su padre con la reserva. “En estos 27 años se generó una manada y se definió una misión que está en marcha”, relató la proteccionista.

Un día para Kai es tan simple como cualquiera de nosotros, solo que tiene otros matices diferentes. Por las mañanas, no falta el mate con yuyo mientras se repasa el estado general del proyecto. Luego se comienza el recorrido por las diferentes áreas y realizando alguna que otra tarea pendiente. “Reuniones programadas, acompañar al equipo en las tareas que necesiten de muchas personas, planificar la reunión semanal y evaluar la situación en que estamos y en qué se puede mejorar y si surge de ir a buscar un animal”, contó Kai.

El equipo está formado por dos “grupos”- explicó la mujer – un área de personas del campo, encargados del cuidado, rehabilitación de animales, recibir al turismo, visitas guiadas y educación ambiental, también el mantenimiento y construcción de recintos, encargados de vivero, huerta y banco de semillas. El otro, área de computación, administración, redes, proyectos, donaciones. “Es complicado decir un número, ya que recibimos ayuda de voluntarios tanto en la reserva, como amigos que aportan con su experiencia y cualidades desde la lejanía”, argumentó.

Entendemos que el cuidado de la naturaleza va más allá de cada individuo que ingresa al centro – relató Kai – y nos focalizamos en la educación ambiental de los visitantes y de nuestros seguidores en las redes, además recibimos escuelas y hacemos talleres. También tenemos huerta, vivero de plantas nativas y banco de semillas de especies autóctonas de Córdoba.

Desde hace algunos años que nos dedicamos a realizar diferentes campañas de concientización y proyectos de conservación in situ, como es el proyecto “Cacu”. Nuestro trabajo está basado en la tarea en conjunto con diferentes instituciones y organizaciones.

Las tareas se distribuyen por roles y sectores, por ejemplo: cuidadores de animales, proyectos y administración; aunque intentamos realizar las tareas grandes y pesadas en conjunto, para compartir y avanzar más rápido.

La reserva se mantiene por diferentes modos: el bono contribución que abonan los visitantes y las pequeñas y grandes donaciones de la gente, estos son los ingresos fijos con que cuentan. Según la proteccionista, en los últimos años, la reserva recibió varias financiaciones con las que permitió agrandar y hacer recintos nuevos, como fue el apoyo de la fundación Bridgitte Bardot, y el apoyo de Humane International Society, ayuda que benefició a promover las campañas de concientización y visibilidad pública y de esta manera involucrarse en incidencia política.

Por suerte los logros son incontables – señaló la experta – desde el visitante que se va con una nueva idea del puma, conociendo sus amenazas en la Argentina y las maneras de cuidarlo; y, que un chico crezca sabiendo que es nuestra responsabilidad cuidar nuestro monte, hasta haber formado una voz dentro de las entidades ambientales y estatales. En Córdoba, por ejemplo, hemos logrado armar una red donde la policía ambiental, los centros de rescate y los municipios, trabajen en conjunto para accionar ante la aparición de un puma.

Entre el año pasado y el 2022, hemos logrado sacar la resolución 133/22 que prohíbe el traslado de trofeos de caza, resolución que surgió de la campaña por trofeos de caza en cotos de caza de pumas. Además, durante el 2022 trabajamos a la par con productores ovinos, evitando y previniendo ataques por puma en sus majadas.

En los próximos años apuntamos a incidir en la sociedad, con campañas de educación y con el objetivo de llegar a cambiar hábitos cotidianos. En los productores agropecuarios, en el cambio de prácticas de manejo, en las políticas públicas. También tener mejores recintos, poder profesionalizar y abrir Puma-kawa Monte, culminó la mujer.