Análisis: una interferencia inaceptable

La ajada “grieta” tiene nueva oportunidad de ensancharse alrededor de Bolivia y, en particular, del concepto “golpe de Estado”. Mandatarios, organizaciones políticas y sociales se han puesto de una vereda u otra en la argumentación del factor central que provocó la caída de Evo Morales.
¿Ha sido un golpe de Estado clásico en el sentido de que los militares han usurpado la sede del gobierno, desplazando a su legítima autoridad? No.
No obstante es claro que los miembros de las Fuerzas Armadas interfirieron en el proceso democrático de Bolivia. De una forma inaceptable: reclamando desde una proclama la renuncia de su presidente.
Las Fuerzas Armadas están subordinadas al poder civil y no les cabe semejante osadía. No son parte de la deliberación política, en este caso opositora. Tampoco están llamados a ser alternativa política. Solo deben obedecer y servir a las autoridades elegidas democráticamente, garantizando la seguridad pública.
Las Fuerzas Armadas no garantizan el orden institucional exigiendo que se vaya un presidente.
Las largas y dolorosas décadas de experiencia de facto en la historia latinoamericana deberían hacer evidente los valores del sistema republicano ya consolidados en buena parte de nuestros países.


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