Aluminé: tres días de pedaleo para descubrir sus lagos y ríos
Además de rafting y kayak, el cicloturismo es una opción en esta ciudad neuquina. ¿Lo hiciste alguna vez? Toda la data para que lo vos lo hagas.
AVENTURA EN LA CORDILLERA
Néstor Pérez / nperez@rionegro.com.ar
Andrés Stefani / andres@rionegro.com.ar
Hay un camino de tierra y un río allá abajo. También una pradera verde que parece infinita donde pastan ovejas y vacas. Y una subida eterna pero no lo es. Aunque esconde otra subida. Así es Aluminé en bicicleta rumbo al lago Ruca Choroi. El paisaje muchas veces embriaga de tan bello y bucólico. La paz reina, sólo se escucha el viento y las campanas de algunos animales. Cada tanto un vehículo transita el camino polvoriento, dejando una estela que desaparece con los segundos. Salimos alrededor de las diez de la mañana desde el centro de Aluminé, donde dejamos el auto y nos subimos a las bicicletas. El recuerdo del camino transitado alguna vez en un vehículo decía que había un par de subidas complicadas.
El objetivo era registrar el viaje para mostrar que Aluminé, además de ser un destino ideal para los amantes del rafting y el kayakismo, también permite hacer hermosas salidas de cicloturismo a los lagos que estratégicamente rodean a la ciudad. Al Ruca Choroi se llega después de hacer unos 28 km. (Ver mapa de Sport-Tracker) En el camino nos cruzamos con paisanos del lugar que trasladan a sus animales de una zona de pastura a otra. Esto será una constante. En Aluminé se siente el aire de campo. Es una localidad que tiene un costado turístico, pero que muestra también la ancestral actividad de sus habitantes a cada kilómetro. El tiempo acompañó, con un sol benévolo de mediados de noviembre, aunque es necesario tomar recaudos antes de salir a hacer una salida de este tipo. (Ver tips)
Al desandar el camino, al estar cerca del lago, uno pasará por Ruca Choroi, una comunidad mapuche de importantes dimensiones, que antecede al ingreso al Parque Nacional Lanín, donde está el espejo de agua. Allí, para los que necesiten provisiones, hay un par de despensas.Al llegar al lago está la casa del guardaparques y la primer playa en la que se podrá disfrutar de las cristalinas aguas. Haciendo medio kilómetro se llega al primero de los dos campings que administra la comunidad mapuche Aigo. Se puede pernoctar y tienen provedurías.Así como la ida nos demandó más de dos horas, la vuelta se hace muy rápida con bajadas pronunciadas que hay que hacer con cuidado porque una caída a una velocidad alta puede ser muy dolorosa.El paisaje al atardecer se potencia, sólo la «subida de la antena», la última antes de llegar a Aluminé, nos pondrá a prueba una vez más. Una «picadita» nos espera, será un justo premio tras una jornada plena de paisajes y gasto de energía. Al día siguiente el objetivo era el lago Quillén. Dejamos el auto en el puente que cruza sobre el río Aluminé, a unos 20 kilómetros al sur de la ciudad, en el cruce del Rahue. Desde allí sale el camino que nos llevará hasta otro sector del Parque Nacional Lanín, donde se encuentra el lago en forma de L que está rodeado de bosques andinos patagónicos. El camino lo tendrá todo: ríos con pequeños valles verdes, vistas impresionantes, un registro civil con abismal camino, y hectáreas y hectáreas de bosques cultivados. El camino nos regaló la fugaz imagen de un ciervo y un par de hurones que cruzaron preocupados el camino.
Las pendientes de los 27 km de ida son más suaves que las de Ruca Choroi. El camino es más benévolo, pero la cordillera nos mostró otra vez la capacidad que tiene de poder vivir el clima de las cuatro estaciones en un día. Primero fue un sol de primavera, después comenzó a un soplar un viento del oeste frío, luego se nubló y el último tramo del camino lo hicimos con una tenua lluvia y con una temperatura muy baja.El premio a la llegada a Quillén es el paisaje adornado por la lluvia. Nos quedamos con las ganas de recorrer el camino que bordea el lago, pero el tiempo nos jugó en contra. Era el momento de cambiarse de ropa y emprender la vuelta. Tras una charla con el guardaparque y su invitación a recorrer el lugar, que seguramente cumpliremos antes de que se vaya el verano. Tras unos kilómetros, el sol nos volvió a calentar, el viento nos empujó y a la llegada a nuestro destino una cerveza helada fue el premio. Habían sido otros casi 60 kilómetros inolvidables.Quedará para el próximo viaje una salida hacia el lago Ñorquinco, que conocimos en auto y que lamentamos no poder realizar, tras una frustrada salida en busca de «La Horqueta». Tras tres días pedaleando por Aluminé nos despedimos del hermoso camping Piedras Verdes y prometimos volver por más.
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