¿Al secretario de Cultura, le importa la Cultura?
El secretario de Cultura de la Nación, Torcuato Di Tella, volvió a instalarse en el centro de la polémica al declarar que en épocas de crisis la "cultura, con C mayúscula, no tiene prioridad para el gobierno ni para mí". El ministro del Interior, Aníbal Fernández, de inmediato salió a replicar que se trataba de una "aberración", en tanto que el diputado del radicalismo, Mario Negri, solicitó al ejecutivo su "inmediata renuncia".
Para Latinoamérica, aunque no especialmente para la Argentina, la cultura -con «C» mayúscula como hace unas horas la definió el secretario del área Torcuato Di Tella- ha sido tradicionalmente una variable de ajuste. Lo paradójico del asunto es que muchos de los países de este continente son mejor conocidos y respetados fuera de sus fronteras por sus logros artísticos, filosóficos o científicos, que por cualquier otra cosa.
La edición reciente de uno de esos típicos libros de viaje que utilizan los norteamericanos cuando vienen a Sudamérica, «Castellano fácil», destaca la importancia de conocer la región y aprender su idioma. Y hacerlo no sólo por su geografía, sus aficiones deportivas o sus logros económicos, sino también porque se habla la lengua de Cervantes. Es decir, el continente como cuna lingüística de grandes escritores y destacados científicos. El libro en cuestión subraya los dos premios Nobel chilenos en literatura. También los galardones argentinos producto del quehacer de sus científicos, obviamente menciona los nombres de Julio Cortázar y Jorge Luis Borges, que aunque no hayan ganado el Nobel, son nuestros.
No parece criminal dedicarle atención a la cultura en épocas de crisis. En todo caso, criminal es no hacerlo. Porque la cultura con mayúscula es el perfecto complemento de la educación con mayúscula. Y de las crisis no se sale si no es por una adecuada combinación de estos dos universos. Las ideas, y aquí podríamos incluir un inmenso abanico temático que va de lo económico a lo artístico pasando por lo deportivo, son producto de la cultura. Este es el motivo por el que en Francia la palabra filosofía es símbolo de civilización y en la India en los últimos años se han desarrollado una multitud de experiencias de educación alternativa que abarcan materias como el pensamiento oriental, la informática y el marketing.
No es casualidad que los países desarrollados constituyan la vanguardia en materia de arte.
Sin embargo, la cultura no debería necesitar de fundamentaciones económicas. Hay vertientes más sutiles vinculadas al placer y finalmente a la salud. Un país que produce cultura refleja en cierta forma el estado mental de su población. Argentina no es ajena a este dictado. Su historia es la historia de la inclusión social y del paradigma de la educación y la cultura como elementos integradores.
Todo un legítimo y legendario orgullo mellado hoy por la crisis socioeconómica. Pero un orgullo que no se rinde.
La polémicas declaraciones de Di Tella a un matutino porteño – «La verdad, dentro de todos los problemas por los que atraviesa el país, la Cultura, con C mayúscula, no tiene prioridad. No tiene prioridad para el gobierno y tampoco la tiene para mí. Con respecto a otros temas, la cultura es el gallinero de una casa que se quema»- cayeron en el marco de la suspensión de dos ciclos culturales del canal estatal, «Los siete locos» y «El refugio de la Cultura», consigna que no puede ser tachada de meramente accidental.
El punto es que un funcionario (o un gobierno) no es quien pueda establecer la temperatura de la cultura de un país. La evidencia lógica de esto es que la decisión de la gerencia del canal debió ser cambiada producto de la presión del público y de la prensa que denunció la inminente desaparición de los programas. Los ciclos vuelven sin jamás haberse ido.
Aquel orgullo de líneas arriba, se expresó. Y el poder tuvo que rectificarse.
«Efectivamente, yo dije en el transcurso de una entrevista que la cultura no tiene prioridad para el gobierno ni para mí, porque hay muchos argentinos que están en la miseria y tienen otras urgencias: comer, tener un techo. Cuando hay hambre la cultura se inhibe», indicó Di Tella horas después de sus primeras declaraciones pero el mal, el suyo personal, ya estaba hecho.
La Argentina posee una intensa relación con las artes y todo el quehacer intelectual, algo que precede a las apreciaciones de Di Tella. Eso está claro. A esta altura esta historia tiene rasgos de leyenda. Volcarse masivamente a los cines para ver los primeros filmes de Ingmar Bergman, es sólo un dato de aquella historia en el largo camino por consumir, incluso no convencional. Ese tipo de vinculaciones no son provocadas por una política cultural específica, forman parte de la idiosincrasia del país. Y aquí, reaparece el orgullo en cuestión.
Con sus declaraciones Di Tella plantea una nueva disyuntiva en torno de su imagen. Cabe recordar que poco antes de asumir dijo que de cultura no sabía demasiado. Un toque destinado a llamar la atención casi con desdén. Propio de un Di Tella. ¿O no se inscribe en esta zaga aquel insufrible Torcuato Di Tella diciendo que con los «Estados Unidos debemos tener relaciones carnales».
Para los Di Tella, marcar diferencias desde lo insostenible para otros, es casi una exigencia genética. Basta leer el «Diccionario Político» escrito por Torcuato para templar cuánto talento tiene en lo concerniente a lo ocurrente que suele devenir en irritativo, o insólito.
Pero mientras Di Tella desliza sus ocurrencias y Canal 7 hace recuento de sus necesidades comerciales, Canal á, mucho más elitista si se quiere que el primero, continúa una marcha sostenida en la televisión de habla hispana.
Constituye parte de la misma ironía nacional que quienes desean ver su programación deben «irse» hasta más allá del número 60 para recibir una imagen cuando menos borrosa. Algo parecido ocurre con la BBC, uno de los mejores canales de televisión de noticias de la actualidad, con un fuerte contenido cultural que también se encuentra en el extremo de la grilla.
A propósito de la BBC, días atrás fue presentado en Londres el nuevo director general de la cadena, Mark Thompson, un joven profesional formado en sus filas y que hasta hace pocos días se dedicaba a romper récord de eficiencia en Canal 4. A Thompson se lo considera un profesional agresivo aunque de rasgos conservadores en el terreno privado. Según el perfil escrito por «The Guardian», católico romano, vive junto a su familia y sus tres hijos en Oxford, y difícilmente se lo encuentre vistiendo Giorgio Armani o bebiendo por la noche.
Hace unos años Thompson declaró en una famosa conferencia en Cambridge, en la que reemplazó a un colega a último momento, que los programas de la BBC eran hechos cuidadosamente, a la manera como se prepara la comida casera. Su asunción sin escándalos, aunque estruendosa (había declarado un mes atrás que rechazaría cualquier aproximación de la famosa cadena de noticias luego de haberla dejado en el 2002), representa casi la contracara de Di Tella, una figura de la cultura de nuestro país que no se ha privado de indicar que sus palabras -a veces explosivas e incomprensibles- tienen como objetivo «despertar a la gente». El diputado del radicalismo, Mario Negri, no perdió tiempo y luego de escuchar las frases de Di Tella, solicitó al Ejecutivo la «inmediata renuncia» del Secretario de Cultura de la Nación.
El ministro del Interior, Aníbal Fernández, calificó como una «aberración» las declaraciones del Di Tella y aseguró que el Gobierno «no piensa eso» y que «su actitud es más provocadora que cierta».
Sin embargo, como la cultura no son sólo palabras, el gobierno deberá -o querrá o intentará al menos- seguir demostrando que las ideas de Di Tella son sólo suyas.
Y encuadrarlas básicamente como una licencia poética venida de quien por formación puede permitírsela.
Un respaldo que seguramente no seduce en nada a Torcuato Di Tella, quien lejos está de hacer de sus burocráticos espacio de poder, una trinchera.
Un espacio que para él es funcional a sus ganas de decir lo que siente y hacerlo de la manera que lo siente.
Carlos Torrengo
ctorrengo@rionegro.com.ar
Claudio Andrade
candrade@rionegro.com.ar
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