Aguada Cecilio, el paraje rionegrino que no sabe cuándo nació

Unas 33 familias viven en el lugar, rodeado de campos agrestes y a 35 kilómetros de Valcheta. Sus pobladores remueven actas y buscan testimonios antiguos para poder festejar este año su fundación. Cecilio fue un ferroviario que prestó su nombre al pueblo.

Postal profunda

De tierra. Decoradas por esas flores que nacen donde falta el agua. Y atravesadas por unas vías que las cortan en dos. De acá para allá los campos agrestes. Aquí nomás, el resto: La escuela, comisaría, la delegación, el puesto sanitario, las viviendas. Así son las calles de Aguada Cecilio por las que caminan 33 familias a las que podría llamar por su nombre hasta el paisaje.

Tres pequeñas alumnas de la escuela primaria 126 en uno de los recreos. Los nenes desayunan y almuerzan en el ‘cole’, que ahora es de jornada completa. Después asisten a los talleres, que incluyen música, teatro, danza, inglés y educación física.

“Aguada” está ubicado a 35 km de Valcheta, a un costado de la Ruta Nacional 23. Parece un lugar más de la Línea Sur rionegrina, pero no: se trata de un paraje en busca de una fecha para poder celebrar su cumpleaños. En eso anda su gente, recordando. Para encontrar el dato que marque el inicio de todo.

“Nos propusimos fijar la fecha del aniversario porque no tenemos un día para festejar. Queremos definirlo este año y estamos buscando en algunas actas, consultando a los más viejos, pero quedan pocos”, cuenta Carina Pil, la flamante comisionada de fomento.

La historia que consideran más simbólica es la de Cecilio Crespo, aquél que le prestó su nombre al pueblo. “Crespo era guía de los ferroviarios que comenzaron a pasar por acá cuando se hizo el tendido de esta vía que comunica Viedma con Bariloche. La obra se inició en 1910. Él, en uno de sus viajes, descubrió las aguadas y se creó un asentamiento” relata Carina.

Mientras algunos aprenden a escribir, otros van por temas más avanzados. Es que los 10 alumnos de nivel primario comparten aula y maestra (la seño Norma Epulef, que también es la directora). El rango de edad va de los 6 hasta los 12 años. “Son chicos tranquilos” cuenta orgullosa la docente.

Los años se sucedieron y floreció el trabajo: la molienda de piedra caliza, el ferrocarril, la cercanía de la explotación de Geotécnica (la ex empresa fundidora de plomo proveniente de Mina Gonzalito). Así, Aguada Cecilio se convirtió en un sitio pujante que atrajo población.

Pero de a poco el trabajo cesó. Y el cierre de los ferrocarriles en 1990 asestó el golpe final. Hoy por Aguada sólo pasa el Tren Patagónico los lunes y viernes, mientras que en la semana circula el ‘carguero’ que lleva la piedra caliza para Alpat, la fábrica de carbonato de sodio en San Antonio Oeste. Por eso, la mayor parte de los habitantes migraron, o dependen de los escasos puestos del Estado. Con respecto al campo, las sequías y las cenizas volcánicas hicieron su parte. Hoy son pocos los crianceros en pie, manteniendo una ‘punta’ de chivos o apostando a unos pocos vacunos.

En la escuela, que funciona a pleno, son 5 los porteros. En turnos diferentes asisten los chicos de primaria, el nivel inicial, el Cem virtual y un programa de educación de adultos que reúne a 15 personas que buscan finalizar sus estudios, o recién “de grandes” pudieron acercarse al nivel secundario.

“Todo cambió, pero acá estamos” sonríe Fabiana. Ella empezó hace poco como comisionada, y tiene varios proyectos en agenda, que son reclamos históricos de los vecinos. Algunos se cumplieron hace poco, como la llegada del gas, que se dio a finales del año pasado. “Sólo faltan colocar algunas de las’chanchas’ o zeppelines domiciliarios, que se recargan de manera gratuita” relata.

Se mantiene el problema con el transporte interurbano, que está a cargo de la firma Las Grutas. “Si nos acercamos a la ruta 23 no paran. Tenemos que ir hasta Valcheta, a 35 km, para comprar los boletos y poder tomar el micro” cuentan los vecinos. Tampoco para dejar las encomiendas el Tren Patagónico, y el que tiene que retirar ‘bultos’ debe movilizarse hasta Valcheta.

Los juegos de los chicos se imponen al silencio que inunda el paraje. Hoy viven en él 33 familias, que trabajan en los pocos puestos que ofrece el Estado, o como crianceros. Décadas atrás, el tren, la explotación de piedra caliza y otras actividades atrajeron a muchos habitantes, que fueron migrando a medida que el trabajo cesó.

Don Vito Pil:

“Acá me gusta vivir”

Vito Froilán Pil tiene 82 años, 54 de “juntado” con su compañera de toda la vida, 10 hijos, innumerables nietos y pocas ganas de dejar este paraje, al que llegó a los 32 años, y del que jamás se fue.

“Vine en 1966, cuando había mucho trabajo. Me empleé en la molienda de caliza. Llegué con mis primeras ‘nenas’ y acá siguieron naciendo los hijos. Soy de Sierra Pailemán pero este es un lugar tranquilo. Acá me gusta vivir”.

El trabajo “nunca me faltó”, y ahora sigue “con algunos animales”, la jubilación y la ayuda de sus hijos. Una de ellas, Carina, se convirtió en comisionada y Vito es “material de consulta” obligado sobre la elección de la fecha del cumpleaños del pueblo.

Demandas históricas

El pueblo se armó con el tren y el hallazgo de una aguada.

Habitantes: 33 familias, 92 pobladores.

La escuela: Primaria 126 de jornada completa, que tiene 10 alumnos de primaria, 5 de nivel inicial, 6 alumnos de enseñanza media del CEM virtual y 15 de educación para adultos.

$ 70.000 mensuales recibe la comisión de fomento. Debe prestar servicios y mantener edificios (comisaría, escuela, delegación, puesto sanitario).

Carina Pil

Comisionada

“Nos propusimos fijar la fecha del aniversario porque no tenemos un día para festejar. Queremos definirlo este año y buscamos en algunas actas, consultando a los más viejos”.

Norma Epulef

Directora de la escuela

“Me formé en escuelas rurales y lo disfruto. Vivo en Valcheta y me traslado a diario. En clase hay chicos de 6 a 12 años. Cada uno recibe sus contenidos. Son muy buenos y tranquilos”.


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