A un mes del incendio, la pesadilla aún no termina: la palabra de los pobladores
Las familias Montero, Schvoumaker y Figueroa viven en lago Steffen y fueron los principales afectados del avance del fuego que se inició el 7 de diciembre pasado. Su visión de la intervención de parques y el drama, en primera persona.
La mañana del 7 de diciembre pasado cayó una tormenta inusual sobre la región cordillerana tras jornadas de altas temperaturas. Truenos y rayos sorprendieron a los habitantes de la zona. En las poblaciones ubicadas al sur de Bariloche todo transcurría con normalidad hasta que una débil columna de humo se observó en uno de los márgenes del lago Martin. Se trata de una zona intangible de abundante vegetación afectada por la sequía prolongada. Las familias que viven a pocos kilómetros del lugar avisaron del evento, pero la respuesta no fue la que esperaban.
Pasó un mes de aquella contingencia y ese foco aislado se convirtió en una pesadilla para los pobladores de las zonas aledañas a los lagos Martin y Steffen. Y esa pesadilla no terminó. Aún quedan focos activos y con el retorno de las jornadas cálidas del verano vuelven los temores en función de la experiencia reciente.
No es para menos. El operativo organizado por las autoridades de la Administración de Parques Nacionales y del Servicio Nacional de Manejo del Fuego no dio el resultado esperado. La realidad está a la vista. Los datos oficiales señalan que el incendio forestal había afectado hasta el jueves 5.438 hectáreas. Gran parte de esa superficie era vegetación autóctona, cuya recuperación demorará varios años.
Algunos pobladores que sufrieron de cerca la amenaza de las llamas están convencidos de que hubo errores en la coordinación de los operativos.
Testigos directos
“Hay uno o dos focos importantes otra vez que me tienen medio preocupado”, señaló el jueves por la tarde Germán “Pato” Montero desde la margen derecha del lago Steffen.
El fuego hizo estragos en la zona que vive con su familia, distante a unos 70 kilómetros al sur de Bariloche.
“Hubo muy mala coordinación. Dicen una cosa y en la realidad hacen otra”, sostuvo. “Nunca estuvo controlado el incendio. Era algo rechiquito. Fuimos seis ese día con los guardaparques”, recordó. Lograron apagar unos focos, pero uno quedó activo porque los jefes les pidieron replegarse. “Y se les escapó”, afirmó. “El incendio en el lago Martin lo dejaron solo”, expresó. Y con el viento avanzó sobre territorio propicio por la sequía.
“Todo tarde. Llegan tarde con los helicópteros y tienen un solo avión hidrante”, mencionó.
Contó que desde la coordinación de Parques les daban la orden a los brigadistas de replegarse “y quedábamos solos, con las motobombas para hacer frente y resguardar nuestras casas”.
“Un día nos quisieron evacuar como a las tres de la madrugada. Les dije que no me iba ir por nada del mundo”, rememoró. “Hay brigadistas buenos y otros que no tienen que vestir el uniforme”, opinó Montero.
“Acá, la lluvia nos salvó, sino nos hubiéramos quemado. Yo me hubiera quemado”, aseveró. Dijo que murieron vacas calcinadas por las llamas y él hasta encontró en una recorrida un Pudú pudú muerto por el incendio.
Valoró la ayuda solidaria de la gente, “porque de parte del Estado, nada”. Contó que un día los jefes de Parques habían anunciado que metían 90 brigadistas. Montaron una carpa gigante “y al otro día les ordenaron repliegue por el viento”. “Jamás vinieron 90 brigadistas” a combatir el incendio, agregó.
Dijo que ahora ocurre una situación paradójica. “Hay focos secundarios en la zona y en vez de seguir apagándolos se repliegan; yo no los entiendo”, manifestó Montero. “Esperemos que llueva y ojalá lo controlen”, sostuvo.
“Es una pena tan grande. Yo que soy nacido y criado acá y ver el paisaje todo quemado me he largado a llorar”, admitió. Y reiteró que hubo negligencia de parte de los responsables de coordinar el ataque contra el fuego.
El incendio generó grandes pérdidas económicas para los pobladores que viven, en su mayoría, del turismo. “Hace un mes que estamos sin ingreso de nada, porque el fuerte nuestro son los campings”, explicó Montero, que es propietario del Camping Lago Steffen.
Hubo jornadas donde el fuego estuvo a 200 metros de su vivienda. “Eran llamaradas de 30 a 40 metros de altura”, describió. Su casa se salvó porque el viento cambió de dirección.
“Estuvimos quince días con humo continuo que no soportábamos y nos teníamos que encerrar. Es una película de terror”, opinó. “Acá tiene que haber gente que quiera trabajar y coordinar bien y que no se les vuelva a escapar el fuego”, expresó.
Contó que hubo algunos funcionarios que estuvieron en el camping, “pero estaba psicológicamente desbordado, era todo protocolo y uno les pedía acción”.
“Pasó un mes y es de terror, porque la cabeza ya no da más”, reconoció Montero.
La familia de David Schvoumaker está en la zona del lago Steffen desde 1920, antes de que se creara Parques Nacionales. Fueron unos de los pobladores más afectados por el incendio. “Nos agarró de lleno por el lado derecho y el izquierdo”, explicó.
Recordó esos primeros días cuando se podía haber controlado el fuego y no se logró. Aclaró que no es brigadista, pero por esos días de mediados de diciembre escuchaba comentarios que aseguraban que era imposible que el fuego llegara al lago Steffen. Se equivocaron. Las ráfagas lo avivaron y en horas estuvo en ese sector.
David dijo que las pérdidas son importantes para la economía de su familia. Tenían previsto abrir un pequeño camping esta temporada y todo quedó trunco.
La ganadería también quedó afectada porque el incendio afectó el 80 o 90 por ciento de la zona de pastoreo. Y contó que durante varios días tuvo que encerrar las vacas en un corral para preservarlas “mientras se esperaba por dónde iba a pasar el fuego”. “Económicamente me partió al medio”, describió.
“Hace un mes que no tengo ni un mango”, afirmó. “Aparte estuve abocado el 100 por ciento al incendio”, añadió.
Esos días que las llamas se aproximaban a su casa, tuvieron que hacer cortafuegos y limpiar todo y estuvieron con los brigadistas resguardando el lugar.
“El fuego pasó por los costados y dejó como una isla verde donde está mi casa. Parece un milagro”, señaló.
Dijo que es doloroso observar las lomadas de los cerros quemados, los cipresales destruidos y la ladera del cerro Santa Elena arrasada. “Creo que se podía haber controlado de otra forma”, planteó.
Dijo que todavía hay humo por todos lados. “Todos los días venimos de apagar 10 o 12 troncos encendidos”, comentó. “Si eso no se trabaja hoy, mañana va ser un quilombo”, añadió David.
“Creo que este fuego lo que dejó muy claro es la desorganización que hubo de quienes manejan el tema y mínimamente van a tener que responder por las pérdidas”, sostuvo.
“Lo que aspiramos es que Parques se haga responsable por los gastos y las pérdidas”, aclaró.
«Desidia»
Rubén Figueroa vive en la zona de lago Steffen. Durante un mes vive a diario el drama del incendio. Por eso, resumió lo ocurrido en muy pocas palabras: “Desidia, espanto, poco valor al laburo que hacen respecto de la conservación, y la más importante, la soberbia que tiene la gente de Parques ante situaciones como estás donde no tienen la grandeza de pedir ayuda a otras entidades vinculadas al fuego”.
Señaló la descoordinación. “No hay una coordinación. Todo lo van haciendo ahí a los ponchazos y a veces parece que no tuvieran criterio de laburo”. Respecto al daño ambiental causado y las responsabilidades, opinó: “Parques se va a lavar las manos porque va a decir que se actuó de acuerdo a las condiciones del lugar, le van a echar la culpa a la geografía. Parque es un experto en sacarse las culpas”.
El incendio estuvo a unos 10 kilómetros en línea recta a la propiedad de la familia de Claudio Mesa. Por eso, respiró algo más aliviado. De todos modos, aseguró que todo lo que pasó es responsabilidad de Parques Nacionales. “Se llama inoperancia, mal manejo. Hay que revisar todo y barajar y dar de nuevo, que no quede así en la nada”, opinó.
El presidente de la comisión de fomento de El Manso, Pablo Albornoz, destacó el compromiso de los pobladores y de todas las personas que dependen de la actividad turística que genera esa zona.
“Hay que ver cómo nos manejamos de ahora en más para no poner en riesgo el paraíso”, enfatizó.
Se me caían las lágrimas al ver que no se quemaba el pueblo. Eso se festejó como un golazo y después vino la lluvia”.
“Siento que estuve a la altura de las circunstancias”, aclaró. Y recordó que las comisiones de fomento son estructuras muy pequeñas sin recursos. Es clave el rol de gestionador, aseguró.
Destacó que la coordinación de un posible operativo de evacuación de las poblaciones de El Manso estaba preparada. Dijo que los viejos pobladores “no le erraron para nada” cuando anticiparon el comportamiento del fuego. Y recordó que la iniciativa de los cortafuegos la tuvieron los vecinos.
Calificó como un milagro la tarde del miércoles 29 de diciembre cuando las llamas avanzaban hacia la población de Río Villegas y el viento cambió de dirección y la columna cambió de rumbo hacia el Cañadón de la Mosca.
Datos
- 5.438 hectáreas
- de vegetación nativa consumió el fuego que se inició el 7 de diciembre por un rayo en el lago Martin.
- 115 milímetros
- de lluvia cayeron en 24 horas entre el 31 de diciembre y el 1 de enero, y se logró contener el avance del fuego.
Parques Nacionales habla de una actuación a tiempo
El intendente del Parque Nacional Nahuel Huapi, Horacio Paradela, explicó que el primer reporte del incendio que tuvieron el 7 de diciembre pasado indicaba la presencia de tres focos en la zona del lago Martin, que está a unos 65 kilómetros al sur de Bariloche.
Dijo que esos tres focos “fueron abordados con medios aéreos”, pero describió que son sectores donde los terrenos son muy escarpados “de muy difícil acceso”.
“En esos días se trabajaron exitosamente dos de los tres focos”, aseguró Paradela.
Comentó que “uno de los focos permanecía activo y que a los dos días ingresó viento que complicó muchísimo la tarea del personal y es un sector muy alejado, de muy difícil accesibilidad”.
“Y esas situaciones no hay que entenderlas como la falta de recursos, sino como las limitaciones de un evento natural que se produce por un rayo que cae en cualquier lugar inaccesible”, aclaró.
La zona “tenía una carga forestal altísima. No ha sido un problema de recursos o que parques o que las instituciones lo atacaron tarde, sino que se trabajó efectivamente de la mejor manera posible”, sostuvo. Aseveró que se trata de un “incendio de alta complejidad como hacía mucho que no existía en este lugar”. ”, dijo Paradela.
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