A cien años del primer gobernador junto al lago
En la semana que comienza, pero de un siglo atrás, Félix O. Cordero
por FRANCISCO N. JUAREZ
FRANCISCO N. JUAREZ
fnjuarez@sion.com
Fue la primera visita de un gobernador rionegrino a Bariloche. A principios de abril de 1906 el teniente coronel retirado Félix O. Cordero viajó por un sospechoso arreglo extrajudicial que –se deduce- ese gobernador propuso acordar en Puerto Montt con los responsables de la sociedad comercial Hube y Achelis, sentenciados por contrabando y explotación clandestina de bosques.
Como quedó consignado en ediciones precedentes de esta misma página, Cordero llegó al Nahuel Huapi con funcionarios –y a la vez parientes– de su breve gobierno.
El diario La Nación no hizo críticas al gobierno de Cordero ni objetó de este viaje que intrigó a muchos. La Prensa, en cambio, no sólo siguió su campaña que intentaba demostrar el nepotismo que achacaba a ese gobernador rionegrino, sino que reveló que uno de los acompañantes, que actuaba en la gira como si fuera un secretario –Lorenzo Ramasco–, además de su sobrino, era el apoderado para arreglar el juicio contra la sociedad Hube y Achelis.
Esa sociedad, que tuvo su asiento en Bariloche desde poco antes de 1900 cuando compró los bienes de Carlos Wiederhöld y Cía. –fundadora de lo que pronto se llamó San Carlos–, mantuvo su sede central en Puerto Montt.
Cuando un amigo se va
Al momento de la visita de Cordero, la poderosa empresa comercial, agrícola y ganadera Hube y Achelis, ya pertenecía a la Cía. Chile Argentina que adquirió ese verdadero emporio comercial y rural en 1904.
Cuando el gobernador Cordero se extasió frente al lago antes de seguir viaje hasta la sede central de «la Cía.» en Puerto Montt, hacía poco tiempo que había muerto Bartolomé Mitre en su casa de la porteña calle San Martín (el 19 de enero de ese 1906).
Quizás la vieja amistad de Mitre con el militar Cordero, pueda explicar el silencio de La Nación ante los asuntos criticables del gobierno rionegrino que reveló La Prensa. Su fraternidad tenía origen militar: se conocían desde la guerra de la Triple Alianza.
Once días después de la muerte del director de La Nación, en Viedma, a impulso de Cordero, se imponía su nombre a la resucitada biblioteca (la anterior fue arrasada por la inundación que destruyó la capital territorial en 1899).
Las aduanas estaban levantadas cuando Cordero llegó a la frontera, pero el juicio que condenó a la Hube y Achelis a pagar un importe de 6 cifras, se había sustanciado en el año 4.
El arreglo en Puerto Montt con la presencia de Cordero y sus funcionarios parientes, se hizo seguramente entre el 8 y el 10 de abril de 1906 ya que La Nación del domingo 11 de abril señaló por telegrama de Bariloche, que desde Chile habían llegado «Jarred Jones y el gobernador de Río Negro» (en ese orden). El sábado 14 el gobernador y su séquito visitó Pilcaniyeu donde lo saludaron los vecinos y la gente de los toldos del cacique Antemil. El gobernador y su parentela de funcionarios se quedaron una semana más de Bariloche.
Durante su permanencia, se ahondó la división de opiniones vecinales respecto de los funcionarios locales. Los que parecieron ganar la partida en los ánimos del gobernador Cordero, fueron los que atacaban al representante del Ministerio de Agricultura, el «tano» canturreador Umberto Giovanelli, y al comisario José Alanís. Coincidentemente las esposas de ambos eran las impulsoras de la comisión pro templo local, pero la de Alanís fue citada en esos días por el juez de paz a indicación del ingeniero Eliseo Scheroni para que explicara la alteración de su nombre en la solicitud de tierras.
Todos estos datos los publicó La Prensa el domingo 22 de abril por información del día anterior que incluía la noticia de la partida del gobernador. Le precedió un carro que «conducía un bote hasta el nacimiento del Limay». Más tarde salió el gobernador «que seguirá aguas abajo hasta Fuerte Roca». En apariencias, se embarcaría en la peripecia fluvial con el tema de la causa contra Hube y Achelis solucionado.
Conviene repasar algunos datos que fueron antecedentes de la situación: la expansión de la empresa chilena venía en aumento y había creado preocupación al gobierno nacional. Pretendían una línea telefónica trasandina y explotaban los bosques sin autorización. El sumario judicial por esa causa y contrabando se hizo al pié del asentamiento de la empresa junto al Nahuel Huapi (hoy Centro Cívico).
Lo que resulta incomprensible es que Cordero hiciera giras con alguien de los antecedentes del sobrino, apoderado negociador extrajudicial durante el viaje a Puerto Montt del que acababan de regresar, pero tres años antes funcionario policial muy criticado en Roca.
Teléfonos y una jangada
En cuanto a los problemas suscitados con la compañía Hube y Achelis, comenzaron en 1903, cuando su apoderado Alejandro K. von Voykin peticionó al gobierno nacional establecer una línea telefónica privada entre Puerto Blest y Peulla (Chile) en parte de ese corredor montañoso y varias veces lacustre a través de «la cumbre en dirección al Paso Raulí» formándose en el Ministerio del Interior el expediente 59 H-1903. Esas actuaciones parecen insinuar una media autorización a aprobar o no por la Dirección de Correos y Telégrafos, organismo que nunca las autorizó.
Pero los peticionantes construyeron la línea que no sólo funcionó ilegalmente sino que en esas condiciones estuvo entre los bienes que se transfirieron en la venta (1904) a la Cía. Chile Argentina (en la que siguió asociado Federico Hube). Para el 30 de marzo de 1905 la Dirección General de Correos y Telégrafos remitió al ministro del Interior la denuncia de que «comerciantes del lago Nahuel Huapi han establecido una línea de teléfonos entre Puerto Blest, Argentina, y Puerto Peulla, Chile, sin autorización de ninguno de los dos países». Pero el ministro desestimó todo con rúbrica estampada en 8 de abril del mismo año.
En 1903, simultáneamente con esa trasgresión, la firma ensayó el descenso de madera talada en los bosques cercanos y echada por el río Limay, sistema dificultoso que despertó interés por capitalistas que pensaban aserrar los troncos sureños en el valle de Río Negro. Hay todo un historial de ese plan y similares que terminaron en fracaso, tan decepcionante como el de la navegabilidad del Limay por pequeños vapores.
Curiosamente el 6 de setiembre de 1903 se telegrafió desde Paso Limay la siguiente noticia: «Llegó el vaporcito Alejandro después de cuarenta días de navegación desde Neuquén a ésta, en un trayecto de sesenta leguas. Dejó la mitad de la carga en el trayecto. Se conoce que la nave no tiene suficiente fuerza para estos ríos» (LP, lunes 7/9/1903).
Ese fue el primer despacho del nuevo telegrafista en el lugar (un tal Espoli que reemplazaba a saliente comunicador Reguera). En el mismo telegrama dio cuenta de que desde «San Carlos» habían arribado el gerente Voss «en compañía del señor Luis Horn de la casa Hube y Achelis…».
Tres días después, otro telegrama desde mismo lugar divulgó la denuncia de los bolicheros de la región por la «competencia ruinosa» que le hacían los «vendedores ambulantes». Eran los siriolibaneses que secreta y cruelmente iban a comenzar a desaparecer asesinados a partir del año siguiente. El despacho telegráfico también aclaraba que «los señores (de) Hube y Achelis del lago Nahuel Huapi conducían una balsa (más propiamente un jangada) de madera que iba como muestra por el río Limay para Neuquén y antes de llegar al Traful (confluencia con ese río) se deshizo y perdió casi toda la madera». Agregaba que no hubo desgracias.
Recuerdos de garito
Seguramente el gobernador Cordero recogió durante las escalas para acampar durante la aventura por el Limay, noticias lugareñas (la desaparición del estanciero Astete, por ejemplo) y la memoria de anécdotas y tragedias que provocó el río. Quien seguramente evitó otras evocaciones a medida que se acercaron a Roca, fue el sobrino del gobernador y tripulante en el obligado «rafting» de funcionarios rionegrinos: Lorenzo Ramasco.
Es que recordar el miércoles 4 de marzo de 1903, le martillaba la memoria. Ese día fue puesto preso en Roca por disposición del juez letrado Dr. Lamarque. Como era comisario del lugar, fue detenido por el jefe del 2 de artillería de montaña, regimiento que pronto levantaría cuarteles rumbo a Bahía Blanca.
¿De qué lo acusaban? Por el momento, en Río Negro, de nada. Pero Lamarque debió dar curso a un exhorto del juez del crimen de Tucumán, Dr. Molina. Se le atribuía una defraudación cometida como funcionario a cargo de la secretaría del juzgado correccional de Tucumán.
Al día siguiente de la detención del comisario La Prensa tituló su telegrama de Roca: «Arresto de un comisario – Acusado de defraudación – El favoritismo». Respecto de esto último, el cronista dijo que «…había sido nombrado directamente por el Ministro del Interior con prescindencia de los candidatos propuestos por la gobernación» (entonces a cargo de Eugenio Tello, un jujeño que un mes después sería propuesto como candidato a senador nacional).
A pesar que Ramasco no gozaba de muchas simpatías también era cierto que dos días antes se lo había aludido en el mismo diario por las batidas contra los delincuentes que actuaban en la zona rural. «Los agricultores se muestran satisfechos por la últimas batidas…» que no se podían negar, y mucho menos el juzgado, al que el comisario acababa de abarrotarle el palenque con 48 equinos recuperados junto con su auxiliar de campaña.
¿Por qué Ramasco cometió defraudación en Tucumán y se desprestigió como comisario de Roca? Fue un empedernido jugador. Y lo sabía todo Roca.
El tema trascendió ese mismo 1903 a los diarios nacionales. El comisario se sintió molesto y puso en la mira a un joven corresponsal. El diario El País del jueves 27 de agosto del mismo año consigno esta noticia: «General Roca, Miércoles 26. Es muy criticada la actitud del comisario Ramasco, quien encontrándose el domingo en las carreras con el joven Alvino Ibarra, se desató en insultos e improperios a causa de que culpa a este señor de ser autor de algunas correspondencias aparecidas en los diarios de esa». La casa del inspector municipal funcionaba como garito y el escándalo del comisario permisivo y jugador crecería con escándalo.
(Continuará)
por FRANCISCO N. JUAREZ
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