La corrupción al desnudo

Redacción

Por Redacción

Si uno indaga en los pequeños detalles, en las minucias, puede llegar a develar las claves de los procesos más trascendentes. El perverso sistema de «retornos» (uno de los disfraces de la corrupción) precisado por el arrepentido ex secretario parlamentario Mario Pontaquarto al dar cuenta de los sobornos pagados al Senado para aprobar la reforma laboral, desnuda la manera en que peronistas y radicales (también representantes de partidos provinciales y frepasistas, nadie puede hacerse el distraído) vienen canjeando leyes por dinero espurio.

Por eso no es de extrañar que, mientras las principales espadas del presidente Néstor Kirchner celebraban la ofensiva contra la manera nociva de proceder de un cuerpo en el que aún hoy tienen preponderancia duhaldistas y menemistas, el primero en reaccionar haya sido Carlos «Chacho» Alvarez, quien tiró la toalla a raíz de esos episodios renunciando como vicepresidente de Fernando De la Rúa y abriendo la herida que precipitaría el final traumático, en diciembre de 2001, de lo que había sido una esperanzadora alianza en 1999.

¿Muere de una vez lo viejo y nace lo nuevo? Por lo pronto, el precipitado acto de transparencia (no debe olvidarse que cada vez que «Río Negro» difundió las malsanas prácticas en el Congreso, toda la corporación se abroqueló para tratar de silenciar la información aparecida), favorece a la legitimación de la gestión de Kirchner. El Presidente viene zapando desde el 25 de mayo para levantar de 22 de adhesión y formalmente inauguró su período constitucional de 4 años, el miércoles pasado, aniversario vigésimo de la imperfecta democracia, con una adhesión estimada en más del 70 por ciento.

El afán regenerador que moviliza al jefe de Estado abre esperanzas con reservas. La ciudadanía apuesta a un cambio de hábitos: aguarda que «la bomba neutrónica» tirada por Pontaquarto sobre los tres poderes del Estado (pagó el Ejecutivo a través de la SIDE y los jueces cerraron los ojos para que no se investigasen sus patrimonios), además de las modificaciones en la Corte Suprema de Justicia, garanticen reglas equitativas y duraderas para el conjunto y no sesgadas para alimentar una incipiente cultura, en este caso la kirchnerista.

«Estoy podrido de que se siga mancillando mi nombre, mientras otros ascienden en la carrera política e incluso algunos llegan a ser gobernadores», le dijo Pontaquarto al jefe de gabinete Alberto Fernández, unos días antes que la revista «Txt» presentara al ex colaborador del ex senador radical José Genoud como el primer «quebrado» en el tema de las coimas.

«¿A quién te referís? A (Jorge) Busti?», quiso saber Fernández.

«No, a (el pampeano Carlos) Verna y (al sanjuanino José Luis) Gioja», respondió Pontaquarto, cuyo arrepentimiento (para algunos interesado) abrió el camino para romper lealtades cuasi mafiosas.

Los editores de la revista pusieron a resguardo su independencia del gobierno, aunque fuentes oficiales consultadas por este diario dijeron que la SIDE aportó información sustancial.

«Fue una tarea a medias, donde quedaron a la vista los 'nomencladores' con los que se movían los funcionarios: 'Esta ley vale tanto'. Este será un golpe durísimo a una forma de hacer política», señaló un adlátere de K que, además, adelantó que se viene «el destape de otras ollas» en varias intendencias del conurbano bonaerense.

El anuncio conduce a otro terreno cenagoso: al del manejo de los planes sociales y el uso que le dan los «punteros» tradicionales del PJ y de la UCR, y las distintas vertientes de los líderes piqueteros. Al respecto, la semana pasada, antes de abandonar la subsecretaría de Coordinación de la Presidencia para asumir la comuna de San Martín de los Andes, Jorge Carro le avisó a «Río Negro» que se está por acabar «el toma y daca histórico» de los fondos públicos destinados a socorrer a los sectores más empobrecidos de la sociedad.

En este contexto hay que ubicar la advertencia del intendente de La Matanza, Alberto Balestrini, dirigida a ministros y secretarios de Estado que «abusan de sus cargos y nos castigan dando de baja miles de planes Jefas y Jefes de Hogar. No hagan tronar el escarmiento popular», amenazó.

El manejo «clientelístico» de esa ayuda moviliza al gobierno y a los «aparatos». Balestrini estaba particularmente enojado con Carlos Kunkel, quien desde la Secretaría General de la Presidencia alertó también que policías desplazados de la institución estarían alentando a los piqueteros más duros para provocar algún acto de violencia el sábado 20 de diciembre, durante los actos recordatorios de la luctuosa jornada que precipitó la salida de De la Rúa, no ajeno a los hechos de coimas en el Senado.

Cuando la clase media y el empresariado están expectante por las medidas que vaya a adoptar Kirchner tras la transición que hipotéticamente se extendió entre el 25 de mayo y el 10 de diciembre, el Presidente consideró el momento de salir a limitar a los piqueteros. No apelará a «los palos indiscriminados» -subrayó- , pero insistirá en aislar a la izquierda que «usa a los más humildes políticamente». K señaló que esos grupos están «absolutamente equivocados y deslegitimados» y los acusó «de tratar de extorsionar o perjudicar con su accionar a otros argentinos».

La corrupción y el curso de la protesta social fueron temas por los que se interesó el titular del Pentágono, el áspero Donald Rumsfeld, ante José Pampuro, en Washington. El ministro de Defensa explicó que los piqueteros se sienten los verdaderos opositores tras la fragmentación de los principales partidos. Y le pidió paciencia y confianza en la cautela (del desconfiado) Kirchner, quien – según el ex duhaldista – tirará la estantería abajo hasta lograr un gobierno serio y una oposición democrática consolidada.

 

Arnaldo Paganetti

arnaldopaganetti@rionegro.com.ar


Si uno indaga en los pequeños detalles, en las minucias, puede llegar a develar las claves de los procesos más trascendentes. El perverso sistema de "retornos" (uno de los disfraces de la corrupción) precisado por el arrepentido ex secretario parlamentario Mario Pontaquarto al dar cuenta de los sobornos pagados al Senado para aprobar la reforma laboral, desnuda la manera en que peronistas y radicales (también representantes de partidos provinciales y frepasistas, nadie puede hacerse el distraído) vienen canjeando leyes por dinero espurio.

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