Las futbolistas neuquinas pelean su lugar en las ligas
El tema se instaló con más fuerza tras la amenaza de muerte a la porteña Macarena Sánchez. Las chicas de la región cuentan las dificultades para tener iguales derechos que sus pares varones.
El fútbol de mujeres quedó en el centro de la polémica luego de que amenazaran de muerte a Macarena Sánchez, la jugadora de Buenos Aires que encabeza la lucha por la profesionalización de la actividad en Argentina. Pero no es la única que tiene algo para decir sobre el tema, porque en Neuquén las futbolistas vienen recorriendo un camino difícil pero seguras de algo: no lo van a abandonar.
El punto de quiebre entre la posibilidad de que la actividad creciera para alcanzar algún día a la masculina o que permaneciera en una actividad privada que es ninguneada como una moda pasajera se dio con la Liga de Fútbol del Neuquén (Lifune). Marisol Quinchagual relató lo ocurrido como si hubiera pasado recién, aunque todo empezó en el 2014, cuando la AFA obligó a los clubes a tener una categoría femenina en primera división, explicó. Esta fue la oportunidad que estaban esperando ella y sus compañeras, que habían formado un equipo de fútbol entre hinchas de River. Lograron ser parte del club Sapere, aunque con resistencias.
Sol, como le dicen sus amigas, aseguró que desde la institución no veían con buenos ojos el tener que destinar personal, presupuesto e infraestructura para que ellas pudieran jugar. Al parecer no eran las únicas y la situación derivó en la creación de la Liga de Fútbol Femenino (Lifufem), que se desprendía de la Lifune, quitando la condición de tener equipos femeninos.
“Como era a voluntad, ni el 40% de los clubes llegó a tener mujeres y los que las tienen no cuentan con los mismos recursos que los varones, como la disponibilidad de las canchas, el transporte o vestimenta adecuada”, cuestionó la jugadora.
Finalmente el equipo fue expulsado y se convirtió en “Las Funebreras” para jugar de forma independiente. Una de sus compañeras, Abigail Del Río, logró seguir jugando en un club gracias a su incorporación a Petroleros de Plaza Huincul, pero una lesión en la rodilla la tiene alejada por un tiempo, pero no de las canchas. Sería algo impensado para alguien que afirma sonriendo: “Es mi vida el fútbol”. Ahora juega mixtos en canchas para ocho jugadores, hasta que pueda reincorporarse.
Abi, de 26 años, tiene una larga trayectoria. A los 11 integró su primer equipo formal en Junín de los Andes con el que jugaba en un torneo impulsado por las mismas mujeres y no paró nunca más.
Comparte con Sol la mirada sobre las dificultades que enfrentan las categorías femeninas: no les garantizan transporte, les permiten usar la cancha en horarios imposibles porque se prioriza el uso de los masculinos y las acusan de no generar ganancias, por lo que para ellas no hay presupuesto ni infraestructura.
Para una mujer, que de por sí está expuesta a otras formas de violencia en la vía pública y es sobre la que suele recaer el cuidado de los hijos, este contexto se vuelve una barrera más.
“Las mujeres tienen el talento pero no la oportunidad”, lamentó Abigail, contando que en instituciones más grandes, como Boca o River, ocurre lo mismo, por lo que ser profesional en Argentina se vuelve un objetivo inalcanzable. Incluso esto sucede en la Selección, algo inverosímil de pensar con los hombres, que viajan en vuelos charter y se alojan en los mejores hoteles, con todo un equipo técnico a su disposición.
Lo mismo piensa Victoria Sepúlveda, que con 17 años ya pasó por varios clubes y hoy juega en Pacífico.
“A las mujeres nos dejan para lo último y eso nos baja el rendimiento”, criticó y resaltó que la cuestión económica convierte en un camino de espinas filosas el sueño de ser futbolista.
Mientras que a los varones las instituciones les brindan apoyo como las pensiones y becas, las mujeres se tienen que pagar todo. La perspectiva de “probarse” ante algún representante que llegue a la zona simplemente no existe para las niñas, cuando es algo normal para los varones futbolistas. La otra cara de la falta de estimulo, es lo que ellas llaman el negocio privado. “Ven la necesidad, la pasión por el fútbol de las mujeres y hacen un negocio”, renegó Abigail. Hablan de los equipos que se forman a voluntad, esos que tienen que abonar una tarifa para competir y de premio reciben “un fuerte aplauso”.
Las que no pueden pagar 600 pesos para usar una cancha (sin contar los gastos como la indumentaria y los botines), hacen actividades para juntar fondos y participar de los torneos o arman partidos donde pueden, como pueden, porque saben que son muchas y que tienen el derecho (y la zurda también) para jugar como cualquiera.
En 2017, el reclamo de la Selección argentina por la falta de pago de viáticos puso al fútbol femenino en la boca de todo el mundo. Esta vez, fue la amenaza de muerte que sufrió Macarena Sánchez, la jugadora que encabeza el reclamo de profesionalización, la que volvió a traer el tema a la agenda.
Sánchez inició un reclamo para que su club, el UAI Urquiza, reconozca la relación laboral y que la AFA intervenga, luego de que su entrenador la dejara fuera del equipo. Lo que podía ser un pedido personal se convirtió en una cruzada colectiva, porque la jugadora aprovechó lo ocurrido para hacer públicas las necesidades de sus pares: ser reconocidas como deportistas profesionales, con el pago y los recursos necesarios. A esto se le sumó el llamado de atención a la AFA para que incluya dentro de su estructura a las jugadoras del interior del país.
La respuesta que obtuvo Sánchez recibió agresiones en las redes sociales, pero encontró el “punto final” con la foto de un arma y una mancha de sangre en el piso de fondo, advirtiendo: “hay muchas personas enojadas (…) hay bastante dinero por tu cabeza… Vas a morir muy pronto”.
A las mujeres nos dejan para lo último y eso nos baja el rendimiento
Victoria Sepúlveda, una de las jugadoras neuquinas que sueña con ser profesional.
Las mujeres también tiene su historia en otro sector de la cancha, uno de los más agredidos por las otras personas que forman parte de un partido de fútbol: el arbitraje. Si bien la actividad vive un “boom” femenino en los últimos años, tal vez acompañado por la creciente cantidad de jugadoras, arrancó con una única representante: Laura Escobar.
Ella heredó la vocación de su padre, Carlos, referente de la Asociación Provincial de Árbitros de Fútbol (APAF), que fue quien la invitó a participar en el torneo Don Pedro en el 2009, como parte de un proyecto que buscaba involucrar a las mujeres a la actividad.
Al principio estaba sola, durante unos años se sumó una compañera que se terminó alejando, después otra y así estuvieron, de a dos, hasta que casi de golpe pasaron a ser más de 25. Una es Camila Viscarra, de 22 años, que pasó de jugadora a árbitra hace cuatro años, cuando se desarmó el equipo en el que estaba. Alguien le contó cómo funcionaba, se “enganchó” y no largó más.
Aunque ahora es más habitual, en los comienzos “yo les decía ‘¿no querés venir que estoy sola?’ pero no se animaban a dirigir a los hombres”, recordó Laura y contó que antes de empezar estudió mucho: “era la primera mujer, todos los ojos iban a estar sobre mí, y no me podía equivocar.”
Para ejercer el arbitraje en Neuquén hay que hacer un curso en APAF que dura dos años, luego la capacitación sigue a nivel provincial. Quienes tengan el deseo puede capacitarse para tener la habilitación nacional, pero ninguna de las neuquinas lo hizo porque las perspectivas no son las mejores. Se trata de una carrera corta porque involucra el físico y en las grandes ligas las mujeres no tienen oportunidades, la mejor chance es ser asistente, pero no árbitra, y, así, otro sueño se descarta.
La goleadora
- 500 mil
- dólares al año gana Marta Vieira Da Silva, balón de oro cinco años seguidos y máxima goleadora de la Copa Mundial Femenina.
El mejor pago
- 100 millones
- de euros al año percibe Lionel Messi , considerado el futbolista mejor pagado en el mundo.
La voz del experto
Un reclamo incómodo porque cuestiona privilegios
El ideal de equidad en el deporte tiene mucho de doble discurso. La preponderancia del varón para acceder a recursos necesarios para practicar una disciplina, es la réplica de lo que ocurre en cualquier actividad social.
Si a los clubes les cuesta horrores llegar a fin de mes para participar de las ligas locales en formativas y primera, para las mujeres la misión es el doble de difícil.
Por un lado se les achaca no generar los mismos ingresos e interés que el deporte masculino. Sin embargo, para que ello ocurra, debe existir en algún momento una piedra fundacional que les otorgue la posibilidad de estar en igualdad de condiciones. Los equipos de mujeres, en casi todas las disciplinas, entrenan cuando pueden. Ni hablar del factor cultural que es lo primero que intenta alejar a la mujer del deporte. En el deporte amateur, las mujeres están relegadas pero mucho más presentes que en la esfera profesional.
Todo esto genera incomodidad porque cuestiona privilegios y apunta a cambiar el status quo. Pero por algún lado hay que empezar, porque si no siempre nos escondemos detrás de una excusa.
*FACUNDO RUMENE facundorumene@rionegro.com.ar
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