Trágico incendio en Viedma: “Fue una trampa mortal, no pudieron salir”, dijo el fiscal

Juan Pedro Peralta recordó el fatal desenlace en la capital rionegrina. Hondo pesar en el sepelio de las siete víctimas.

“Fue una trampa mortal, no pudieron salir”, repite el fiscal Juan Pedro Peralta al recordar el trágico desenlace del incendio que costó la vida a siete miembros de una familia de Viedma.

“Todo se consumió muy rápido” en esa reducida habitación en la que vivían Débora Huaiquillan y Jonathan Sanzana, y sus seis hijos, de uno y doce años. Sólo el padre sobrevivió, y lucha por su vida.

Ayer se realizaron los sepelios de las siete víctimas fatales, que –según el resultado de las autopsias– fallecieron por “carbonización vital”. El velatorio se cumplió en el salón de la Mutual de Obreros de la Construcción, embargado en el pesar y en lo irreparable.

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Peralta fue testigo del “horror”. Llegó al lugar cerca de las 4. Ya estaban los progenitores de Débora, Félix Huaiquillan y su esposa, y también Sanzana, padre de Jonathan. Los bomberos y efectivos sofocaban los últimos focos internos en la habitación.

Hubo que esperar que bajara la temperatura de la pieza y, al rato, recién ingresaron los peritos. En principio, se hizo un “escombriado” –sacar escombro por capas– para ver si existe algún elemento que precise el origen del incendio, pero no se encontró nada.

“Todo indica que estaban secando algo o quedó algo encendido. Arriba de la cocina hay escombros desprendidos y eso señalaría que el foco estuvo ahí”.

Era una habitación pequeña. En un rincón, la cocina, y, al lado, un ropero –con ropa de ocho personas– y las dos camas, una de dos plazas y otra de una plaza.

“El escenario era desgarrador, un horror”, dice Peralta, al narrar su ingreso al lugar.

Uno de los chicos había quedado abajo de la cama, otro entre ambas. La madre y los cuatro menores estaban arrinconados.

“Fue una trampa mortal, no pudieron salir”, repite el fiscal. El techo tenía placas de telgopor, que cuando se quemó originó ese humo tóxico. “Todo se consumió muy rápido”, relató Peralta.

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“No sabemos con exactitud si el padre estaba en el interior”. El primero en llegar fue el hermano de Débora, Pablo –que tiene su departamento también en el patio familiar–, y observó que Jonathan estaba afuera arrojando agua –con “una manguerita”– en un intento desesperado de apagar el fuego, ya descontrolado.

Los Huaiquillán y los Sanzana son familias de la construcción. Son casi vecinos y son iniciadores de una barriada de trabajadores del sector.

En esas horas desoladoras, Don Félix repetía que su propósito era concluirles una pieza arriba de su vivienda y así “darle más espacio” a la familia constituida por su hija y Jonathan. “Ya la estaba construyendo, pero la crisis…”, decía en la madrugada del jueves fatídico.


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