Habilidad y decisión para domar metales

En los centros de formación profesional son cada vez más mujeres las que eligieron aprender a soldar, un oficio que parecía que sólo estaba en manos de los hombres.

“No sé coser, no sé bordar, pero sé abrir la puerta para ir a soldar”. Esta reversión del clásico Arroz con leche aplica a las adolescentes y adultas que se calzan guantes, pechera, máscara, gafas de seguridad, protectores para el oído, botines y se van a sacar chispas. Mujeres de entre 16 y 40 años participan cada vez más en los talleres que se dictan en la provincia, en los centros de formación profesional y aulas móviles.

“Hace muchísimo tiempo que venía buscando este curso y nunca se me dio, hasta el año pasado que se presentó en Vista Alegre, mi ciudad, y fui y me anoté con poca expectativa, porque no era para todo el mundo, en teoría, y era más para los hombres. Todo lo que es el machismo, en realidad. Éramos tres mujeres: las dos chicas quedaron en el camino por equis motivo y yo terminé, gracias a Dios terminé, y me encantó. Es algo que me fascina hacer. Tengo amigos que son soldadores, mi papá sabe soldar, pero nunca me quisieron enseñar. ¿Por qué? Porque era mujer. Entonces yo dije: “Lo tengo que hacer, tengo que romper eso. Y lo hice. Es mi oficio y mi sustento del día a día”, asegura Jesica Burgos de 32 años, madre de dos hijos y jefa de familia.

Es la primera que toma la palabra en esta ronda improvisada en una cocina del Cemoe, ubicado en Antártida Argentina 1710. Muchas no se conocen, porque asisten a distintos talleres (ver aparte) pero comparten la misma pasión.

Teresa Stagnaro de 40 años dice que no se requiere de ninguna habilidad específica para soldar. “Tenés que prestar atención porque necesitás mucha precisión, tenés que tener mucho cuidado porque es muy lento, si vos te apurás la soldadura no sale; pero es hermoso. Yo empecé porque quería una entrada más; soy cabeza de familia, tengo a mis niños. Tener que depender de los demás no me gusta”, explica.

“Yo sabía agarrar el electrodo y poner a soldar. Es cuestión de práctica y de mucha habilidad. Vos tenés que seguir adelante, no importa lo que digan los demás”, agrega Agustina Coskararte, de 16 años, que es la única chica en su taller. Al lado de ella está Milagros Giménez de 17. “Decidí venir porque me gusta”, afirma. Cortito y al pie, sin más vueltas.

“Me encanta que se estén abriendo oportunidades para las mujeres, que no haya discriminación. Justo salió el curso en la Municipalidad de Centenario, me anoté y quedé. Me gusta la rama de la artesanía, me gusta mucho la idea del reciclaje y ponerme a hacer esculturas y demás. Si se me diera para trabajar en una empresa, bienvenido sea. También hacerme cosas de mi casa, mis rejas. No tener que depender de otra persona, ser autosuficiente. A las mujeres nos buscan en las empresas porque somos más detallistas, más ordenadas”, sostiene Camila Aravena Vega de 23 años.

“Nosotros formamos para y en el trabajo, independientemente de lo que ellas vayan a hacer después en su proyecto de vida, pero se anotan por una salida laboral inmediata”, plantea la supervisora de formación profesional, Amanda Rodríguez. Señala que el objetivo es que cuando se egresen “puedan trabajar en una empresa, puedan trabajar en forma independiente o puedan trabajar asociativamente.” Los talleres duran un año y después hay especializaciones.

Jesica cuenta que uno de sus hijos le preguntó: “Mamá, ¿cómo te vas a meter a hacer eso? Si eso es de hombres…”. “No hijo, es un trabajo más”, le respondió. Hoy le está enseñando ella a soldar. Insiste en que es importante “romper con ese mito”. “Es romper con el patriarcado”, suma Camila. “Exactamente”, le contesta Jesica. La revolución de las mujeres también llegó a los galpones de chapa.

Agustina Quiroga de 24 años manifiesta que su objetivo una vez que termine el curso es trabajar con su hermano. “A nosotras nos pasa con los varones que tenemos que estar encima de ellos, en vez de ellos encima de nosotras”, añade Agustina.

Para María Ángeles Ovelar de 30 años es un poco absurdo pensar que este oficio no les pertenece: “En realidad ves mujeres por todo el mundo haciendo un montón de cosas: pilotos, astronautas, soldadoras, mecánicas, albañiles”.

“Nos enseñaron a ser rivales, pero decidimos ser aliadas. Sororidad”, pintan en los carteles las mujeres cuando marchan. Dalila Painenahuel de 41 años recupera un poco de eso en su relato: “Entre nosotras no hay competencia, no competimos ni con los varones ni con nosotras mismas. Nos ayudamos mucho, nos apoyamos mucho. Tengo mi compañera de curso y yo siempre la llamo y le digo ‘Seguí’”.

De eso también se trata soldar: de unir, ser cada día más, todas juntas.



 En los Centros de Formación Profesional (CFP) y Aulas Taller Móviles (ATM) gratuitos:

En Neuquén capital CFP N°1 (Santa Cruz 741), CFP N°2 (calles 11 y 3, Parque Industrial), CFP N°5 (Bustos Pérez y Pilo Lil, Valentina Sur), CFP N°6 (Ministro González 450), CFP N°35 (Obreros Argentinos y Chocón, Confluencia) y CFP N°36 (Cabellera del Frío y Territorial Neuquinos)

ATM Centenario (Canadá y Coronel Villegas, Centenario) y ATM Andacollo (Gobernador Sapag 120).


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