Harry y Meghan se casaron entre celebridades y admiradores
El príncipe Enrique de Inglaterra y la estadounidense Meghan Markle se casaron este sábado en Windsor, en una iglesia San Jorge llena de celebridades y con miles y miles de personas esperándolos en las calles.
Tras toda la polémica suscitada por la ausencia de su padre Thomas Markle, Meghan Marle recorrió prácticamente sola todo su camino hasta el altar.
Markle llevaba un vestido blanco diseñado por la británica Clare Waight Keller para Givenchy, con velo, escote de barco y el pelo recogido con una tiara, y se tomó del brazo de su suegro, el príncipe Carlos, a muy poca distancia del altar.
Ahí la esperaba su novio, Enrique de Inglaterra, vestido con uniforme de gala militar.
Los futuros duques de Sussex esperaban ser declarados marido y mujer.
Enrique de Inglaterra llegó a pie a la iglesia cuando faltaba algo menos de media hora, acompañado de su hermano Guillermo, su padrino de boda.
La gente en las calles vitoreaba cada momento destacado del día, retransmitido en las pantallas gigantes.
Markle emprendió el camino a la iglesia en un Rolls-Royce Phantom IV, acompañada de su madre Doria Ragland.
Entre los hombres predominaba el chaqué oscuro, combinado con chaleco brillante y corbata, ellas con tocadas con vestidos de todos los colores, y espectaculares sombreros.
Las calles de Windsor estaba abarrotadas de gente esperando el paseo de la pareja en carroza descubierta a las 13H00 (12H00 GMT), después de la ceremonia nupcial.
La reina Isabel II de Inglaterra nombró a Enrique duque de Sussex, conde de Dumbarton y barón de Kilkeel, respectivamente, un titulo nobiliario inglés, escocés y norirlandés, como manda la tradición.
La actriz ostentará los mismos títulos en cuanto se case.
At the High Altar, The Dean of Windsor greets the congregation and reads the Preface #RoyalWedding pic.twitter.com/UaTvISpygm
— Kensington Palace (@KensingtonRoyal) 19 de mayo de 2018
Al final del paseo, de una media hora, se cerrará el telón al público y empezará la parte privada de la boda, con un almuerzo ofrecido por Isabel II en el castillo de Windsor y una fiesta de noche en la mansión Frogmore, gentileza del padre del novio, el príncipe Carlos de Gales.
En las calles de todo el país se organizarán fiestas vecinales, al amparo de unas previsiones meteorológicas esperanzadoras, y el día acabará bien regado por la muy graciosa concesión de permitir que los pubs cierren más tarde que lo habitual.
Todo ello, rodeado de grandes medidas de seguridad, en un país que sufrió cinco atentados en 2017, con un balance de 36 muertos y decenas de heridos.
– “Stand By Me” –
La ausencia de Thomas Markle, por razones de salud y tras conocerse que se había prestado a escenificar unas fotos para unos paparazzi, marcó los prolegómenos de la boda.
La ceremonia se ajustaba a las tradiciones de la Iglesia de Inglaterra, con algún toque diferente, como el coro de gospel que cantará “Stand By Me”, y el sermón de un pastor estadounidense, más enérgico y grandilocuente de lo habitual por estos lares.
Atrás quedaron los tiempos en que una divorciada estadounidense -Wallis Simpson, cuya boda con Eduardo VIII le obligó a abdicar en 1936 después de un breve reinado de 11 meses- podía hacer temblar los cimientos de una institución que ha presidido la vida del país desde la noche de los tiempos, con una breve interrupción en el siglo XVII.
– En tiempos de Brexit, siempre queda Isabel II –
Markle será la primera mulata de la familia real que se recuerda, acercando más que nunca el palacio de Buckingham a los barrios jamaicanos de Londres, donde el enlace ha despertado también interés.
“Está muy bien que esta persona llegue a la familia real, nos da sentido de pertenencia”, dijo a la AFP la tendera caribeña Esme Thaw en su comercio de Brixton, el popular barrio de Londres.
La boda es una gran operación de relaciones públicas para la Casa Real británica, que podía haber optado por la privacidad que sus jóvenes miembros suelen reclamar, pero que ha preferido echar mano de la pompa y circunstancia que la hacen atractiva.
Como manda el boato, la boda tendrá lugar en una lugar altamente simbólico, la iglesia de San Jorge del castillo de Windsor, un templo gótico originalmente del siglo XIII, donde está enterrado Enrique VIII, templo de la Orden caballeresca medieval de la Jarretera, que integran, entre otros, Isabel II, Felipe VI de España y el emperador japonés Akihito.
Desaparecido el Imperio, con el Brexit en el horizonte, y un gobierno británico que suscita pocas simpatías en el mundo, Isabel II y su clan están ahí para mantener la frente alta, como demuestran las miles de personas de todo el mundo, y en particular de las antiguas colonias, que viajaron hasta Windsor y cuyas banderas se mezclaban con las Union Jacks.
Ms. Meghan Markle arrives at St George's Chapel #RoyalWedding pic.twitter.com/Hj79je8glV
— Kensington Palace (@KensingtonRoyal) 19 de mayo de 2018
Comentarios