El chef naturista Navarro enseña en 50 recetas cómo cambiar la dieta de los chicos
Su obra “Kiosco saludable” es una importante guía para la educación alimentaria familiar. Toda transformación debe ser paulatina, recomienda.
Gentileza
“Kiosco saludable”, cuyo autor es el chef naturista Mariano Navarro, es una guía para conocer la importancia y los beneficios de una educación alimentaria, que aporta al crecimiento y buen desarrollo de los chicos. Sirve para que docentes, padres, madres y alumnos, puedan implementar kioscos saludables en los establecimientos educativos e inclusos en sus hogares. Viene, además, con recetas y consejos para llevar adelante este proyecto tan necesario. La semana última se presentó en Allen; anteriormente se hizo lo mismo en otras ciudades del Alto Valle y Valle Medio de Río Negro.
Navarro también se dedica a brindar asesorías sobre nutrición y hábitos saludables, dando charlas y talleres en distintas instituciones y ciudades, como han sido escuelas primarias y técnicas, el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria, Ferias Gastronómicas y la municipalidad de Choele Choel.
Ahora se encuentra con la energía en formar una escuela de cocina natural y ya por publicar la tercera edición de su libro, del cual se vendieron 1000 ejemplares el pasado año.
En mayo de este año se filmará un documental sobre Alimentación Consciente y el proyecto “Kiosco Saludable” ya es parte de este documental.
– ¿Cómo comenzaste tu camino de consciencia en el consumo alimentario? ¿Hubo un disparador puntual?
– El camino siempre estuvo en la chacra donde actualmente vivo. Allí estuvo el alimento biológico: huerta, frutales, animales, leña, naturaleza y río. Lo que me faltó en la adolescencia es aquella guía que me ubicara y que me pusiera en la senda ya que, en aquellos momentos, las emociones me llevaban a consumir toneladas de azúcar y harinas blancas y algo de alcohol, entrada la adolescencia.
Y así, la urticaria en todo el cuerpo, las operaciones quirúrgicas, mis emociones, mi ansiedad, mi hígado… me pusieron en una encrucijada de “tómalo o déjalo”. Obviamente lo tome como un desafío de dejar los lácteos, los azucares y el alcohol, para comenzar a tener un poquito más de consciencia en la vida.
En 2001 fui a estudiar Gastronomía en Bahía Blanca. Y allí comenzó mi indagación sobre lo que consumimos y, por, sobre todo, lo que ofrecemos los gastronómicos a la hora del servicio de un restaurante: comida poco fresca, comida sobrecalentada, comida calentada a microondas y encima, la energía que le imprimimos a la hora de preparar ese alimento.
En 2003 tomé un taller de Alimentación Saludable en Las Grutas con Silvana Ridner. Luego abrimos el restó del Casino Crown, donde implementaba opciones vegetarianas en la carta, teníamos una mini huerta de aromáticas y vegetales en la parte trasera del casino, meditábamos, nos sumergíamos en el reiki y optamos por vivir en una chacra.
Era tal la búsqueda, que, en la cresta de mi ola profesional, dejé de trabajar en el Casino porque ya no toleraba cocinar carnes, cremas y todo lo relacionado al sistema tradicional de gastronomía. De ser el chef del casino pasé a buscar un espacio donde comenzar a cocinar saludablemente.
En 2005 estudié Ayurveda, Macrobiótica, alimentación Feng Sui y ya no había vuelta atrás. Comencé a dar talleres de alimentación y Ayurveda, nos alimentábamos cada día mejor y la búsqueda se afianzaba cada vez más. Ese mismo año conocí a mi amiga y maestra Mirian Beraza (Terapeuta Colonica) y comenzamos a dar talleres de alimentación macrobiótica en su casa.
En 2008, di un taller de alimentación saludable para niños luego de que, en el programa de Salud en las Escuelas, constataran lo que se ve muy claro en estos tiempos: obesidad infantil, diabetes tipo uno, problemas respiratorios, desviación de columna (lo que yo llamo NIÑOS PAMIS). Así es como empiezo a trabajar en una escuela para mejorar la calidad de alimentos que se ofrecían en los recreos.
Sin querer, estábamos haciendo “Kiosco saludable”. A partir de aquí el proyecto fue creciendo a un nivel impresionante, con una aceptación muy buena y, sobre todo, los cambios a nivel salud de los niños a corto plazo eran impresionantes. El proyecto se tornó itinerante, ya no era una escuela sino muchas las que optaban por este proyecto.
En 2009 hice talleres para adolescentes, para adultos, para diabéticos, en escuelas, hospitales, comedores escolares. Les enseñábamos a cocinar a todo el pueblo. Ya mi alma me llevaba a dar talleres de todo tipo y color así que me sumergí de lleno a esta misma senda que me tiene trabajando ya hace nueve años.
– ¿Qué te lleva a querer seguir trabajando sobre la consciencia colectiva?
– Por un lado, devolver lo que la vida me ofreció: recursos, tiempo, maestros, amigos que me llevaron por esta vía y, por otro lado, entiendo desde lo más profundo mío, que ésta es mi tarea en esta Tierra. Además, lo disfruto muchísimo y lo agradezco día a día. Porque tengo una consciencia muy profunda en cuanto a la situación de la salud de las personas en la que, en cierto punto, puedo dar una mano.
En cuanto al trabajo en las escuelas, me motiva que, a mi entender, allí se encuentra el 100 % de los niños, que pronto serán padres. Y si no paramos esto (desde los programas más sencillos y simples como una charla, enseñarles a cocinar y comer) será muy difícil revertirlo y volverán a repetir lo que aprendieron desde el sistema de consumo. Entonces, ahí estamos para enseñarles a re-aprender. Eso me entusiasma muchísimo.
– ¿Cómo vivís el día a día en una estructura social, política y económica que aún puja por continuar el ciclo-sin-fin: consumir comidas-enfermar-consumir fármacos?
– La sociedad actual aprendió a comer-enfermar-médicos-fármacos-obra social y por ultimo pagar donde vamos a morir. En el trascurso de este ciclo nadie se animó a preguntarse por qué este ciclo debe ser así y tan traumático.
Pero lo que resulta fácil para algunos de nosotros, para la sociedad actual es muy difícil. Es hacerse cargo y reconocer ciertas cosas que venían haciéndose mal. Y para no transitar, indagar y herir su ego, lo duerme con fármacos o azúcares. Así vemos cómo barrios o ciudades enteras enferman sin querer-queriendo, hasta que se encuentran en un estadio de su vida, entorno o de la enfermedad, casi caótico. Tampoco tienen las herramientas para salir de esa burbuja auto destructiva.
Y es ahí donde a mí me gusta trabajar. Yo digo que, si hay gente que “está en el horno”, entonces yo me meto en el horno con ellos: doy charlas en hogares, para mujeres en situación de riesgo, para adolescentes judicializados, hogares de ancianos… y entre todos vamos saliendo a flote.
La tarea es dura, pero se puede. Y cuantos más seamos trabajando en estos lugares, el futuro se ira aclarando. ¡Hoy es más fácil que hace diez años! Antes había que ir cuasi llevando la palabra y hoy, hay más información. Además, el estado de salud de algunas personas es terrible y en la desesperación o búsqueda, prueban con lo alternativo. Lo vemos claramente con la proliferación de almacenes naturales, herboristería o productores que apuestan a este tipo de alimentos.
Por lo tanto, lo vivo con mucha responsabilidad, dedicación y muchísimo amor.
– ¿Cuál sentís que es la mejor manera de comenzar un cambio de hábitos de consumo más consciente?
– En el transcurso de mi vida me he dado cuenta que todos tenemos un tiempo de transición. Respetar este tiempo personal es primordial para no recaer en futuros errores o frustraciones.
Siempre digo en los talleres que lo más importante es reconocer en qué proceso nos encontramos en cuanto a nuestra alimentación. Reconocer los alimentos “prohibidos” (gaseosas, jugos industriales, golosinas, caldos, sopas, latas, embutidos, etc.) y paulatinamente ir agregando verduras de estación, frutas, cereales, semillas, agua y a su vez, los hábitos.
El cuerpo tiene la sabiduría, debemos encontrarla. Y en el transcurso del cambio o de la transición, iremos mejorando y aclarando nuestras emociones. Y, sobre todo, el sistema nervioso del cuerpo se ira equilibrando para poder pasar a un siguiente escalón.
Pero para esto debemos hacer un cambio INTEGRAL. Es decir, no pasa sólo por la alimentación: también respiramos, también nos alegramos y también debemos encontrar la paz mental. Que creo es la finalidad de esta vida.
– En tu experiencia llevando conocimientos tanto a los adultos como a niños, ¿observás que uno de los dos integra más fácilmente los contenidos?
– Es una de las observaciones que más trabajo con el libro Kiosco Saludable. El adulto viene con un chip ya programado: el sistema, el establishment, que comenzó en 1954 con la famosa Revolución Verde “en pos de la alimentación del mundo” y que estalló en la década de los noventa. La misma nos decía que “cocinar es aburrido”, que “cocinar da olor en la casa” (por eso vinieron los aromatizantes), que “tener una bebida cola en la mesa es sinónimo de progreso”, que “no tengo tiempo de cocinar” o que “cocinar saludable es más caro y feo”.
Todo el trabajo que hicieron nuestros ancestros lo destrozamos en menos de diez años. Nuestros abuelos eran expertos en nutrición, aplicaban la herboristería a la perfección, tenían sus huertos, sus animales, sus frutales y sus plantas medicinales.
Al adulto todo eso se lo vendieron como anti-progreso (el sistema es muy grande y con amplios recursos para engañar) y abandonó las chacras para ir en busca del “progreso”. Encontró confort y compró. Y luego enfermó. Pero ahí estaba el sistema de consumo nuevamente, con sus clínicas privadas, con sus fármacos, con sus analgésicos (ellos saben que te están envenenando para que no te mueras en lo inmediato, ya que se quedarían sin clientes). Todo esto el adulto de la generación de los 50-60 lo compró y le encantó. Los durmieron y ahora los vemos padecer la vida.
En cuanto a los niños, son más permeables y respetuosos a lo que les diga el profe o el adulto. El trabajo con los niños no tiene techo y lo experimentan sin prejuicios. Cuesta un poco más con aquellos niños que vienen con una cultura muy fuerte desde el hogar de la sociedad de consumo, pero cuando uno logra entrar a los hogares desde distintas puertas, el cambio es hermoso.
Estefanía Fachinetti
“Kiosco Saludable” puede encontrarse en los siguientes puntos de Neuquén Capital:
Escuela de Cocineros Patagónicos (calle Juan XXIII 1255)
Espacio depurativo de Miriam Beraza (calle Crestía 184)
Carro de alimentos saludables Vibro Alimentos (Bardas Parque Norte, al lado del Observatorio Astronómico de Neuquén)
Comentarios