30 años sin Luca: recuerdos de un “sumo” cipoleño
Por Ricardo Capellán (*)
Corría el año 1986 e ingresaba al secundario en el Colegio Nº 5 de Cipolletti entre resacas de una primaria acompañada de militares, guerra de Malvinas y pura música internacional o imitaciones berretas de los hits extranjeros como “Argentina es nuestro hogar”.
Por suerte en el secundario me empecé a empapar de la música nueva que surgía en Argentina y comenzaba a entender que algo nuevo estaba sucediendo; las bandas aparecían de todos los rincones en una democracia floreciente y con estilos que nunca antes había escuchado. Podría nombrar a miles pero hubo una que me llamo mucho la atención por su desfachatez a la hora de decir las cosas, por el estilo “rudo” que expresaban musicalmente (luego descubrí que era post punk y que Luca era extranjero y traía en su sangre a los Sex Pistols, The Clash, Joy Division y otras bandas) y por cantar en inglés.
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Creo que mi primer contacto con Sumo fue en aquellos asaltos que hacíamos en las casas de los amigos y entre Soda Stereo, los Enanitos Verdes y Virus aparecían cosas como “la rubia tarada” o “mejor no hablar de ciertas cosas”, canciones que brotaban de un cassette o un vinilo que no todo el mundo tenía y no eran fácil de conseguir.
Me fui rodeando de amistades que compartíamos la misma música y nos intercambiamos los cassettes que se clonaban de TDK en TDK con ese milagro que se llamaba “Doble Cassettera”. Inclusive ya teníamos nuestra banda “Los Intelectuales” en lo que tocábamos una mezcla de todo eso que estaba pasando por los oídos y en el cuerpo sin lugar a dudas.
Tuve la enorme fortuna de tener un amigo que atendía una disquería en Cipo, Charly (Música Total), y así ser uno de los pocos afortunados que podían escuchar los discos mucho antes que el resto de los mortales cipoleños.
Así me llegó “Divididos por la felicidad”, “llegando los monos” (con sus Viejos Vinagres) y “After Chabon” (tapa de disco que me pintó mi amigo Max Catalán en la espalda de una campera de jean negra que nunca me sacaba)
En diciembre del 86 tuve la suerte de verlos en la “Isla Rock” de Cipolletti, festival que se llevó a cabo en la isla Jordán y que duró tres días y trajo a las bandas top de ese momento. Recuerdo la tarde en que los sumo llegaron en un colectivo “doble camello”, estacionaron junto al escenario, se bajaron, jugaron un picadito con unos pibes y probaron sonido. Fue una noche mágica, el pelado Luca estaba prendido fuego y la banda arrasaba con la juventud de Mollo, Arnedo y compañía entre los saltos y el pogo de un público que cumplía su sueño. Nunca lo voy a olvidar.
Un año después, el 22 de diciembre de 1987 me entero que Luca había muerto y entendí que Sumo ya era parte indiscutible del Rock Nacional, una de esas bandas que si no hubiese existido hoy no existirían muchas de las actuales. Ese día todo cambió para siempre.
(*) Músico cipoleño. Formó “Los intelectuales” y “Faltó Sarmiento”, entre otras bandas. Fundó y es parte de “Los conductores suicidas”, mítica banda tributo a Joaquínn Sabina.
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