Ástor Piazzolla gana vigencia a 25 años de su muerte

El carácter vanguardista del tango del autor de “María de Buenos Aires” obtiene en la actualidad un reconocimiento en la Argentina que el músico marplatense no pudo cosechar en vida y hoy es referencia ineludible de los nuevos creadores.

A 25 años de su muerte –falleció el 4 de julio de 1992– la figura del bandoneonista y compositor Ástor Piazzolla impone una certeza: Nadie escribe tango sin acudir a su referencia y, acaso por esa misma razón, la obra del músico que atizó y amplió los horizontes de una estética también puede ser observada como un riesgo para aquellos que se detienen en la copia y en la repetición de un estilo.

Con la ambición de cruzar el lenguaje de lo popular y lo culto, Piazzolla emergió del mejor linaje de la tradición tanguera –la orquesta de Aníbal Troilo–, a la que luego desafió para, finalmente, instalarse en el canon que hoy ocupa.

Su legado trasciende un género (las bateas universales de Amazon lo ubican simultáneamente en las categorías del tango, el jazz, la música clásica y la world music), pero la pericia compositiva y la amplitud de su enfoque prevalecieron por afirmarse en ese lenguaje popular y local que tan bien conocía a pesar de su crianza neoyorquina.

Considerado un revolucionario del tango, el estilo sinfónico tan particular de sus composiciones abrió un nuevo camino en la música ciudadana. Rompió moldes en un ámbito conservador que no supo en su momento valorar el aporte, pero hoy es fuente de inspiración de jóvenes orquestas en la búsqueda de un sonido innovador.

“Eso no es tango” se decía en los años del surgimiento de Piazzolla, rememoró alguna vez el poeta uruguayo Horacio Ferrer, quien compuso 53 títulos junto a Piazzolla.

Maltratado

“Él quería ser reconocido acá. Cada año veníamos una semana a Buenos Aires, porque decía que necesitaba nutrirse; después nos volvíamos a París porque lo maltrataban”, expresó Laura Escalada, su compañera durante años, aún herida por el desprecio que sufrió el músico. La viuda, presidenta de la Fundación Ástor Piazzolla, aseguró al diario “Clarín” que “Ástor nunca supo que iba a trascender como trascendió”.

Su nieto Pipi Piazzolla, también músico, coincidió: “Acá, ahora, mi abuelo es más valorado que cuando estaba vivo. La gente que lo combatía, sectores tradicionalistas del tango, se quedó sola o ya no está”.

Hay tantas formas de definir el tango de Piazzolla como oyentes haya. “El tango diría que es casi como el jazz, tiene misterio, profundidad, dramatismo. Es religioso, puede ser romántico y puede alcanzar una agresividad que el folclore nunca podría tener, salvo la chacarera. Cuando empezamos con el octeto, por ejemplo, parecíamos salidos de un grupo de combate. ¡Éramos ocho guerrilleros subidos al escenario!”, describió el propio Piazzolla.

“Yo ‘rompía’ el bandoneón todas las noches y el gordo (Leopoldo) Federico también. Cada uno, en lugar de un instrumento, tenía una bazooka. Habíamos convertido el escenario en un ring de box”, recordó.

Entre sus composiciones más recordadas se destacan “Adiós Nonino”, “Libertango” y “Balada para un loco”. Escribió junto a Ferrer la pequeña ópera “María de Buenos Aires”, que dio la vuelta al mundo en numerosas versiones. El poeta uruguayo le puso también letra a “Balada para un loco” y “Chiquilín de Bachín”. Tocaba el bandoneón parado, casi con “las entrañas”, como una vez aseguró: “Toco con violencia, mi bandoneón tiene que cantar y gritar. No concibo el color pastel en el tango”.

Su viuda reveló que Piazzolla solía componer “en la oscuridad, con los ojos cerrados, moviendo la cabeza”.

“Tenía un mundo interior secreto y un nivel de autoexigencia extremo. Su estilo era eléctrico, de una potencia que trascendía su cuerpo”.

Piazzolla nació el 11 de marzo de 1921 en Mar del Plata y a los cuatro años se radicó junto a sus padres Vicente “Nonino” Piazzolla y Asunta Manetti, en Nueva York. Fue allí donde la nostalgia tanguera de su padre se combinó con el jazz que flotaba en los sótanos de la Gran Manzana y los estudios de la música clásica que décadas después explotarían en su revolucionario nuevo tango.


A 25 años de su muerte –falleció el 4 de julio de 1992– la figura del bandoneonista y compositor Ástor Piazzolla impone una certeza: Nadie escribe tango sin acudir a su referencia y, acaso por esa misma razón, la obra del músico que atizó y amplió los horizontes de una estética también puede ser observada como un riesgo para aquellos que se detienen en la copia y en la repetición de un estilo.

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