Matt Damon reina en la acción
“Jason Bourne”
El escritor norteamericano Robert Ludlum publicó en 1980 “El caso Bourne”, sobre un exagente de la CIA que era una máquina de matar perfecta e iba en busca de un pasado que no recordaba. Lo continuó con “El mito de Bourne” (1986) y “El ultimátum de Bourne” (1990).
Ludlum siguió escribiendo pero no sobre su interesante creación hasta que falleció en 2001 (la serie la continuó Eric Van Lustbader que desde 2004 hasta la fecha tiene diez novelas publicadas). Lo que el novelista sí llegó a ver, y pocos recuerdan, es la gran miniserie “Identidad perdida ( 1988), que fue la primera vez en que Jason Bourne fue encarnado por un actor, en este caso Richard Chamberlain.
No caben dudas de que Matt Damon lo llevó al estrellato con su trilogía, una de las mejores de la historia del cine, sin lugar a dudas. Pero el actor no quería saber más nada sobre una cuarta película y en julio de 2007, tras el estreno de la tercera parte, declaraba: “Todo ese mecanismo de propulsión interna que impulsa el personaje ya no está allí, así que si va a haber otra, entonces tendría que ser una reconfiguración completa, o sea ¿dónde ir desde allí? Me encanta el personaje, y si Paul Greengrass me llama en diez años y dice: ‘Ahora puedo hacerlo, porque han pasado diez años y tengo una manera de traerlo de vuelta’, entonces hay un mundo al que puedo ir y diré: ‘Sí, absolutamente’”.
Fue eso, o un vagón lleno de dinero, lo cierto es que tanto Greengrass como Damon están de vuelta en “Jason Bourne” (2016), para bien de todos nosotros.
El filme comienza con Nicky Parsons (Julia Stiles), la única amiga que le quedó al exagente, hackeando la página de CIA. Es así que encuentra archivos sobre el pasado de David Webb (o Jason Bourne) e información sobre el rol de su padre Richard (Gregg Henry) en la creación del programa Treadstone. Nicky está bajo vigilancia, y al hacer esto entra en el radar del director de la CIA Robert Dewey (Tommy Lee Jones), un hombre que esconde mucha información sobre Bourne y que tiene unos planes bastante nefastos en marcha. Dewey tratará de eliminar a todo aquel que interfiera con él, y para eso utilizará a su talentosa subordinada Heather Lee (Alicia Vikander) y a un asesino letal conocido sólo como Agente (Vincent Cassel).
Bourne nuevamente correrá peligro y surgirá de las sombras para tratar de encontrar las últimas respuestas sobre su pasado.
El filme puede tener muchos elementos en común con “La supremacía de Bourne” (The Bourne Supremacy, 2004), incluso tener algunas situaciones inverosímiles, o cosas del guión un tanto flojas, pero todos estos defectos son perdonables. Es que Greengrass y Damon están más viscerales que nunca y van al hueso directamente.
Desde que comienza la acción (las escenas de persecución en la Plaza Sintagma de Atenas son para el recuerdo) no hay respiro, en absoluto. La cámara del director se mueve siempre, y aunque podría resultar confuso logra contarnos a la perfección lo que quiere. Damon casi no habla ni emite expresión, y aun así logra transmitirnos el sufrimiento y lo que le está pasando a su personaje.
En cuanto a los actores que lo acompañan (Jones, Vikander y Cassel) elijan a cualquiera, ya que están a la altura y son tan ricos que se dificulta con quién quedarse.
Este largometraje es sólido, compacto, directo y no teme arriesgarse nunca. James Bond habrá reinado en el siglo XX, pero en el nuevo milenio claudicó por un nuevo monarca llamado Jason Bourne. Dios salve al rey.
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