Riquelme: de la cabeza a los pies

FÚTBOL | ENTREVISTA

El 24 de mayo de 2000 se jugó la revancha por los cuartos de final de la Copa Libertadores (…) El partido de vuelta, hasta los catorce minutos del segundo tiempo, seguía empatado en cero (…) Entonces Riquelme dibujó una asistencia cruzada que terminó en gol de Marcelo Delgado.

En el minuto 38 una jugada diseñada por Riquelme terminó en penal contra Sebastián Battaglia. Gol del Diez, ya ahora sí, Boca estaba a punto de ser semifinalista (…) Todo el juego pasó cada vez más por los botines de Riquelme (…) La expresión máxima de ese estado de cosas llegó en el minuto 44 (…) Un rechazo cayó en la mitad de la cancha. Riquelme, entonces, hizo que el instante siguiente fuera eterno.

(Fragmento de “El caño más bello del mundo”, págs. 88-89)

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La jugada en cuestión es el caño a Mario Yepes. Siguió unos segundos más y se diluyó en un intrascendente lateral contra el córner derecho a favor de River. Pero aquella acción en el momento más caliente del Superclásico fue inolvidable.

Mientras el Manual del jugador común aconseja rebotar la pelota en las piernas del marcador y ganar un mediocre lateral, Riquelme eligió la belleza. Entonces quizás tenga razón Diego Tomasi, cuando tituló a su libro “El caño más bello del mundo. Pensamiento futbolero de Juan Román Riquelme” (Hojas del Sur/Planeta, 2014).

¿Qué es “El caño más bello del mundo”? Un libro que habla de fútbol a través del modo jugarlo de Juan Román Riquelme. Es una biografía futbolística del ¿último? diez que dispara ideas y conceptos del juego.

Diego Tomasi deja de lado todo aquello que nos sea fútbol en la vida de Riquelme. Así, se discute la supuesta lentitud, el valor del pase, la desaparición (o no) del “10”. También se propone una definición del enganche y si es lo mismo que jugar de “10”. Y la búsqueda permanente de un posible pensamiento futbolero en el modo de jugar de Riquelme.

De todo esto y más opinan escritores, periodistas, jugadores, ex jugadores, entrenadores y… el Indio Solari, confeso hincha de Boca y de Riquelme.

Escribe el propio Tomasi en el prólogo: “Es este un libro sobre fútbol (…) Porque Riquelme es un libro de fútbol”.

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“Soy futbolero, soy de Boca y soy riquelmista”, dice de sí mismo el escritor Diego Tomasi en diálogo con “Río Negro”. “Tenía ganas de escribir un libro sobre fútbol, pero distinto a lo que se hace habitualmente, que es la biografía y punto. Ver si podía hablar de otras cosas, de fútbol, pero desde otros lugares. Después, de lo que tenía ganas era de ver si era posible descubrir qué ideas rigen el juego de Riquelme o el modo en que entiende el juego. Ahí nació todo”.

–Elaborás una biografía futbolística de Riquelme para hablar de fútbol.

–Riquelme es un libro de fútbol, parece reunir todos los conceptos que para mí hacen al fútbol y que muchas de las personas con las que hablé coinciden. Hay muchas maneras de jugar y de ganar, algunas nos gustan más que otras. Y Riquelme reúne esas ideas que a mi más me gustan sobre cómo es el juego. Muchos me preguntaron si Riquelme fue la excusa para hablar de fútbol y creo que sí, pero sé que no podría haber hecho este libro con otro jugador, y que se pudiera relacionar el juego del fútbol con el arte, la literatura.

–¿Con qué te encontraste a medida que hacías el libro y que hablabas con los entrevistados, que son muchos y muy variados?

–Hay cuatro o cinco ideas básicas en el pensamiento futbolístico de Riquelme. La primera es el respeto por la pelota, en tiempos de creciente desprecio por la pelota. Otra cuestión en el juego de Román que atraviesa el libro es la supuesta dicotomía egoísmo-generosidad. Se habla mucho de cierto egoísmo en Román fuera de la cancha, sin embrago a mi me parece el jugador más generoso dentro de la cancha, en el sentido que siempre hace mejores a los demás y porque tiene una concepción colectiva del juego, no individual. El modo de poner en práctica su estilo es colectivo.

–¿Qué frase o definición te sorprendieron más de parte de los entrevistados?

–Una de Ariel Scher, que dice que Riquelme es todos los asistentes juntos. Y completó su idea diciendo que el pase de Riquelme es creativo, ideológico y estratégico. Estratégico porque cree que así es la mejor manera de hacerlo para ganar, ideológico porque así es como entiende el juego y creativo porque un pase suyo puede terminar en gol o desenredar una jugada que parecía perdida. Esta definición resume el espíritu del libro. Otra es la idea de artisticidad, de Juan Sasturain, quien afirma que allí está resuelta la cuestión de si uno ve a Riquelme por una mera cuestión estética. Sasturain dice que Román juega para ganar, lo que hace lo hace para ganar, pero también lo hace de un modo bello. Riquelme ganó, fue determinante en cada éxito y es estéticamente bello su modo de conseguirlo.

–Respecto de la supuesta lentitud, en el prólogo, Jorge Valdano dice que Riquelme ‘es un jugador de cuando la vida era lenta y sacábamos la silla a la calle para hablar con los vecinos’. Da a entender que se trata de un jugador de otra época. No de esta donde todo pasa rápido.

–Riquelme es en ese sentido contracultural, como dice Sasturain en el libro, un hombre que ve en contra de su época. Kohan dice algo genial. Dice que nunca lo vio a Riquelme, en esas jugadas que todos piden aceleración, frenar la acción si tuvo opción de pase. Nunca una jugada de ataque con opción de pase ofensivo fue frenada por Román.

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“La rapidez de Riquelme es ver algo donde otros no ven nada. Y convertir una jugada de simple tenencia anodina en un pase que hará daño al contrario”. (Alejandro Dolina, pág. 148)

“Yo lo he visto muchísimo en la cancha no en televisión y nunca lo vi detener una jugada cuando había que acelerarla. Nunca lo vi cometer ese error. Nunca lo vi frenar un contragolpe. Eso es a veces un defecto del que sólo mira fútbol por televisión. En la cancha, donde se ve todo, nunca lo vi hacer la pausa y que le picara alguien libre”. (Martín Kohan, pág. 152)

Del capítulo 9: La falacia de la lentitud.

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–Otro aspecto central en el análisis del modo de jugar de Riquelme que trata el libro es la cuestión del pase y la necesidad del compañero para que haya opción de pase.

–Sí, y hay algo muy interesante también sobre él mismo como opción de pase, cómo se mueve sin la pelota para poder recibirla en buenas condiciones de espacio y tiempo. Es un gran detector del espacio libre para recibirla tanto como ser un gran pasador.

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Riquelme es pase antes que gambeta. En muchos sentidos, todos los entrevistados que aparecen en el libro relacionan a Riquelme con Ricardo Bochini, antes que con Diego Maradona o Lionel Messi.

Como el Bocha, el juego de Riquelme está atado al destino de los goleadores que asistió. No se entiende a Daniel Bertoni sin Bochini. Lo mismo podría decirse de Norberto Outes, Jorge Burruchaga, la Porota Barberón o Alfaro Moreno.

Riquelme se complementa a partir de los atacantes que asistió: el Chelo Delgado y Diego Forlán, en sus tiempos en el Villarreal. Pero sobre todo Martín Palermo. Esa sociedad rota fuera de la cancha, se mostró inalterable dentro de ella. Fue indestructible.

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–Enganche o conductor es otro tópico que atraviesa el libro.

–Creo que son dos cosas diferentes. El enganche no es organizador y el diez sí lo es. Pisculichi es diez, Lanzini es enganche. Pero hay uno peor, el mediapunta, un híbrido, que hoy podría ser Rolfi Montenegro, un diez que los entrenadores lo mandaron a ocupar espacios.

–¿Dónde o cuándo creés que el jugador piensa? ¿Cómo se resuelve la inteligencia del fútbol?

–Hay un pensamiento ya adquirido por ver y saber de fútbol, cierta capacidad de saber qué hacer antes y la capacidad técnica de dominar la pelota. Cuánto hay de cada cosa no lo sabemos. Pero hay algo en Riquelme que no hay en otros talentosos de la época. A Riquelme le gusta el fútbol, lo disfruta cuando lo juega y cuando le ve por tele.

juan mocciaro

jmocciaro@rionegro.com.ar