Cumbre de EE. UU. y Cuba, en La Habana
En dos semanas La Habana y Washington se van a sentar a la mesa a resolver un viejo dilema que apartó a los dos países durante más de 50 años y que siempre han llorado en privado. Van a comenzar a discutir el intercambio de embajadores, interrumpido a inicios de los años 60 cuando el incipiente poder revolucionario cubano nacionalizó todas las empresas estadounidenses y, el entonces presidente, Dwight Eisenhower montó en cólera. Fidel Castro nunca pidió disculpas a su contrincante por la decisión que tomó, después de que Eisenhower decidiera prohibir la importación de azúcar cubana, el principal renglón económico de la isla caribeña en esa época. Pero “lloró” mucho en privado porque, en el fondo, Estados Unidos fue históricamente el principal socio comercial de la isla y los cubanos siempre han tenido una relación de “amor-odio con su vecino. El Departamento de Estado acaba de anunciar en la tarde del jueves que la subsecretaria de Estado, Roberta Jacobson, llegará a la capital cubana el 21 de enero para una visita de dos días con órdenes muy precisas de Barack Obama: reabrir en La Habana la embajada de Estados Unidos y la de Cuba en Washington. Los dos países mantienen desde 1977 relaciones diplomáticas pero a nivel de ‘secciones de intereses’, bajo la protección de Suiza. El intercambio de embajadores implica la resolución de pequeños detalles que fueron marginados el año 1977, cuando Fidel Castro y Jimmy Carter decidieron reanudar las relaciones. Con un nexo a nivel de embajadores, van a poder desplegar en la fachada de las embajadas su bandera nacional. En Washington, el detalle puede pasar casi desapercibido pero en La Habana es ‘una lanza en África’. Caminar por el Malecón habanero, pasar frente al edificio de la misión estadounidense y ver desplegada la bandera de ese país es, no sólo el derribo de uno de los tabúes más sólidos del lenguaje político cubano, que durante décadas prohibió el despliegue de la enseña de su adversario del norte, sino también un símbolo para los cubanos del regreso a la normalidad. Por otro lado, según informó el diario El Mundo, se espera que al normalizar las relaciones, los diplomáticos puedan viajar por toda la extensión territorial del país en que están acreditados, algo que está vedado. Los diplomáticos cubanos en Estados Unidos no pueden ausentarse más allá de 50 kilómetros alrededor de Washington y los estadounidenses en La Habana apenas pueden salir de la ciudad. Cualquier viaje fuera de estos parámetros debe ser autorizado especial de los ministerios de Exteriores que es raramente expedida.
En dos semanas La Habana y Washington se van a sentar a la mesa a resolver un viejo dilema que apartó a los dos países durante más de 50 años y que siempre han llorado en privado. Van a comenzar a discutir el intercambio de embajadores, interrumpido a inicios de los años 60 cuando el incipiente poder revolucionario cubano nacionalizó todas las empresas estadounidenses y, el entonces presidente, Dwight Eisenhower montó en cólera. Fidel Castro nunca pidió disculpas a su contrincante por la decisión que tomó, después de que Eisenhower decidiera prohibir la importación de azúcar cubana, el principal renglón económico de la isla caribeña en esa época. Pero “lloró” mucho en privado porque, en el fondo, Estados Unidos fue históricamente el principal socio comercial de la isla y los cubanos siempre han tenido una relación de “amor-odio con su vecino. El Departamento de Estado acaba de anunciar en la tarde del jueves que la subsecretaria de Estado, Roberta Jacobson, llegará a la capital cubana el 21 de enero para una visita de dos días con órdenes muy precisas de Barack Obama: reabrir en La Habana la embajada de Estados Unidos y la de Cuba en Washington. Los dos países mantienen desde 1977 relaciones diplomáticas pero a nivel de ‘secciones de intereses’, bajo la protección de Suiza. El intercambio de embajadores implica la resolución de pequeños detalles que fueron marginados el año 1977, cuando Fidel Castro y Jimmy Carter decidieron reanudar las relaciones. Con un nexo a nivel de embajadores, van a poder desplegar en la fachada de las embajadas su bandera nacional. En Washington, el detalle puede pasar casi desapercibido pero en La Habana es ‘una lanza en África’. Caminar por el Malecón habanero, pasar frente al edificio de la misión estadounidense y ver desplegada la bandera de ese país es, no sólo el derribo de uno de los tabúes más sólidos del lenguaje político cubano, que durante décadas prohibió el despliegue de la enseña de su adversario del norte, sino también un símbolo para los cubanos del regreso a la normalidad. Por otro lado, según informó el diario El Mundo, se espera que al normalizar las relaciones, los diplomáticos puedan viajar por toda la extensión territorial del país en que están acreditados, algo que está vedado. Los diplomáticos cubanos en Estados Unidos no pueden ausentarse más allá de 50 kilómetros alrededor de Washington y los estadounidenses en La Habana apenas pueden salir de la ciudad. Cualquier viaje fuera de estos parámetros debe ser autorizado especial de los ministerios de Exteriores que es raramente expedida.
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