Intimidades del búnker delarruista en el corazón de Buenos Aires
El Hotel Panamericano de Buenos Aires se convirtió en el nuevo centro del escenario político. Allí, en los pisos 19 y 20 del edificio enclavado a metros del Obelisco, están alojados los próximos gobernantes del país. La suite de los De la Rúa tiene 180 metros cuadrados y muchos lujos.
Buenos Aires.- Le dicen «La Rosadita», o «La Rosada Alternativa».
Los peronistas le pusieron un nombre más socarrón: «El palacio del aburrimiento». Todos se refieren al mismo sitio: el hotel Panamericano, el búnker que Fernando de la Rúa eligió para darle domicilio a la transición.
Allí, en el piso 19 y 20, se aloja lo más granado de la Alianza. En el 19, están las huestes de «Chacho» Alvarez; en el 20, el presidente electo y sus colaboradores más íntimos.
Y allí se quedarán hasta el 11 de diciembre, fecha en que De la Rúa, por fin, mudará sus oficinas a la Casa de Gobierno y su hogar a la Residencia de Olivos.
Mientras tanto, ese espacio en las alturas porteñas va tomando forma de mito. «El que se queda más de media hora en el piso 19, cuando baja ya suena como candidato a ministro», bromea Darío Lopérfido, el vocero del próximo presidente.
Hotel radical
«No pagamos nada. Esto es gratis», aclaró Rafael Pascual, jefe de campaña y candidato a presidir la Cámara baja.
Y es cierto: los propietarios del hotel Panamericano -adheridos a la cadena mundial Crowne Plaza- correrán con todos los gastos.
Llegaron a un acuerdo con el equipo de comunicación delarruista: todas las apariciones de De la Rúa y sus funcionarios en conferencia de prensa deben hacerse en una tarima donde se destaca en dorado el logo del hotel.
Pero, como siempre, las sospechas fluyen.
Según los rumores, una de las accionistas mayoritarias, Silvana Relats, es amiga de Enrique «Coti» Nosiglia, el poderoso operador radical.
Los Relats son correntinos; y tienen otros dos hoteles: el Panamericano Bariloche y el Panamericano de Corrientes.
En vista de la trascendencia que tiene todo lo que sucede en el hotel desde que se instaló ahí el comando de la Alianza, puede que el acuerdo «alojamiento por logo obligatorio» sea un buen negocio.
Aunque, sin duda, los propietarios han jugado una carta de riesgo porque si el nuevo gobierno tuviera que pagar por todos los gastos producidos, la factura sería millonaria.
Desde el jueves 21 -cuando llegaron- hasta el lunes 25 -al día siguiente del triunfo- la Alianza ocupó cuatro pisos enteros del hotel.
En el 17 estaban los dirigentes de segunda línea y algunos militantes acomodados.
En el 18, los familiares de De la Rúa: los Pertiné y los Urien (ramas paterna y materna de Inés Pertiné, la futura primera dama) ocupaban siete habitaciones en total.
El 19 lo ocupaban por entero los de la Rúa. Y en el 20 estaba «Chacho» Alvarez, su familia y sus dirigentes más cercanos.
A partir del 27, los radicales y frepasistas desalojaron los pisos 18 y 19, pero se quedarán en los otros dos por un mes más.
Quien quiera hacer las cuentas que las haga: cada piso tiene diez habitaciones; cada habitación común cuesta -precio de mostrador- 300 pesos. La suite de De la Rúa (la más lujosa del hotel) sale 820 (IVA incluido) y la de «Chacho» (la suite Escritorio) sale 480.
Además, los aliancistas ocuparon durante el fin de semana electoral siete de los veinte salones que tiene el hotel. Y el alquiler de la sala más barata está en 10.000 dólares por jornada.
No cubre consumisiones
A eso no hay que sumarle los gastos de consumo. Porque Silvana Relats ya le aclaró a Pascual: «las consumiciones corren por cuenta de ustedes». Se lo vio el martes pasado al diputado «pasando la gorra» para saldar cuentas: los aliancistas, el 24 a la noche, sabiéndose gobierno, habían festejado a lo grande.
Acceder a la intimidad delarruista es tan difícil como entrar a la sala oval de la Casa Blanca norteamericana. La seguridad es rigurosa: en total, hay 14 guardias de seguridad -de la firma Segar- sólo en ese piso.
Los pocos periodistas que llegaron a esas alturas del poder, fueron introducidos a una pequeña habitación, transformada en office, con silloncitos bordó y una mesa de madera oscura, donde se realizan las entrevistas con el nuevo presidente.
En cambio, la Royal Suite que ocupa el matrimonio presidencial es sagrada. Pocos, apenas los íntimos, acceden a esa «Meca». Son 180 metros cuadrados con todas las comodidades y con servicios de última generación. En la suite, hay dos habitaciones, un gran living, un comedor y dos baños; uno, el principal, «tapizado» con mármol de Carrara.
El inquilino anterior de la Royal fue el cantante merenguero Elvis Crespo, el del hit «Suavemente». Antes pasaron por ahí Cristian Castro, el «Puma» José Luis Rodríguez y la salsera cubana Celia Cruz.
Agustina de la Rúa, la hija mayor de Fernando, ocupó durante una semana las dos habitaciones contiguas, la 1924 y la 1930. ¿Por qué la preferencia? Porque con ella vinieron las dos «debilidades» de De la Rúa, Sol y Simón, sus nietos.
En ese piso, todavía tienen habitaciones Darío Lopérfido, Leonardo Aiello (secretario privado de De la Rúa), Rafael Pascual y los dos hijos varones del sucesor de Menem, Antonio y Fernando
Ahora los De la Rúa prefieren ir a dormir a su casa, en el barrio de Recoleta, para evitar tanta vigilancia incómoda. Pero apenas se despierta, el aún Jefe de Gobierno porteño se dirige al Panamericano. La jornada laboral empieza dos horas más tarde.
Es que al llegar, se sienta a desayunar con algunos de sus colaboradores: café doble con poca leche, medialunas y jugo de pomelo.
Después se toma una hora que es bendita: sube al piso 23 a darse una sesión de masajes con Elsa, la «mágica» (como dice él) masajista del hotel.
«Yo ya le hice masajes a Alfonsín y a Menem, en otras oportunidades, pero nunca vi a alguien que disfrute tanto de los masajes como don Fernando», cuenta Elsa, orgullosa.
Pero «don Fernando» -como ella dice que le dice- no se mueve de ahí, a pesar de que en ese mismo piso está el fitness & spa Le Mirage, un centro con una espectacular piscina climatizada, sauna, gimmasio, local de belleza y salón de masajes.
Comida simple y sana
En el 23 también está el «Kasuga Sushi Bar», un restaurant de comida japonesa frecuentado por la rama joven del delarruismo, encabezados por Antonio y Fernandito («Aíto»).
Los padres prefieren comer en la suite, más tranquilos.
Eso sí: piden sus platos en el afamado restaurant Tomo I.
Los chef, Ada y Ebe Concaro, cuentan que a De la Rúa le gusta la comida simple y sana, pero no especifica recetas.
Toma gaseosas light, agua mineral y algo de vino, alternando según los horarios. Cuando cae el sol, a la tardecita, jamás esquiva la ronda de whisky y la picadita de quesos.
Al presidente electo también le gustan el puchero y los tamales, comidas populares que poco tienen que ver con este hotel cinco estrellas.
Pocos saben también que el presidente fuma. Es que no le gusta hacerlo en público y es un placer que lo reserva para sus ratos de intimidad, que cada vez son menos en la febril vida pública.
Buenos Aires.- Le dicen "La Rosadita", o "La Rosada Alternativa".
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