“Crisis policial: ¿será una oportunidad para el cambio?”

Éste es uno de esos momentos en que trato de encontrar explicación a lo inexplicable, al triste hecho que ocurrió el 6 del corriente con los camaradas de la Unidad 19 de Luis Beltrán. Te sacude la mirada abrir el diario y leer el titular de que ambos policías han fallecido por dormir en un móvil policial en horas de servicio. Automáticamente la condición humana nos pone frente a una doble lectura. Lo primero que despierta es el repudio, ya que en lugar de cumplir las tareas relacionadas con la actividad se encontraban durmiendo, pero sólo quien se calza cada día los borceguíes para acudir a trabajar sabe lo que un policía vive a diario. Quien ha transitado tantos años esta humilde y bella institución policial como lo he hecho yo desde adentro sabe que muy pocas veces se han interesado seriamente, fuera del ámbito de una campaña electoral, por el bienestar policial. No es un dato menor que no haya estadísticas que acompañen la incompatibilidad de la carga horaria de un policía, que ronda entre 60 y 65 horas semanales, de las cuales entre 18 y 27 se cumplen en horario nocturno, con su función. Hablamos de personal que debe estar altamente concentrado en su labor, que porta un arma de fuego, que debe tener un estado de ánimo equilibrado, que no realiza tareas rutinarias en las que un error puede ser subsanado… un error policial termina con la vida de una persona, con el abandono del cuidado de la ciudadanía, con la vida de un camarada y hasta con la propia. El policía debe tener capacidad de respuesta a todo problema en una fracción de segundo y para ello debe tener un alto grado de concentración en su función. Me gustaría comprender por qué se ignoran los motivos por los cuales los convenios colectivos de trabajo fijan un límite de horas semanales para los trabajadores. Esto es porque está científicamente probado que una persona que no descansa lo suficiente no rinde en su función, pierde concentración y efectividad y corre serios riesgos de enfermarse de estrés y otras patologías. El problema ya no reside sólo en una mejora salarial porque, aunque uno cobre una fortuna, si no tiene tiempo para ver crecer a sus hijos, para recrearse con su familia o tener un día de esparcimiento sin dormirse en cualquier lugar, no sirve de nada. En relación con esto, también es alarmante la cantidad de divorcios que los policías tienen. Ningún hogar puede ser saludable con un padre o madre que trabaja 65 horas semanales, que tres noches a la semana está de servicio, que en los momentos en que sus hijos quieren compartir cosas con ellos no tienen ánimo ni de mirar un dibujo porque sus ojos se cierran. Es tan triste que el análisis de esta problemática no sea tratado por profesionales, que no se haga un relevamiento de estas cosas, del índice de suicidios que tiene la institución (ésta es una de las causas más recurrentes en los últimos tiempos), de enfermedades psicológicas y muchas otras falencias que han convertido a nuestra institución en un cuerpo poco eficiente. En este sentido, puedo decir que es como un barco que se encuentra totalmente abandonado a su suerte. Está por demás probado que lo que no se dice enferma. El cuerpo policial no tiene un espacio real para plantear estas cosas. Esto también es desigualdad, una desigualdad que quema en lo más hondo. Cuando pasan estas cosas y nos ponemos a reflexionar cinco minutos nos damos cuenta de que se fueron dos vidas en una situación totalmente evitable. Es extraño que la superioridad de la cúpula policial y los órganos de control no se involucren como actores principales ante tan irreparable pérdida, siendo que las estadísticas sobre suicidios y muertes violentas del personal policial están dando una clara señal de que algo no está bien dentro de la fuerza. Ojalá que esto sirva para que las personas que se dicen representantes hagan algo para que esta problemática cambie en pos de un bienestar y un reconocimiento particular a la labor policial y reditúe en un compromiso serio y equilibrado ante la comunidad, que se encuentra expectante por la función policial. Sandro Alberto Soria, DNI 20.856.645 Bariloche

Sandro Alberto Soria, DNI 20.856.645 Bariloche


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Éste es uno de esos momentos en que trato de encontrar explicación a lo inexplicable, al triste hecho que ocurrió el 6 del corriente con los camaradas de la Unidad 19 de Luis Beltrán. Te sacude la mirada abrir el diario y leer el titular de que ambos policías han fallecido por dormir en un móvil policial en horas de servicio. Automáticamente la condición humana nos pone frente a una doble lectura. Lo primero que despierta es el repudio, ya que en lugar de cumplir las tareas relacionadas con la actividad se encontraban durmiendo, pero sólo quien se calza cada día los borceguíes para acudir a trabajar sabe lo que un policía vive a diario. Quien ha transitado tantos años esta humilde y bella institución policial como lo he hecho yo desde adentro sabe que muy pocas veces se han interesado seriamente, fuera del ámbito de una campaña electoral, por el bienestar policial. No es un dato menor que no haya estadísticas que acompañen la incompatibilidad de la carga horaria de un policía, que ronda entre 60 y 65 horas semanales, de las cuales entre 18 y 27 se cumplen en horario nocturno, con su función. Hablamos de personal que debe estar altamente concentrado en su labor, que porta un arma de fuego, que debe tener un estado de ánimo equilibrado, que no realiza tareas rutinarias en las que un error puede ser subsanado... un error policial termina con la vida de una persona, con el abandono del cuidado de la ciudadanía, con la vida de un camarada y hasta con la propia. El policía debe tener capacidad de respuesta a todo problema en una fracción de segundo y para ello debe tener un alto grado de concentración en su función. Me gustaría comprender por qué se ignoran los motivos por los cuales los convenios colectivos de trabajo fijan un límite de horas semanales para los trabajadores. Esto es porque está científicamente probado que una persona que no descansa lo suficiente no rinde en su función, pierde concentración y efectividad y corre serios riesgos de enfermarse de estrés y otras patologías. El problema ya no reside sólo en una mejora salarial porque, aunque uno cobre una fortuna, si no tiene tiempo para ver crecer a sus hijos, para recrearse con su familia o tener un día de esparcimiento sin dormirse en cualquier lugar, no sirve de nada. En relación con esto, también es alarmante la cantidad de divorcios que los policías tienen. Ningún hogar puede ser saludable con un padre o madre que trabaja 65 horas semanales, que tres noches a la semana está de servicio, que en los momentos en que sus hijos quieren compartir cosas con ellos no tienen ánimo ni de mirar un dibujo porque sus ojos se cierran. Es tan triste que el análisis de esta problemática no sea tratado por profesionales, que no se haga un relevamiento de estas cosas, del índice de suicidios que tiene la institución (ésta es una de las causas más recurrentes en los últimos tiempos), de enfermedades psicológicas y muchas otras falencias que han convertido a nuestra institución en un cuerpo poco eficiente. En este sentido, puedo decir que es como un barco que se encuentra totalmente abandonado a su suerte. Está por demás probado que lo que no se dice enferma. El cuerpo policial no tiene un espacio real para plantear estas cosas. Esto también es desigualdad, una desigualdad que quema en lo más hondo. Cuando pasan estas cosas y nos ponemos a reflexionar cinco minutos nos damos cuenta de que se fueron dos vidas en una situación totalmente evitable. Es extraño que la superioridad de la cúpula policial y los órganos de control no se involucren como actores principales ante tan irreparable pérdida, siendo que las estadísticas sobre suicidios y muertes violentas del personal policial están dando una clara señal de que algo no está bien dentro de la fuerza. Ojalá que esto sirva para que las personas que se dicen representantes hagan algo para que esta problemática cambie en pos de un bienestar y un reconocimiento particular a la labor policial y reditúe en un compromiso serio y equilibrado ante la comunidad, que se encuentra expectante por la función policial. Sandro Alberto Soria, DNI 20.856.645 Bariloche

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