“El déficit fiscal no puede caer en ser una cultura”

Exministro de Economía de Santa Fe y miembro del equipo del Cippec que acaba de publicar una visión crítica del Presupuesto 2014, Agosto está convencido de que el manejo de la política fiscal se degrada año a año.

entrevista: Walter Agosto, especialista en Presupuestos, miembro del CIPPEC

¿Qué nos está diciendo el Presupuesto 2014 ya en el marco de un tiempo con mucha tempestad en materia económica y política?

–Como mínimo, que está desaliñado en relación con las expectativas que se proyectan desde la sociedad, en relación con el 2014. Desaliñado… cosas que no cierran, que no cierran. Por ejemplo, el Índice de Precios al Consumidor que se ha fijado –10%– o el crecimiento de la economía, determinado en el 6,2. Nadie cree en esas metas y no se cree con fundamento, por supuesto. Pero también es cierto que el presupuesto, en tanto instrumento de política pública destinado a definir lineamientos generales sobre por dónde se moverá lo fiscal, hace mucho que no dice nada…

–¿Maltratado por el poder político, cualquiera que sea desde lo partidario?

–Hay una cultura en esa relación que es muy negativa y tiene vieja data…

–¿De ahí lo que sentencia la investigación del Cippec en cuanto a que está aceptado por muchos que el presupuesto es un dibujo y que por lo tanto no merece ser reflexionado?

–Sí, pero hay algo positivo: se debate en el Congreso, se abre opinión en el afuera e instala la necesidad de elevar la mirada más allá de la coyuntura. Todo esto es positivo y en la Argentina por supuesto que no es una conducta generalizada, que por otra parte difícilmente pudiera serlo, el tema forma opinión aquí o allá. Desde esta perspectiva, el presupuesto incluso es lo único que hay…

–¿En relación con qué, por ejemplo?

–Mire, hay una tendencia muy negativa que se está dando en materia de información sobre lo público: hay un retroceso muy significativo en la transparencia que se requiere sobre las razones de decisiones, sus razones, etc. Éste es un dato muy grave en el presente del país. El presupuesto al menos se debate públicamente. Se debate más que otro rango de lo público que en todo caso ni siquiera se debate: la cuenta de inversión, o sea, la rendición de cuenta de lo hecho con el presupuesto…

–¿Qué sucede de cara al ciudadano con la cuenta de inversión?

–Dicho ligeramente: cuando se entera qué sucedió ya pasó tanto tiempo que opinar, sentar definición, bueno… es historia. ¿Ahora, por qué sucede eso? Porque una vez consumido el presupuesto, lo hecho tiene que pasar a revisión de organismos de control, Parlamento, donde hay una comisión de revisión de cuentas. En definitiva, dos años después recién se sabe qué se hizo con el presupuesto…

–En el marco de la campaña para la primera vuelta de las presidenciales, leí que debido –entre otras razones– a los retos que le plantea la naturaleza, de tanto en tanto, Chile es de los países del continente el más avanzado, desde lo técnico, en la formulación de presupuestos. ¿Es así?

–Hay mucho de eso. Tienen buena agilidad para manejar esos instrumentos con creatividad… Se manejan –por caso– con lo que en economía se llama el balance estructural. O sea, estimar un presupuesto despojado de las cuestiones estacionales. Le doy un ejemplo. Todos sabemos la significación en términos de dependencia que tiene del cobre en la economía chilena, tema que viene de lejos en la historia. Entonces, siempre en línea de ejemplificar, si durante un lapso de cinco años el precio del cobre va por las nubes, ellos, al formular un presupuesto nacional, calculan los ingresos que percibirán por exportaciones de ese metal tomando una cotización razonable. La diferencia que se obtiene con el valor del cobre real la destinan para un fondo anticíclico.

–No tirar manteca al techo…

–Y, eso. Aprovechar las épocas de bonanzas para aguantar el déficit de bonanza…

–Del documento elaborado por el Cippec sobre el Presupuesto 2014 se extrae que el gobierno siempre se las arregla para sortear al presupuesto. ¿Esto siempre fue así?

–En el manejo del Estado, abunda a través del tiempo poco apego a, por ejemplo, evaluar la implicancia de la inflación… La gente, las empresas asumen el problema en términos del mismo, pero no la política de manejo del aparato del Estado…

–Silba y se va cantando bajito…

–Un tema con historia. Pero hoy hay instrumentos que –reflexionados en relación con el presupuesto– le asestan golpes mortales: los superpoderes y los decretos de necesidad de urgencia. Un ejemplo de ese tipo de golpe. El Presupuesto 2014 tiene un crecimiento del gasto del 19%, pero la realidad dice que trepará al 30%. Esa diferencia se incorpora a través de Decretos de Necesidad de Urgencia, una manera no adecuada para forjar presupuestos, adecuarse a ellos. Se alienta la degradación del manejo presupuestario… Mire, a días de que el Cippec cerrara nuestro informe sobre el Presupuesto 2014, el vicepresidente Boudou, en ejercicio de la Presidencia, firmó un DNU de incremento del Presupuesto 2013 por 80.000 millones de pesos.

–¿Dónde queda el Parlamento ante este tipo de decisiones?

–Ésta es otra historia densa. En el Cippec sostenemos que el presupuesto es, como piso o de mínima para entender el rol del Parlamento, una autorización de éste al Poder Ejecutivo para gastar y eventualmente endeudar al Estado en términos debatidos, consensuados. Pero el gobierno va por otro carril vía los DNU… conducta acelerada a partir del 2011. O sea, el Parlamento –y así lo decimos en nuestros documentos sobre estos temas– no está en condiciones de controlar ni los gastos ni el nivel de endeudamiento del gobierno…

–Bueno, el gobierno tiene mayoría parlamentaria. Impone.

–Y eso es grave: porque el oficialismo parlamentario debería estar interesado en la distorsión que implica –para el propio poder de su propio gobierno– la aplicación arbitraria de determinados instrumentos que debilitan el rol del presupuesto como herramienta de planificación para políticas públicas.

–¿Qué paradigma se ha ido perdiendo en el manejo de la cuestión fiscal?

–El equilibrio. Pero vale una reflexión: no el equilibrio como razón única, excluyente sí o sí. Sino como una necesidad aun admitiendo que hay circunstancias en que quizás hay que abstenerse o no es necesario el exigirnos a tener siempre superávit fiscal, nunca incurrir en una situación deficitaria. Es en determinadas situaciones, fundamentalmente de crisis y esto es lo que ha sucedido en países desarrollados; incluso, puede ser válido llevar adelante una política económica expansiva. Que los gastos crezcan más que los recursos. Y financiarse con endeudamiento e incluso con emisión, para lo cual la Carta Orgánica del Central lo permitiría en el marco de ciertos niveles. Lo que no se puede caer es en hacer del déficit una cultura permanente.

Carlos Torrengo

carlostorrengo@hotmail.com


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