Charly García, el que cierra y apaga la luz
Reflexiona sobre su obra, su público, sus amigos y él mismo.
“Hola, ¿puedo fumar un cigarrillo?’’, pregunta amablemente Charly García a una de las jóvenes camareras que asisten la suite de un deslumbrante hotel porteño. La respuesta es afirmativa y el músico lo enciende, toma asiento junto a un señorial escritorio iluminado por un candelabro y posa envuelto en su propio humo para las fotos. “Díganme la verdad –se ríe–, entre estas velas, ¿no parezco Liberace?”. Charly García está contento. En menos de un mes concretará un sueño largamente acariciado: se vestirá para la ocasión, convocará a una orquesta sinfónica y a los inseparables músicos de su banda, The Prostitution, y unirá las dos partes que lo construyen musicalmente: lo clásico y lo popular, su pasado y su presente, con la suite “Líneas paralelas, Artificio imposible” en el Teatro Colón de Buenos Aires, un espacio tradicionalmente reservado para la ópera. “Es una obra humanista que borra límites entre el espectador y el compositor”, dice García. “Me di cuenta de que hacía tiempo que yo venía esquivando la tercera, la nota del medio del acorde, y de alguna manera dejaba espacio para que el oyente pusiera su cuota de imaginación, o ganas; que tuviera la ambigüedad necesaria como para que, quien escucha, piense también la historia”. Con pantalones dorados, gafas oscuras y las uñas pintadas de negro, aquí está Carlos Alberto García Moreno, el hombre del oído absoluto y el bigote bicolor, el que creció en la gran casa del barrio porteño de Caballito seguido de cerca por varias niñeras, el que se enamoró del rock gracias a los Beatles, el responsable de unos cuantos célebres desmanes y el autor de aún muchas más canciones gloriosas; el que de un tiempo para acá piensa dos veces, habla pausado, ocupa su propio espacio. En esta entrevista con The Associated Press, el artista, considerado una de las figuras esenciales de la música en Latinoamérica, reflexiona acerca de la evolución de su obra y de su público, de sus amigos, de un peculiar cruce con la viuda de John Lennon y de los desafíos actuales de un rock al que considera deslucido. –¿Qué elementos inspiraron “Líneas paralelas, artificio imposible’’? –Se fueron juntando cosas de mi niñez, como el primerísimo instrumento que toqué, una citarina triangular. También me influenció un encuentro que tuve con Yoko Ono, en el que hablamos mucho de triángulos, pirámides, de una clarividencia que yo había tenido… “Líneas paralelas” está imbuida de la mística de los Beatles de “Sgt. Pepper” y, con la bendición de Yoko y la maduración de trabajar, me animé a hacerla. –¿Qué consejos te dio Yoko Ono? –La charla con ella era tan intensa que en un momento, para distender, saqué una pirámide de plástico y le puse un billete de 100 dólares debajo, porque existe la creencia de que, al poner una pirámide sobre la plata, ésta se multiplica. Entonces le digo: “Bueno, Yoko, ¿adónde debe mirar la pirámide?”. Ella responde: “La punta, al cielo”. Yo replico: “¿Y el lado que apunta?”. “Al este”, me dice. Y yo, que estaba con el problema de cómo dormía, si dormía correctamente o no (según la filosofía oriental y los puntos cardinales), le pregunto: “Pero Yoko, ¿el este con respecto a mí?”. Entonces ella me mira y me dice (adopta un divertido tono de obviedad): “El este es siempre el este, Charly…”. –Cuando eras chico te inspiraban el cosmos, la mitología griega. ¿Qué te inspira ahora? –Básicamente las mismas cosas. Cotidianamente, encontrar personas que me apoyan, con las cuales uno puede sincronizar. Me inspira tener una vida mía, sin tener que entrar en una industria de chismes. Básicamente no me vendí nunca, y uno paga un precio, pero ahora creo que lo que recibo es el premio por eso. –Alguien que creció con tus canciones, toma tu obra y advierte que en los años 70 tuvo un estilo, en los 80 fue algo diferente, en los 90 también y así sucesivamente. Desde el presente, ¿qué crees que fue cambiando? –Creo que, en el fondo, no cambió nada. Fueron diferentes ropajes que yo le fui dando a la esencia de lo que hago; creo que no cambié. Si uno toma una canción de Sui Géneris o de La Máquina (de hacer Pájaros) y le pone sonidos actuales, parece una canción de ahora. –A lo largo de tu carrera hay muchas personas que te acompañan de un disco a otro, de un proyecto al siguiente. ¿Son tus amigos? ¿Charly García tiene amigos? –Sí, amigos tengo, por supuesto. No demasiados, pero tengo amigos de esos a los que uno puede levantar el teléfono y contarles “pasa esto”. Amigos que me han ayudado en situaciones difíciles; amigos en serio. Y después tengo amigos que son los que escuchan lo que hago y que, de alguna manera, me conocen. Yo los llamo “aliados”. Tengo un público muy fiel, ha entendido los cambios que han pasado, mientras otros me criticaban. Algunos me han entendido al toque, lo cual es muy importante para un artista. –En varias oportunidades expresaste que el rock actual de Latinoamérica no te identifica, que te gustaría que fuese diferente. ¿Qué es lo que le falta? –Quizás le falta entender más los orígenes del rock negro y del rock que hicieron los Beatles, ir a las raíces. A veces veo que se copia algo, que ya es la copia de una copia, y lo que sale de ahí no es muy sólido. Esto está pasando en todos los órdenes de la vida; es como una nueva cultura que no propicia la gestación de un pibe con ideales. Lamentablemente, desde el punto de vista artístico, el rock se empañó mucho con ser famoso por ser famoso, con salir en televisión y ese tipo de trucos. –Hace unos años, Gustavo Cerati contó que cada vez que se juntaba contigo a trabajar, al terminar él tenía la sensación de que debían hacer más música juntos; que te extrañaba cuando te ibas. ¿Extrañas algo de él? –(Largo silencio) Lo extraño muchísimo; la condición en la cual él está ahora hace que las cosas sean muy especiales. La vez que lo visité me pareció el Gustavo de siempre, sano, todo bien. Fuimos con Pedro (Aznar), llevamos guitarras y le cantamos canciones de los Beatles. Y realmente yo espero que suceda un milagro, quizás no un milagro de Dios pero sí un milagro científico; que esos cables se toquen y se componga de nuevo. No lo doy por perdido. –¿Sos espiritual, Charly? –Sí, muy espiritual. –Si, como decís, en lo más profundo no cambió nada en tantas décadas de tu música, ¿seguís siendo aquel “que cierra y el que apaga la luz”? –(Sonríe) Bueno, ahora tengo un dispositivo con el que puedo apagar la luz cuando quiero, justo a tiempo para cuando se acabe esta entrevista.
Valeria Agis AP
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