Salsa, historia y Caribe

Con el encanto de su pasado en cada esquina de la ciudad vieja la capital de Puerto Rico se convirtió en mucho más que una escala de cruceros.

El Viejo San Juan carga sobre sus espaldas siglos de historia, que se remontan al 1493, cuando Cristóbal Colón llegó a la isla, y al siglo XV, en que los españoles construyeron enormes fortalezas. Hoy las calles de piedra del barrio retumban con música salsa y reciben a los visitantes con un montaje caótico de restaurantes, negocios y clubs en medio de la arquitectura del Viejo Mundo. Una visita al Viejo San Juan justifica mucho más que una escala de un crucero. Es un sitio extraordinario que bien puede ser usado como base para una vacación caribeña, y como alternativa a un complejo hotelero en la playa. Uno puede recorrer el Viejo San Juan a pie, de una punta a la otra, en 15 minutos, pasando junto a edificios en todos los tonos pastel imaginables. Caminará por la calle Tetuán, de un metro y medio de ancho y considerada una de las más angostas del mundo. De los balcones sobresalen parras con flores brillantes y desde algunos sectores se puede ver el mar azul. Abunda el alojamiento y algunos hoteles, como el famoso El Convento, son edificios históricos, con un estilo inconfundiblemente español. Albergó alguna vez un convento carmelita, en el siglo XVII. El hotel abrió sus puertas en 1962 y recibió a figuras como Rita Hyworth. De noche, en sus patios estilo moro, se escucha al coqui, una rana nativa que emite un silbido fuerte. Los domingos hay bodas en la Catedral de San Juan. En los meses pico del invierno boreal, una habitación en El Convento cuesta entre 280 y 400 dólares y en el otoño bajan las tarifas. Otras opciones un poco más baratas son el Hotel Milano y el Casa Blanca Hotel, a entre 100 y 200 dólares la noche en el invierno boreal. Uno puede comenzar el día con una caminata por el Viejo San Juan y desayunar en el café-bar Aromas o en Manolín, que está allí desde hace 60 años y tiene una onda retro. Manolín tiene mesas en la parte trasera y bancos giratorios de vinilo verde. Los meseros lucen camisas blancas con el monograma “Manolín Viejo San Juan” y pantalones oscuros. Un desayuno completo cuesta menos de cuatro dólares. Otra posibilidad es caminar hacia la plaza central, la Plaza de Armas, y tomarse un café con leche y una mallorca, un pastelito dulce con azúcar en polvo. No te pierdas los quesitos, un panecillo típico relleno de queso. En la zona hay numerosos restaurantes, pero no es fácil encontrar uno que no sirva comida rápida para turistas. Ensayá Toro Salao, en Tetuán 367, un restaurante con platos españoles y puertorriqueños y mesas al aire libre en una plaza. Melao está medio apartado, en Calle del Muelle 100, pero tiene mesas adentro y afuera. Verde Mesa, en Tetuán 216, es un pequeño restaurante vegetariano famoso por sus batidos de frutas. El restaurante francés Trois Cent Onze, calle Fortaleza 311, es caro pero bueno. A partir de las diez de la noche los clubes comienzan a entrar en calor. Algunos ofrecen clases de baile gratis durante una hora antes de que se comience a admitir al público en general. Latin Roots ofrece música típica. El Nuyorican Cafe ofrece jazz de entrada y luego salsa. En otros clubes se puede escuchar rock o flamenco. Si bien Puerto Rico tiene un alto índice de criminalidad, el Viejo San Juan es un lugar relativamente seguro. Hay policías las 24 horas del día en casi todas las esquinas. La recesión, no obstante, se hizo sentir y abundan los carteles de “se vende”. Por su condición de estado libre asociado, Puerto Rico es un destino cercano para los estadounidenses. Circula el dólar y no se necesita visa. Ir de un sitio a otro es sencillo. En el Viejo San Juan hay tranvías que pasan por la fortaleza de El Morro, construida por los españoles en un sector elevado para proteger la ciudad y las rutas comerciales. Uno la pasa muy bien explorando los edificios, rampas, pasillos, arcos, túneles, calabozos y sus vistas espectaculares. Abundan también los taxis, que tienen una tarifa fija para cada destino. Un viaje a la playa, por ejemplo, cuesta 15 dólares. También está la red de autobuses, que cuestan menos de un dólar. Son medio lentos, pero te llevan a tu destino. En la misma playa hay algunos restaurantes muy bonitos, como Pamela’s, donde puedes comer un magnífico ceviche con mango mientras observas jóvenes haciendo surf. Si bien hay numerosos negocios que venden prendas de marca como Tommy Hilfiger y Ralph Lauren, el comercio del Viejo San Juan no ofrece nada especial aunque sí hay galerías donde se pueden adquirir artesanías locales. A diez minutos en auto del Viejo San Juan se encuentra la Plaza del Mercado de Santurce, o La Placita, rodeada de restaurantes y clubes. (AP)

Sofía Mannos

San Juan de Puerto Rico


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