Una oportunidad, pero…
La derrota de la racionalidad es inducida en parte por la irresponsabilidad.
Y también por intereses concretos.
Ambas causas están en la génesis del desencanto existente para con la política en la Argentina. Motivos para que haya perdido su capacidad integradora y legitimadora.
Y de que se dude sobre sus posibilidades de mantener el monopolio de incidir en la construcción del futuro.
Pero la vida suele dar segundas oportunidades.
¿Percibirá el gobernador Pablo Verani la instancia que se le abrió esta semana para rescatar del zócalo en que se encuentran sus estilos y formas de ejercer el poder, y embarcarse así rumbo al año y medio que le queda en el gobierno de la mano de una visión que contemple la política como un instrumento amplio y enriquecedor de tratar los problemas públicos?
¿O seguirá embarcado en esa visión unívoca de la política como herramienta destinada a lograr posicionamientos que se burocratizan y marginan de toda intención de mejorar la calidad en el ejercicio del poder?
¿Qué instancia se abrió a Verani?
La que deviene del acuerdo logrado con Nación para que pague a la provincia lo que le debe.
Es la última oportunidad de Verani como gobernador para inyectarle racionalidad al sistema de decisión que lidera. Y transformarlo en más cristalino.
¿Por qué?
Porque si Nación cumple y el gobierno provincial actúa responsablemente, se descomprime el grueso del conflicto social que emerge de la falta de prestación de servicios por parte del Estado.
No implica nada más que eso. Pero no es poco ante tanta decadencia y padecimiento de miles de seres.
Y para el gobierno bien debería conllevar la decisión de mejorar la calidad de su gestión vía el respiro que logra.
Sin embargo, desde el sistema de poder que timonea Verani se emiten señales de que lejos se está de mejorar la calidad en el ejercicio del poder.
Y se emitieron -por caso- esta semana.
Veamos.
Es evidente que el gobierno no tiene mayor interés en la descentralización de funciones.
Esta resistencia se expresa sin matices -por ejemplo- en la decisión de cruzarse sobre el proyecto de creación del instituto provincial de municipios que alientan varios intendentes. Una puesta en marcha estructurada desde la generosa decisión de que no la dañen las diferencias partidarias.
La irritación de la administración Verani con la iniciativa se funda en dos argumentos no explicitados.
Pero profundamente consustanciales con su cosmovisión sobre lo que es poder y su ejercicio.
Uno: el proyecto conlleva un recorte de poder del gobierno central, máxime si se computa que de plasmarse la iniciativa, pierde el manejo de recursos financieros. Porque el eventual instituto aspira a manejar los recursos que, hoy administrados por la provincia, hacen a la asistencia técnica de las comunas. Se desprende entonces que la iniciativa también daña escalones de la burocracia del gobierno, hoy encargados de aquella tarea.
Dos: El gobierno cree que el proyecto puede conducir al surgimiento de un contrapoder en manos de los jefes comunales. No quiere ver a las comunas convergiendo con fuerte autonomía de criterio en temas que les son comunes. Pero que hoy centraliza y mediatiza el gobierno central.
La irritación de la administración Verani se expresó sin ambages esta semana. A instancias de varios jefes comunales -entre ellos los de Roca, Cipolletti, Regina y Allen-, la totalidad de intendentes de la provincia estaba convocada a una reunión en la primera de esas ciudades.
Pero a último momento operó el gobierno. Pegó un tarascón sobre varias comunas pequeñas, las recibió en Viedma y las desgajó del resto, que sumó 14 intendentes.
Estos no se inmutaron. Siguen adelante.
Pero la mordida ratifica la pequeñez del imaginario con que se mueve la administración Verani ante ciertas situaciones. Son movimientos alentados por el temor a lo que considera distinto.
Es grave: no se da la más mínima posibilidad de imaginar que lo distinto puede ser enriquecedor para su propio poder.
Es su propia autoestima la que sale perjudicada cuando se bloquea en esa dirección.
Pero durante la semana hubo otra decisión que habla de la escasez de predisposición del gobierno a mejorar sus decisiones.
Jorge Lamarre es un radical muy leal a Verani y goza del afecto de éste.
Hace dos meses dejó el cargo de viceministro de Educación por razones no muy explicitadas. A lo sumo se habló -vía su sucesor Oscar Carballo, ya ido también- de desorden administrativo en el manejo de la cartera.
Y ya se sabe: el gobernador hace de la lealtad para con él una exigencia propia. Algo que no se permite reflexionar bajo ninguna consideración. Ni siquiera tratándose de designaciones en el aparato estatal, donde un mínimo de seriedad requiere la ponderación de temas que hacen, al menos, a la idoneidad.
Conclusión: Lamarre debía seguir en el gobierno.
Entonces, la decisión fue designarlo para un alto cargo en Salud Pública. Lamarre aspiraba a la estratégica Dirección de Administración. Pero el titular del organismo Alejandro Marenco se opuso.
La designación entró entonces en un proceso de manoseo y tira y afloje. Finalmente Lamarre fue nombrado en un plano menor dentro de Salud Pública.
Pero una vez más, la escasa calidad del gobierno en la toma de decisiones.
Una vez más la convicción de que lo público es un espacio en provecho de posicionamientos de poder y nada más.
Un nada más muy grave.
Carlos Torrengo
ctorrengo@rionegro.com.ar
La derrota de la racionalidad es inducida en parte por la irresponsabilidad.
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