Por la ruta del olvido
Acorta el camino a Junín desde la 237, pero permanece en abandono absoluto
Leonardo Petricio
SAÑICÓ (enviado especial).- A este paraje oxidado se llega luego de andar por una ruta perdida, espiralada y zigzagueante, con balcones que regalan una fascinante sensación de libertad.
Sobreviven en este retazo precordillerano una centenaria e histórica estafeta postal increíblemente en pie, la casa de adobes del “tira hilos” del telégrafo, la escuelita de nueve alumnos y el enorme casco de la estancia Pil Pil. La estafeta -que mantiene pisos de pinotea, salamandras y escudos originales- es la primera que el Estado nacional construyó en la provincia, cuando Neuquén era territorio nacional, y Sañicó tenía perspectivas excepcionales como derivador del tránsito cordillerano. El edificio de correo aguanta sólo por los cuidados de Rogelio Manqueo y de su familia, quienes viven allí sin luz ni agua pero con toda la fe.
Hay que explicar algunas cosas. Luego de bajar de la Ruta Nacional 237, uno va por la Ruta 50 y completa el tramo espiralado. De golpe, el camino se termina frente al casco de la estancia. Los mapas y la lógica dicen que hay que seguir. Pero la tranquera y las paredes de piedra se oponen contundentes. La chica del GPS suele empecinarse con que se trata de una ruta pero, rendida ante la evidencia, la gente prefiere pegar la vuelta y retomar la Ruta 237, aunque la 50 sea el camino más corto hacia Junín. Ha de ser éste el bloqueo de ruta más antiguo de la Argentina: una tranquera que no se abre desde la década 90 y un desvío obligado hacia el interior del casco de la estancia Pil Pil o Sañicó. Nadie sabe el motivo. Ni el dueño del campo, quien asegura que cuando él se hizo cargo, luego del fallecimiento de su tía, el desvío ya estaba. Y así quedó (ver aparte). Igual es posible pasar, pues la tranquera y otras tres que siguen para adentro nunca están cerradas. Eso sí, el camino es realmente malo aunque el viajero es compensado por un contundente paisaje y el avistaje de una fauna auténticamente patagónica. Ciervos, guanacos, choiques, maras y pumas (vimos uno).
“Nunca se cerró el paso a nadie, se le dice a la gente que el camino está malo y que en auto no va a poder pasar ¿Qué se yo porqué no lo arreglan? Hace mucho que está así”, dice Rafael Ramírez, capataz de la estancia.
Como sucede a veces, desviarse del camino puede ser un placer. Es que el establecimiento que hace más de un siglo levantó Luis Zingoni exhibe construcciones de piedras grises, rojas y amarillas, una enorme barraca (donde se llegaron a esquilar 20.000 ovejas), un almacén de ramos generales, dos casas rústicas y un chalet. Muchas historias sobreviven fantasmales en el viejo casco donde es común que paseen avezados cazadores de ciervos casi siempre extranjeros.
La estancia y la estafeta son el mejor testimonio de que no existe interés en conseguir que el siglo XXI al fin se instale en Sañicó. Por caso, es llamativo que el Facebook de la estancia tenga más de 1.400 amigos, que estalle en fotos (y en sangre) y que en la mayoría de los mapas la Ruta 50 no exista y tampoco Sañicó. Aquí, en la “aguada del zorrino” (eso significa Sañicó) en un tris el absurdo se hace fantástico. Y viceversa.
Surgen algunas preguntas.
¿Por qué esta fenomenal vía alternativa a Collón Cura está cortada por tranqueras? ¿Por qué Vialidad provincial suma casi 20 años sin mantener los 26 kilómetros que unen a Sañicó con la ruta 40 (a un saltito de Junín)? ¿Porqué la comunidad mapuche Ancatruz nunca formalizó el reclamo para abrir la tranquera?
Se intuyen respuestas.
Junto a carteles de tránsito del siglo pasado, la inal lonco (una suerte de vicejefa) de la comunidad Ancatruz, Lidia Coliluan, afirma que los estancieros no quieren saber nada con que haya tránsito por allí, porque no lo necesitan pues la mayoría se mueve en camionetas de doble tracción.
Lidia y el lonco Carlos Ancatruz dicen que ahora están decididos a reclamar que se libere el camino que los acercaría a Junín, donde estudian o trabajan muchos de los chicos de su agrupación. En total son 78 personas, que viven aquí y en Zaina Yegua, del otro lado de la Ruta 237.
Adolfo Zingoni, el dueño de la estancia, dice que los Ancatruz están “demasiado politizados” y que reclaman cosas que no son “cuando acá le damos trabajo a mucha gente de la comunidad” y descarta que la existencia del coto de caza sea el motivo de las tranqueras. Lo son, agrega, las vacas Hereford que sobrevivieron al drama de las cenizas.
Saliendo ya del segundo tramo de la ruta perdida, entre coirones, zampas y mallines, hay un cartel definitivo de Vialidad provincial. “Ruta 50, intransitable”, dice. Está perforado a balazos.
Textos: Rodolfo chávez
fotos: leonardo petricio
El primer tramo de la Ruta 50 se puede recorrer sin problemas. El segundo es complicado.
Imagen de internet que promueve el coto de caza de Sañicó.
Lidia Coliluan, inal lonco de la comunidad Ancatruz, pide la apertura.
Hay que atravesar el casco de la estancia para seguir por la Ruta 50.
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