A 10 años, piden que se reactive la causa judicial
Los tres maridos de las víctimas apuntan contra la procuradora Piccinini.
Matías Subat
El 23 de mayo de 2002, dos o más personas entraron a un laboratorio de análisis clínicos del centro de Cipolletti, golpearon, acuchillaron, dispararon con un arma de fuego y rociaron con ácido a cuatro mujeres (de las que sólo una sobrevivió). Uno de los criminales cruzó un par de palabras con la hija de una de las víctimas, escapó en bicicleta y casi fue arrollado por un auto. A diez años de ese brutal crimen, el caso sigue sin resolverse y no sólo porque el único condenado fue absuelto al revisarse el fallo sino porque la Justicia jamás continuó la investigación. En dos años, la causa prescribirá y los asesinos serán completamente impunes. Una década después de la “masacre del laboratorio”, “Río Negro” reunió por primera vez a los viudos de las tres víctimas, que reactivaron el pedido de justicia y le pidieron a la procuradora Liliana Piccinini que impulse una nueva investigación antes de que prescriba la causa. La liberación de David Sandoval dejó impune el crimen de Mónica García (bioquímica), Carmen Marcovecchio (psicóloga) y Alejandra Carbajales (paciente). La cuarta víctima, Ketty Karavatic, sobrevivió al ataque pero no declaró ni en el primero ni en el segundo juicio contra David Sandoval, cuyas huellas fueron halladas en la escena del crimen. Sandoval fue absuelto en el primer proceso (2004) porque el fiscal Edgardo Rodríguez Trejo no acusó con el argumento de que las pericias que colocaban a Sandoval en el laboratorio no eran prueba suficiente. Pero en el segundo juicio, el mismo fiscal Rodríguez Trejo, que había sido virtualmente reprendido por el Superior Tribunal de Justicia en la casación que anuló el primer fallo, consideró las pruebas de manera distinta (adujo el valor de nuevas pericias hechas por especialistas chilenos). El caso llegó a la Corte Suprema, que ordenó anular las actuaciones contra Sandoval sobre la base del principio de que nadie puede ser juzgado dos veces por un mismo hecho. “De David hay que olvidarse, hay que buscar a la persona que lo acompañó. No sabemos si Sandoval fue el asesino pero tenemos certeza de que estuvo en el laboratorio porque su huella apareció ahí”, opinó Juan Widmer, que es el viudo de Carbajales. Junto a Ricardo Cejas, el marido de Marcovecchio, y Carlos Leiva, que estaba casado con García, los tres recordaron el momento más trágico de sus vidas. En la actualidad, siguen viviendo en Cipolletti y acompañado el crecimiento de sus hijos, que quedaron sin madre una noche de otoño hace ya casi una década. Una noche de otoño Ya había oscurecido cuando ese día una o dos personas entraron al laboratorio de la esquina de Roca y 25 de Mayo, donde estaban Marcovecchio, García y Carbajales, que fueron golpeadas, heridas con armas blancas e incluso una de ellas recibió un disparo. Las víctimas fueron rociadas con ácido acético, lo que además le provocó daños en las vías respiratorias que terminaron provocándoles la muerte casi instantánea. Karavatic llegó al laboratorio cuando se estaba consumando la masacre pero sobrevivió a la agresión. Su hija Betina Bilbao decidió esperarla en el auto y como la madre demoraba se acercó hasta la puerta y se cruzó con uno de los asesinos, que cerró con llave y escapó en bicicleta. Este es el sujeto que jamás apareció en la causa (que tuvo otros sospechosos e incluso uno, Orlando “El Clavo” Sandoval, que fue juzgado). Es, al parecer, el que atacó a Karavatic y se cruzó con su hija Betina en la puerta del laboratorio, y el que casi es arrollado en la esquina de Mengelle y O’Higgins. Concentrados en David Sandoval, el juez Juan Torres y la fiscal Ana Benito nunca dieron pasos certeros en procura del segundo posible asesino. David Sandoval había sido paciente de la psicóloga Marcovecchio cuando estuvo alojado en un instituto de menores de Neuquén. Fue detenido a los pocos meses del crimen cuando una pericia de Gendarmería Nacional halló coincidencias entre una huella encontrada en el laboratorio y la ficha de Sandoval. Perfiles psicológicos El viudo de Marcovecchio creyó todo el tiempo en que el asesino había sido un paciente de su mujer. “Había varios perfiles asesinos entre sus registros y ella se comprometía mucho con lo que hacía. Yo creo que un paciente entró a robar y cuando reconoció a Carmen actuó de esa manera. Cuando escuché a David Sandoval en una entrevista de radio me di cuenta de que mentía”. Leiva, el marido de Mónica, trató de imaginar todos los rostros posibles. “Tenía a la flaca a la vuelta e iba todas las tardes al laboratorio. Esa noche tuve que a hacer otra cosa y cuando llegué era todo un lío. Tenía mucha bronca y me refugié en mi hija, que hoy tiene 11 años; después me fui enfriando”. La causa se movió ahora después de muchísimos años porque Ricardo Cejas se constituyó en querellante para poder acceder al expediente e impulsar una nueva investigación. Los viudos piensan buscar a la persona que acompañó a Sandoval y que colaboró o fue el autor de la masacre. “La causa está abierta y nadie hace nada. Nos juntamos con la procuradora Piccinini en varias oportunidades y nos dijo que no puede, que no tiene funcionarios para ponerlos a investigar. Ella es la jefa de los fiscales y debería tomar otra postura respecto al caso”, coincidieron los tres viudos.
MARTÍN BELVIS martinbelvis@rionegro.com.ar JUAN CRUZ GARCÍA garciajcruz@rionegro.com.ar
Masacre del laboratorio
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