“Moacir” llega a los cines de la región

La vida de Moacir Dos santos, retratada por el cineasta neuquino

“Moacir” es el título de un brillante documental de Tomás Lipgot que retrata la vida del brasileño Moacir Dos Santos, un ser fuera de lo común, bailarín y cantante de sambas, tangos y bossa novas que vive hace 28 años en la Argentina, a donde llegó huyendo de la pobreza y donde sufrió durante años “el infierno” de vivir en el hospital neuropsiquiátrico Borda. La película, que se verá mañana, a las 21 en el Espacio Inkaa Km 1560, Biblioteca Sarmiento de Bariloche, y los miércoles 16, 23 y 30 de mayo, a las 21:30, en la Conrado Cultural de Neuquén, muestra el caso de este “brasileiro y argentino”, hijo de un esclavo y de una mujer alcohólica, que se ganaba la vida desde niño en la ciudad de Santos lavando coches (entre sus clientes figuraba nada menos que Pelé) y que al llegar a Buenos Aires pasó años en la calle como vagabundo y sufrió un cuadro de esquizofrenia paranoide del cual se recuperó gracias a su pasión por la música. “La música es como un remedio para mí. Cuando estoy cantando me siento bien, se me va la tristeza. La música es la motivación que me permite seguir viviendo y cantando siempre”, afirmó este hombre simple y luminoso, que cumplió 69 años en febrero. El director lo “rescató” a través del cine cuando lo incluyó en “Fortalezas”, un anterior documental que exploraba la vida de personas marginadas de la sociedad, como lo s enfermos de lepra, los ancianos y los internos del neuropsiquiátrico Borda, donde Moacir se destacaba entre los demás por su amor a la vida, su amabilidad y respeto y un optimismo inagotable que culminó en su externación. En este nuevo filme, el autor de “Ricardo Becher, recta final” vuelve a retratar a Moacir, pero en una nueva etapa de su vida . Con un enfoque que -debido a la personalidad extravagante de Moacir- está teñido de un humor hilarante, Lipgot cruza al cantante brasileño con Pángaro en una especie de contrapunto del cual surgen dos maneras diferentes de entender la música: una más académica y profesional y otra que se nutre de la alegría del carnaval y la cultura callejera. Sin embargo, el cruce es sumamente enriquecedor y fructífero, al punto de producir un disco de 12 canciones. “Mi película es su aventura en torno a esa grabación, una epopeya plagada de música, emoción, humor y ternura”, asegura Lipgot. (Télam)


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