La realidad económica frente al “relato” oficial
El discurso que plantea el gobierno nacional desde el plano ético-económico colisiona con su accionar.
un nuevo frente para el gobierno
El profesor José Vidal-Beneyto, uno de los socios fundadores del diario español El País, afirmaba en uno de sus regocijantes escritos que “la práctica de contar historias es una nueva modalidad de comunicación que actualiza las estrategias de persuasión, desarrolla y profundiza las técnicas de la propaganda, utilizando los recursos del universo narrativo para crear una estructura receptiva y un clima emocional favorables al logro de los objetivos de quien los utiliza”. Complementaba esta idea con la importancia a tener en cuenta que, para llevar a la política estos conceptos, se debe contar con un contexto económico y social determinado, el que en definitiva permitirá soñar con esa realidad reformulada que se transmite. La creciente participación del relato aplicado al discurso político en la Argentina despertó críticas de muchos opositores al oficialismo sobre los efectos que puede tener en la democracia. Si el “relato” (como técnica de marketing y/o ficción) consigue sustituir a un proyecto político en un entorno cada vez más dependiente y condicionado, los problemas de la república no tardarán en salir a la luz. “Mientras la economía funcione, el resto es secundario”, aseguraba meses atrás, en diálogo con este diario, uno de los asesores del entonces ministro Amado Boudou mientras caminaba por los pasillos del Ministerio de Economía. Una verdad casi universal. Con la economía funcionando, todo se justifica en la Argentina; hasta el patrimonio declarado por la familia Kirchner, la millonaria compra de dos nuevos departamentos y una decena de cocheras en el coqueto barrio de Puerto Madero. Antoni Gutiérrez-Rubí, asesor de comunicación y director de la empresa Ideograma, en uno de sus libros señala que la construcción del propio “relato” en la política debe sustentarse sobre la base de los valores e ideas que se desean transmitir. Para ello es necesario desarrollarlo de manera coherente, relacionando estrictamente la palabra con la acción. Este último concepto muestra un claro desacople entre la real aplicación del “relato” y el accionar de la política oficial argentina. El choque entre los intelectuales librepensadores –si existe una calificación como tal, y desde donde habría que plantar a José Pablo Feimann– y el gobierno nacional, surge fundamentalmente por este doble discurso que se aplica desde el poder que, en definitiva, termina por condicionar toda futura acción política. Los conceptos que surgen de “Carta Abierta”, al analizar puntualmente este tema, relativizan los efectos del doble discurso –ético y económico– que sale de la Casa Rosada. Para contrarrestar las críticas, los intelectuales del oficialismo se respaldan en el pensamiento de Nietzsche quien, según sus trabajos, cree que no existen verdades objetivas y universalmente válidas; toda proposición o juicio dependen fundamentalmente de las circunstancias en que fueran emitidos. En definitiva, toda historia puede ser una cadena ininterrumpida de interpretaciones y de aplicaciones cuyas causas no tienen ni siquiera que estar ligadas entre sí; en cierta medida no hacen más que sucederse y reemplazarse. Un argumento muy complejo de interpretar para una parte importante de la sociedad que vio cómo la fortuna del matrimonio Kirchner pasó de 7 millones a los más de 70 millones de pesos en sólo ocho años, siendo ambos empleados del Estado Nacional en todo este tiempo. Dejando de lado los conceptos nietzschenianos, la realidad hoy está golpeando los cimientos del modelo nacional. Las limitaciones económicas por las que atraviesa la Argentina han comenzando a erosionar el “relato” del Estado de bienestar al que hace continua referencia la presidenta de la Nación. Cristina Fernández de Kirchner es consciente de que sin un bienestar económico predecible y palpable para la sociedad, el “relato” deja de ser perceptivo y movilizador. Es decir, termina por perder toda su magia. De ahí las nuevas medidas de ajuste, “sintonía fina” para los comunicadores oficiales, que está sufriendo el modelo económico para intentar sobrellevar este mal momento. (Redacción Central)
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