Afuera nos ven con la autoestima por el suelo

Sustanciosos informes de embajadas extranjeras. Lo que era convencional "va perdiendo lógica".

Argentina defrauda a los argentinos. Pero su «obstinada anormalidad» -como escribiera Jorge Sábato- alienta a mantener en permanente análisis la evolución de su existencia. Máxime de frente a una crisis como la actual, la más grave en la vida del país.

Este interés queda patentizado en tres informes que, sobre nuestro presente, elaboraron embajadas extranjeras con asiento en la Argentina. Expresan miradas agudas e inquietas sobre este escenario. Observaciones que calan hondo en la naturaleza y consecuencias de la crisis. Las que siguen son sólo algunas de las reflexiones contenidas en los informes a los que accedió este diario.

* Uno de los informes señala que lo «nuevo» de la vida institucional de la Argentina consiste en que para amplios sectores de la sociedad «hay espacios que han perdido lógica» existencial. Se indica entonces que «para el otrora orgulloso «hombre común» argentino dejaron de tener sentido categorías como «oposición política», «partidos políticos» o sembrar esperanzas en el clásico «vamos a ver qué pasa en las elecciones».

* El informe sostiene entonces que en la Argentina se está evidenciando «sin solución de continuidad» y en «términos sorprendentemente rápidos», el derrumbe del contenido de lo que en ciencias sociales se denomina «Imaginario Social Eficaz (ISE)». El informe define como tal «un núcleo de significaciones instituidas socialmente. Una batería de comprensiones y aceptaciones -entre otras cosas- sobre lo que es un aparato de Estado, un gobierno, la dirigencia y qué se espera de ellos».

* Siempre siguiendo este informe, se dice entonces que el ISE «está resignando posiciones frente al Imaginario Social Radical (ISR)». Define a éste como «lo instituyente, o sea la aparición de significaciones que se plantan críticamente y cuestionan por momentos en términos radicales todo lo que venía aceptándose casi convencionalmente. Hoy en la Argentina -acota el informe- es muy difícil, si la sinceridad prima en la reflexión, encontrar gente dispuesta a defender la posibilidad de que en un futuro las instituciones modifiquen su conducta. Hay una especie de resignada conclusión en lo concerniente a este tema. Se expresa generalmente en dos formas: «Nada va a cambiar» y «Todos son iguales». Por «Todos» -dice el informe- debe interpretarse al conjunto de la dirigencia política, empresaria y gremial.

* El informe advierte también que uno de los rasgos que más «llaman la atención a la comunidad diplomática extranjera con asiento en Buenos Aires es la baja autoestima que como ciudadanos del país» tiene hoy la más media de los argentinos. «En general, en los análisis que sobre el imaginario de la gente ante la crisis formulan los periodistas, politicólogos, dirigentes políticos, etc, predomina como tema dominante la incertidumbre que el grueso de los argentinos tiene sobre el futuro del país. Sin embargo, por debajo de ese sentimiento fundado en una inquietud que es casi temor, subyace cierto estado de ánimo basado en el desaliento de vivir en un país que recicla crisis feroces. Condicionadas sus posibilidades de dibujar un futuro individual y como Nación, no resulta ajeno a la realidad que, maltratadas por la crisis, amplias franjas de argentinos sólo se vinculan entre sí desde el dolor y la frustración que sienten. Nada parece darles un sentido amplio de pertenencia que no sea la crisis. Aunque parezca una ironía -sostiene el informe-, sólo el Mundial de Fútbol pueda quizá, y durante algunas semanas, vincular al conjunto por arriba de la crisis. Días atrás, en una embajada, un periodista dijo cínicamente que «la autoestima del país sólo se recuperará si ganamos el Mundial».

* Otro de los informes dice que la Argentina es hoy para Latinoamérica «el laboratorio más dinámico de cómo puede llegar a perder consenso todo el conjunto de la estructura de poder de un país».

* Vía este razonamiento, el informe destaca que al reflexionarse sobre la crisis argentina, «es oportuno no hacerlo con los parámetros tradicionales con que siempre se interpretaron los problemas y crisis cíclicas que marcan la historia de este país. Decimos -se acota- que no es conveniente apelar a la clásica conclusión de que se trata de una crisis más. Ni los argentinos se creen esto».

* A partir de esa advertencia, el informe sostiene que el caso más evidente del convencimiento de los argentinos de estar inmersos en un problema «para nada coyuntural» se refleja en dos planos:

Uno: Si se parte de que existen razones para creer que «de unos años a esta parte -especialmente cuando la desocupación llegó a los dos dígitos- los argentinos hacen del trabajo un capital a cuidar cada día con más celo y dedicación, se llega a una conclusión: hoy es evidente que los argentinos sienten la pérdida del trabajo como una cuestión que los condicionará, en general, para siempre. Esta sociedad tiene una historia muy firme de organizarse desde la familia a partir del trabajo seguro, estable. Hoy son cuestionados los términos en que se armó esa historia, pero así fue». Y esa realidad ya no existe.

Dos: Según el informe, el otro caso que evidencia que los argentinos perciben que la crisis no tiene nada de coyuntural «es la forma en que interpretan el futuro de la pobreza y decadencia de la que fue la más extensa e importante clase media del continente». El informe dice que los sondeos demuestran que ambos fenómenos son interpretados como «la consecuencia de procesos estructurales y definitivos que se dan en un contexto de decisiones globales contra las que poco se puede hacer».

* Vinculado con este tema, el informe hace hincapié en la «intensa cultura preponderante al socioanálisis que tienen fundamentalmente los sectores medios del país. Una relación que se expandió a partir de la década del «60. Lo hizo como en ningún otro país del continente. Hoy, ante el desempleo, la precariedad del empleo y los riesgos de la más variada especie que enfrentan, los analistas tienen mucha materia prima, pero trabajan cada vez menos: no hay plata».

Y la que hay, cada día vale menos, le faltó acotar al informe.

Carlos Torrengo


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