El temor a otro “Black Hawk Down”

WASHINGTON.- El presidente estadounidense tomó la decisión en la noche del viernes. “It’s a go” (adelante), dijo Barack Obama en la madrugada del 29 de abril a su gabinete de seguridad. Sus palabras daban luz verde a la operación contra Osama Ben Laden, una acción sobre la que nadie podía prever su final. ¿Estaría realmente el jefe de Al Qaeda en Abbottabad? ¿Encontrarían resistencia los soldados de unidad Navy-Seal? ¿Habría muertos entre los miembros del ejército estadounidense? De todas las opciones para hacerse con el enemigo número uno de Estados Unidos, el presidente se había decidido por la más arriesgada. Los asesores de Obama le habían planteado tres posibilidades: enviar en helicóptero a soldados de elite al supuesto escondite, bombardear el edificio desde el aire o seguir esperando y recopilar más informaciones para asegurar que Ben Laden realmente estaba allí. Y es que la CIA cifraba entre un 60 y un 80% las posibilidades de que en lugar se encontrara realmente el hombre más buscado del mundo. El 22 de marzo Obama pidió opinión a sus asesores. Según “The New York Times” el secretario de Defensa, Robert Gates, se mostró escéptico ante la variante del comando. Demasiado arriesgado, según el jefe del Pentágono. Los expertos calcularon que serían necesarias 32 bombas de 2.000 libras para reventar el edificio. “Habría abierto un cráter gigante y no habría habido cadáveres”, explicó un funcionario. Una semana más tarde Obama ordenó entrenar a las fuerzas especiales para la misión. En Afganistán se erigió una copia del supuesto escondite de Ben Laden donde los soldados de la unidad especial ensayaron el asalto al edificio. Pero entre los políticos, militares y miembros de los servicios secretos también cundían la preocupación y el nerviosismo. “No hubo ninguna reunión en la que alguien no nombrara el ‘Black Hawk Down’”, recordó otro miembro del gobierno en referencia al trauma que sufrió Estados Unidos cuando en 1993 dos helicópteros tipo “Black Hawk” fueron derribados en Somalia. Todavía el pasado jueves, poco antes de que llegara la orden del presidente, hubo largos silencios mientras los asesores repasaban una y otra vez los posibles escenarios. El domingo a las 14:05 horas el director de la CIA, Leon Panetta, describió por última vez la misión al gabinete de asesores. Esa misma mañana el presidente había dado su última bendición a la operación.

reportaje

El gabinete de Obama siempre tuvo muchas dudas.


WASHINGTON.- El presidente estadounidense tomó la decisión en la noche del viernes. “It’s a go” (adelante), dijo Barack Obama en la madrugada del 29 de abril a su gabinete de seguridad. Sus palabras daban luz verde a la operación contra Osama Ben Laden, una acción sobre la que nadie podía prever su final. ¿Estaría realmente el jefe de Al Qaeda en Abbottabad? ¿Encontrarían resistencia los soldados de unidad Navy-Seal? ¿Habría muertos entre los miembros del ejército estadounidense? De todas las opciones para hacerse con el enemigo número uno de Estados Unidos, el presidente se había decidido por la más arriesgada. Los asesores de Obama le habían planteado tres posibilidades: enviar en helicóptero a soldados de elite al supuesto escondite, bombardear el edificio desde el aire o seguir esperando y recopilar más informaciones para asegurar que Ben Laden realmente estaba allí. Y es que la CIA cifraba entre un 60 y un 80% las posibilidades de que en lugar se encontrara realmente el hombre más buscado del mundo. El 22 de marzo Obama pidió opinión a sus asesores. Según “The New York Times” el secretario de Defensa, Robert Gates, se mostró escéptico ante la variante del comando. Demasiado arriesgado, según el jefe del Pentágono. Los expertos calcularon que serían necesarias 32 bombas de 2.000 libras para reventar el edificio. “Habría abierto un cráter gigante y no habría habido cadáveres”, explicó un funcionario. Una semana más tarde Obama ordenó entrenar a las fuerzas especiales para la misión. En Afganistán se erigió una copia del supuesto escondite de Ben Laden donde los soldados de la unidad especial ensayaron el asalto al edificio. Pero entre los políticos, militares y miembros de los servicios secretos también cundían la preocupación y el nerviosismo. “No hubo ninguna reunión en la que alguien no nombrara el ‘Black Hawk Down’”, recordó otro miembro del gobierno en referencia al trauma que sufrió Estados Unidos cuando en 1993 dos helicópteros tipo “Black Hawk” fueron derribados en Somalia. Todavía el pasado jueves, poco antes de que llegara la orden del presidente, hubo largos silencios mientras los asesores repasaban una y otra vez los posibles escenarios. El domingo a las 14:05 horas el director de la CIA, Leon Panetta, describió por última vez la misión al gabinete de asesores. Esa misma mañana el presidente había dado su última bendición a la operación.

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