Los “valores orientales”
Con alguna frecuencia nos referimos a los llamados “valores orientales” para tratar de explicar (o justificar) las diferencias personales y sociales de actitud en las distintas regiones del mundo frente a las urgencias del crecimiento. En general conocemos algo mejor los valores derivados de la doctrina de Confucio que aquellos que corresponden al resto del Oriente. Por esto vale quizás la pena intentar sintetizar cuáles son esos “valores” comunes, cuando de la India (el otro “gigante asiático”) se trata. Los sabios de la vieja India coinciden, según V. Blakrishnan, en que hay fundamentalmente seis “males” que pueden afectar adversamente tanto el carácter de una persona como su misma longevidad. Ellos son: 1) athimaanam, un exceso de orgullo, esto es la arrogancia; 2) athivadam, que define la propensión de algunos a generar problemas y conflictos innecesarios, característica de algunos de los políticos contemporáneos argentinos; 3) athyagam, la falta de disposición para el esfuerzo, o sea la complacencia; 4) krodham, palabra que define la cólera o ira que genera odios y hostilidad; 5) mithradroham, la propensión a dañar a los amigos; 6) atinavidhanasa, el egoísmo. A ellos se suelen agregar otros dos “males” más: kama, o sea la lujuria o codicia que hace que las personas procuren desmesuradamente dinero o placeres, en busca de una cuota de felicidad efímera, y ajnana, la maldición de la ignorancia que suele hacer caer a algunos, sin saberlo, en el mundo del engaño, la fantasía o de la falta de realismo. Éstos son, sintéticamente, los valores morales centrales prevalecientes en buena parte de la sociedad india, específicamente en aquella que abraza el hinduismo. Los que informan sus conductas y los que se reflejan normalmente en sus actitudes personales y sociales. Es importante tenerlos en cuenta, porque son los que deben asumirse en el trato y los que marcan las diferencias entre aquello que –en su universo– merece aprobarse y lo que, en cambio, suele desaprobarse o generar rechazos. (*) Ex embajador de la República Argentina en las Naciones Unidas
EMILIO J. CÁRDENAS (*)
Con alguna frecuencia nos referimos a los llamados “valores orientales” para tratar de explicar (o justificar) las diferencias personales y sociales de actitud en las distintas regiones del mundo frente a las urgencias del crecimiento. En general conocemos algo mejor los valores derivados de la doctrina de Confucio que aquellos que corresponden al resto del Oriente. Por esto vale quizás la pena intentar sintetizar cuáles son esos “valores” comunes, cuando de la India (el otro “gigante asiático”) se trata. Los sabios de la vieja India coinciden, según V. Blakrishnan, en que hay fundamentalmente seis “males” que pueden afectar adversamente tanto el carácter de una persona como su misma longevidad. Ellos son: 1) athimaanam, un exceso de orgullo, esto es la arrogancia; 2) athivadam, que define la propensión de algunos a generar problemas y conflictos innecesarios, característica de algunos de los políticos contemporáneos argentinos; 3) athyagam, la falta de disposición para el esfuerzo, o sea la complacencia; 4) krodham, palabra que define la cólera o ira que genera odios y hostilidad; 5) mithradroham, la propensión a dañar a los amigos; 6) atinavidhanasa, el egoísmo. A ellos se suelen agregar otros dos “males” más: kama, o sea la lujuria o codicia que hace que las personas procuren desmesuradamente dinero o placeres, en busca de una cuota de felicidad efímera, y ajnana, la maldición de la ignorancia que suele hacer caer a algunos, sin saberlo, en el mundo del engaño, la fantasía o de la falta de realismo. Éstos son, sintéticamente, los valores morales centrales prevalecientes en buena parte de la sociedad india, específicamente en aquella que abraza el hinduismo. Los que informan sus conductas y los que se reflejan normalmente en sus actitudes personales y sociales. Es importante tenerlos en cuenta, porque son los que deben asumirse en el trato y los que marcan las diferencias entre aquello que –en su universo– merece aprobarse y lo que, en cambio, suele desaprobarse o generar rechazos. (*) Ex embajador de la República Argentina en las Naciones Unidas
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