Una primavera corta

Arnaldo Paganetti arnaldopaganetti@rionegro.com.ar

de domingo a domingo

En la década del 80 el pueblo dijo nunca más (a las violaciones a los derechos humanos). Hoy nosotros, más que nunca, tenemos que gritar a viva voz: nunca menos”. Exponente fiel de la juventud que emergió con una fuerza apabullante durante las exequias del ex presidente Néstor Kirchner, Juan Cabandié –hijo de desaparecidos nacido en 1978 en la entonces siniestra ESMA (Escuela de Mecánica de la Armada)– definió así la voluntad de la presidenta Cristina Fernández de profundizar las “transformaciones” iniciadas en mayo del 2003 a través de “la acción”. El fervor que ganó las calles durante el velatorio en la Casa Rosada sorprendió a propios y extraños. Tanto que Felipe Solá, enrolado actualmente en el peronismo disidente, y Carlos Reutemann –siempre tentado de ser timonel de un peronismo conservador que no confronte con los poderes establecidos– dijeron que había que prestar atención al mensaje de dolor y reconocimiento de la ciudadanía. El diputado se manifestó permeable a dialogar con la actual conducción del PJ de sello K y el senador se pronunció por desensillar hasta que aclare. Los días de luto por la pérdida del dirigente más importante del modelo centroizquierdista –sostenido sobre todo por el aparato tradicional del sindicalismo argentino, gobernadores e intendentes, pero también por organizaciones sociales surgidas tras la debacle del 2001 y entidades combativas como Madres y Abuelas de Plaza de Mayo– hallaron mejor parado al gobierno que a la oposición. Es que si bien la pérdida de Kirchner produjo un vacío enorme cuyo reemplazo requerirá de una nueva articulación y comando que sustituya el sistema vertical y radial imperante hasta diez días atrás, el temple evidenciado por Cristina y la subordinación (sincera u obligada por las circunstancias) de personajes como Daniel Scioli, mandatario del principal distrito, y Hugo Moyano, secretario general de la CGT, establecieron una continuidad no traumática en la gestión administrativa. Por supuesto que subsistirán las dudas sobre el futuro engranaje y las contradicciones existentes en el justicialismo, que se harán más patentes en marzo del año próximo cuando se entre de lleno en el año electoral que concluirá con la renovación presidencial de octubre. El mazazo fue tremendo en el Peronismo Federal. Al perder el ícono de todos los males, se le hizo difícil la convivencia doméstica. Eduardo Duhalde y Alberto Rodríguez Saá seguirán machacando abiertamente contra el “modelo K”, pero deberán mientras tanto aceptar los resquemores de Solá y Mario Das Neves, atentos a la posibilidad de que Cristina inaugure un estilo menos excluyente que el que practicaba Néstor. “Los del Frente para la Victoria siempre estamos en el mismo lado… los que reflexionen y cambien de actitud y acepten la línea trazada por Néstor, ahora seguida por Cristina, serán bienvenidos”, anticipó el jefe del bloque de diputados oficialista, Agustín Rossi, a “Río Negro”. Scioli hizo una demostración de fuerza en La Plata y brindó una ofrenda territorial a la presidenta, dejando flotar como “verdad de Perogrullo” –a pesar de que todos dicen que no es momento de hablar de candidaturas– que ella irá por la reelección en el 2011 y él la acompañará yendo por un segundo turno en la Gobernación provincial. Moyano, cuya influencia decisiva se tratará de encauzar para que con sus desbordes e imposiciones no termine condicionando a Cristina, habría desistido ante el titular de la Unión Industrial, Héctor Méndez, del proyecto para repartir entre los empleados el 10% de las ganancias de las grandes empresas. Éste es un tema que no prosperará por ahora ya que existe una tregua de hecho y el kirchnerismo pone el acento en el presupuesto, para cuya aprobación contaría con la ayuda de los legisladores socialistas que responden al gobernador Hermes Binner. Fuera del espectro peronista, no es menor la desorientación. Por respeto “Lilita” Carrió se llamó a silencio y ordenó a los suyos moverse con pies de plomo. En el radicalismo arden las pasiones y algunos aliados, por caso Margarita Stolbizer, urgen al partido a salir de la interna paralizante y encabezar decididamente una alternativa seria para desplazar al peronismo anatematizado por el Nobel Mario Vargas Llosa. Ricardo Alfonsín ya anunció que se lanzará en diciembre. Cuenta con el respaldo de los afiliados a la UCR y aguarda que se suba al ring el vicepresidente Julio Cobos, quien resiste indolente en su cargo frente a la ofensiva cada vez más agresiva del oficialismo por llevarlo al llano. Algunas defensas de sus correligionarios no lo ayudan. El titular de la UCR, Ernesto Sanz, al acusar al gobierno de estar buscando siempre un “enemigo”, dijo que Cobos “no mueve la aguja” en el momento de las decisiones. Por su parte, el ex ministro y ex candidato presidencial Roberto Lavagna desautorizó una versión sobre una fórmula compartida con el mendocino. “Cobos es hoy la fiebre amarilla”, admitió uno de sus seguidores, que hizo notar que así como “se sacó la grande” en el desempate por la 125 y “ganó la lotería” al arbitrar a favor del 82% móvil para los jubilados (ley finalmente vetada) ahora resulta ser uno de los grandes perjudicados por el deceso de Kirchner. La suerte de Cobos es un misterio. Se lleva mejor con figuras como Duhalde, Francisco de Narváez y Mauricio Macri que con dirigentes del alfonsinismo que se está adueñando del radicalismo y tienen fuertes lazos con el socialismo. El rompecabezas político dependerá de cómo evolucionen los acontecimientos y de cómo se termine de armar el liderazgo incipiente y exclusivo de Cristina. Cabandié presagió que “esta primavera va a durar poco” porque la muerte de Kirchner “no dejará acéfalo el proyecto”. Y auguró que los jóvenes que irrumpieron como fenómeno militante no se detendrán ni retrocederán ante las dificultades.