“Lo mejor del trabajo es la relación con la gente”

Arturo vende “Río Negro” desde 1977, pero la salud lo tiene a maltraer. Extraña el contacto con sus clientes y hoy esperaba volver con sus diarios al puesto que tiene sobre la calle Leloir.

En 2002 el canilla plantó un pino sobre la barda y para Navidad lo adornó. Un cliente le sacó fotos y Bobadilla las transformó en cuadro.

Luis García

NEUQUÉN (AN).- Arturo Bobadilla es feliz en su casa de Villa Ceferino, pero extraña la calle. Parece una contradicción lo que cuenta, pero a poco de conversar el tipo, que es canilla de alma, admite que por estos días extraña a sus clientes, a la gente que todo los días espera que él les lleve el diario. La salud le anda haciendo trampas a este sanjuanino que desde 1977 está instalado en Neuquén y, casi obligado por su familia, sólo va a vender diarios los sábados y los domingos. Y este domingo, planeaba el jueves, pensaba calzarse su campera a amarilla, arrancar su motito y plantarse con su mejor sonrisa en la esquina de la gigantesca Legislatura. Se ríe Arturo, no termina de entender cuál es el mérito que hizo para estar hoy en las páginas de la edición de “Río Negro”. Sigue riendo, siempre sonríe este hombre de 67 años, que destila simpleza y que está orgulloso de que la gente lo reconozca como su canillita, como su amigo. Son muchos los que se preocupan por su salud desde que la vesícula le empezó a jorobar la vida. Ha sufrido cuatro operaciones y los médicos no están convencidos de que una quinta pueda solucionar el problema que tuerce pero no dobla a Arturo. “Yo en la calle, trabajando me siento bien, qué se yo… son muchos años, mucha gente la que he conocido. Es lindo que te digan ¿Qué tal Arturo? ¿Cómo estás? ¿Cómo anda tu salud? He tenido suerte de conocer a mucha gente y que esa gente me haya tomado afecto. La relación con la gente es lo mejor que me da este trabajo”, dice mientras la menor de sus hijas, que se llama Amelia, cuenta que Arturo “era muy glotón” y que quizás sea eso lo que terminó de afectarlo tanto. “Acá me lo llaman todos, un montón de clientes que se preocupan. Hay uno que es el que más se preocupa y el que más nos ayuda trayendo mercadería o preguntando si necesita una u otra cosa”, agrega Amelia. Con ella y con su esposa comparte la vivienda más verde de la manzana 89 en Villa Ceferino. Peleándola Bajó de peso, le han realizado múltiples estudios, la ha pasado mal Arturo Bobadilla. Pero logró una obra social y colaboración para seguir peleándola. Y ahora que anda un poco mejor espera volver a la calle con sus diarios. “Era difícil antes que andaba caminando y después en bici, pero tardé para la bici, antes no era tan fácil”, advierte el hombre que asegura hasta hace algunos años ‘voceaba’ el diario, algo que ha entrado en desuso pero que resultaba obligatorio en los 70s y los 80s para cualquier canilla que se preciara de tal. “Arrancaba a las cuatro y media, hacía el reparto a mis clientes, me metía en el Rincón (Club de Campo) con una linterna que tenía. No había luz en ese entonces y después me quedaba en la parada que está en la esquina de lo que ahora es la Legislatura. Hay un puestito (sobre Leloir) que lo hizo la gente, mis clientes. Ahí me quedaba hasta las doce o las doce y media. Y ahí recién me volvía a mi casa”, dice en voz baja y sonríe. Vendió diarios, revistas y también billetes de lotería: “siempre anduve en la calle y nunca tuve ningún problema”, dice con una calma que parece de otros tiempos. Dice que la gente que está en la distribuidora para la cual trabaja ahora se ha portado muy bien. No pasó lo mismo en la que trabajaba antes. Me fui tranquilo una vez que me pasó algo (lo atropelló un taxi) y no se hicieron ningún problema. Me cambié de distribuidora y listo la cosa, ¿para qué más?”. Arturo y Amelia ofrecen lo mejor que tienen. Preguntan al periodista si quiere repetir un vaso de gaseosa e intrigado consulta sobre ¿Cómo es que se nos ocurrió hacerle una nota? Por el día del canillita, le decimos. Que la pases lindo. “Trabajando voy a estar, si Dios quiere”, se despide. Y vuelve a sonreír.

día del canillita


En 2002 el canilla plantó un pino sobre la barda y para Navidad lo adornó. Un cliente le sacó fotos y Bobadilla las transformó en cuadro.

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