Macri procesado
Al confirmar la decisión del juez Norberto Oyarbide de ordenar el procesamiento penal del jefe de Gobierno de la ciudad de Buenos Aires, Mauricio Macri, la Cámara Federal porteña ha colocado ante un dilema muy engorroso a aquellos opositores que militan en agrupaciones de ideología más o menos progresista. Aunque a esta altura la mayoría entenderá que Oyarbide es funcional a los Kirchner y que, para más señas, la pareja estaría dispuesta a ir a virtualmente cualquier extremo para poner fin a las aspiraciones presidenciales de un político que, a juzgar por las encuestas, podría triunfar en las elecciones próximas, muchos comparten el deseo de que Macri resulte tan desprestigiado por lo que está sucediendo que como resultado se vea privado de toda posibilidad de presentarse, de ahí el reclamo para que pida licencia hasta que todo se haya aclarado o que, por lo menos, se forme una comisión investigadora, alternativa ésta que brindaría a los adversarios de PRO oportunidades para embestir contra el líder de un partido que, a su juicio, es peligrosamente conservador. Así y todo, quienes se oponen tanto a PRO como al gobierno dan por descontado que, si bien podrían sentirse beneficiados por la eventual caída de Macri, el ganador principal del conflicto político y jurídico que está celebrándose sería Néstor Kirchner, lo que no les convendría en absoluto. Tienen, pues, que optar entre colaborar con un ex presidente que creen sumamente corrupto y autoritario, ayudándolo a quitarse de encima a un rival en potencia, y defender a Macri por motivos que podrían considerarse institucionales. Por lo demás, en muchas ocasiones dirigentes de Coalición Cívica, Proyecto Sur y otros partidos se manifestaron indignados por la manipulación de la Justicia por parte del ex presidente, de suerte que sería natural que sospecharan que Macri es víctima de una maniobra oficialista. Parecería que ésta es la actitud de Elisa Carrió quien, pese a haber afirmado con cierta frecuencia que Macri es corrupto, no quiere ayudar a Kirchner, su enemigo principal. Como no pudo ser de otra manera, Macri, respaldado por sus partidarios, ha elegido defenderse con argumentos más políticos que jurídicos contra la acusación apadrinada por Oyarbide de formar parte de “una asociación ilícita” supuestamente creada con el propósito de instalar en el seno del gobierno metropolitano un “aparato de inteligencia prohibido” que empleó para espiar a su cuñado y a un familiar de las víctimas del atentado islamista contra la AMIA. De resultar ciertos los cargos en tal sentido, Macri habría aprovechado su poder como jefe del gobierno porteño, y los recursos económicos de su familia, no sólo para hostigar a Néstor Leonardo, su cuñado, sino también, por razones poco claras, a un integrante de una organización mayormente judía. De ser así, habrá sido cuestión de un “aparato de inteligencia” de alcance muy limitado, sobre todo en un país en que operan tantos servicios proclives a hurgar en los asuntos de políticos y otros, pero para los resueltos a hacer daño a Macri tales detalles son insignificantes. De todos modos, hasta que jueces conocidos por su negativa a permitirse presionar, o por su falta de interés en complacer a políticos determinados, hayan llegado a una conclusión basada en datos indiscutibles, Macri seguirá mereciendo el beneficio de la duda. Por cierto, no lo ha perjudicado el que sus dificultades actuales se hayan debido al activismo de Oyarbide, un magistrado en que muy pocos confían y que, para el asombro de muchos, en especial de líderes opositores que creen que tarde o temprano la presidenta y su marido terminarán entre rejas, decidió desbaratar los intentos de obligar a los Kirchner a probar que el crecimiento extraordinariamente rápido de su patrimonio conjunto declarado no fue resultado del enriquecimiento ilícito. También le conviene a Macri que, en opinión de casi todos, la ofensiva en su contra sea obra de Kirchner, ya que muchos que están convencidos de que sería malo para el país que el porteño lograra trasladarse a la Casa Rosada coincidirían en que el peligro que representa el ex presidente para la democracia argentina, y para el respeto por la Justicia, es mucho mayor que el planteado por el líder de PRO.
Al confirmar la decisión del juez Norberto Oyarbide de ordenar el procesamiento penal del jefe de Gobierno de la ciudad de Buenos Aires, Mauricio Macri, la Cámara Federal porteña ha colocado ante un dilema muy engorroso a aquellos opositores que militan en agrupaciones de ideología más o menos progresista. Aunque a esta altura la mayoría entenderá que Oyarbide es funcional a los Kirchner y que, para más señas, la pareja estaría dispuesta a ir a virtualmente cualquier extremo para poner fin a las aspiraciones presidenciales de un político que, a juzgar por las encuestas, podría triunfar en las elecciones próximas, muchos comparten el deseo de que Macri resulte tan desprestigiado por lo que está sucediendo que como resultado se vea privado de toda posibilidad de presentarse, de ahí el reclamo para que pida licencia hasta que todo se haya aclarado o que, por lo menos, se forme una comisión investigadora, alternativa ésta que brindaría a los adversarios de PRO oportunidades para embestir contra el líder de un partido que, a su juicio, es peligrosamente conservador. Así y todo, quienes se oponen tanto a PRO como al gobierno dan por descontado que, si bien podrían sentirse beneficiados por la eventual caída de Macri, el ganador principal del conflicto político y jurídico que está celebrándose sería Néstor Kirchner, lo que no les convendría en absoluto. Tienen, pues, que optar entre colaborar con un ex presidente que creen sumamente corrupto y autoritario, ayudándolo a quitarse de encima a un rival en potencia, y defender a Macri por motivos que podrían considerarse institucionales. Por lo demás, en muchas ocasiones dirigentes de Coalición Cívica, Proyecto Sur y otros partidos se manifestaron indignados por la manipulación de la Justicia por parte del ex presidente, de suerte que sería natural que sospecharan que Macri es víctima de una maniobra oficialista. Parecería que ésta es la actitud de Elisa Carrió quien, pese a haber afirmado con cierta frecuencia que Macri es corrupto, no quiere ayudar a Kirchner, su enemigo principal. Como no pudo ser de otra manera, Macri, respaldado por sus partidarios, ha elegido defenderse con argumentos más políticos que jurídicos contra la acusación apadrinada por Oyarbide de formar parte de “una asociación ilícita” supuestamente creada con el propósito de instalar en el seno del gobierno metropolitano un “aparato de inteligencia prohibido” que empleó para espiar a su cuñado y a un familiar de las víctimas del atentado islamista contra la AMIA. De resultar ciertos los cargos en tal sentido, Macri habría aprovechado su poder como jefe del gobierno porteño, y los recursos económicos de su familia, no sólo para hostigar a Néstor Leonardo, su cuñado, sino también, por razones poco claras, a un integrante de una organización mayormente judía. De ser así, habrá sido cuestión de un “aparato de inteligencia” de alcance muy limitado, sobre todo en un país en que operan tantos servicios proclives a hurgar en los asuntos de políticos y otros, pero para los resueltos a hacer daño a Macri tales detalles son insignificantes. De todos modos, hasta que jueces conocidos por su negativa a permitirse presionar, o por su falta de interés en complacer a políticos determinados, hayan llegado a una conclusión basada en datos indiscutibles, Macri seguirá mereciendo el beneficio de la duda. Por cierto, no lo ha perjudicado el que sus dificultades actuales se hayan debido al activismo de Oyarbide, un magistrado en que muy pocos confían y que, para el asombro de muchos, en especial de líderes opositores que creen que tarde o temprano la presidenta y su marido terminarán entre rejas, decidió desbaratar los intentos de obligar a los Kirchner a probar que el crecimiento extraordinariamente rápido de su patrimonio conjunto declarado no fue resultado del enriquecimiento ilícito. También le conviene a Macri que, en opinión de casi todos, la ofensiva en su contra sea obra de Kirchner, ya que muchos que están convencidos de que sería malo para el país que el porteño lograra trasladarse a la Casa Rosada coincidirían en que el peligro que representa el ex presidente para la democracia argentina, y para el respeto por la Justicia, es mucho mayor que el planteado por el líder de PRO.
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