Milei avanza sobre las reglas del juego
Convoca a una reforma electoral, en medio de importantes cambios en la región que impactan en la política nacional.
Antes del juego, Javier Milei intentará redefinir las reglas del juego. El Presidente repite a quien le pregunte: este año plebiscitará su gestión en las elecciones legislativas. No sólo eso: intentará imponer, con los votos, un rediseño del sistema político tras el derrumbe de las coaliciones en 2023. A las normas de la competencia intentará fijarlas en las sesiones extraordinarias del Congreso convocadas para la semana que comienza. El núcleo de esa discusión será la reforma electoral con la eliminación de las Paso.
El régimen de primarias abiertas, simultáneas y obligatorias agoniza desde hace años. Fue el instrumento que encontraron los partidos políticos (en tránsito de la masividad a la dispersión) para obtener una sobrevida. Incapaces de dirimir en elecciones partidarias medianamente civilizadas su caos programático y su crisis dirigencial, las organizaciones políticas no encontraron mejor salida que estatizar su dinámica interna: obligar a toda la sociedad civil para que resuelva mediante el voto forzoso.
La coartada funcionó un par de oportunidades hasta que una silenciosa reacción del electorado vació de legitimidad el procedimiento. La abstención creciente se alimentó de un aprendizaje certero: las Paso no sólo exacerbaron un internismo partidario sordo a los reclamos de la crisis socioeconómica, sino que además pusieron en riesgo las transiciones normales del sistema.
El desierto de legitimidad que selló los últimos meses de la presidencia de Mauricio Macri, tras las primarias de agosto de 2019, detonó un agravamiento de las condiciones económicas tan pronunciado que hoy parece todo un éxito recuperar los índices previos a entonces.
Milei sabe que las Paso vienen desde hace rato con esa herencia incómoda. Propone derogarlas por gestión de ese desencanto y por la conveniencia de estar ahora en condición de oficialismo. Tiene en la vereda opuesta una diáspora de adversarios fragmentados. Sabe que muchos opositores no conforman necesariamente un frente de oposición. Y que además un frente de oposición no necesariamente constituye una alternativa de gobierno.
Por eso salió a convocar a Mauricio Macri a un emprendimiento común contra el kirchnerismo, al que señala como el extremo opuesto de la polarización política en Argentina. Macri respondió con habilidad y rapidez. Dijo que sí, pero que la propuesta pase a comisión.
Macri no podría negarse a una convocatoria genérica a la unidad contra el kirchnerismo y en defensa del rumbo económico. Pero el expresidente es consciente de que Milei prefiere una fusión por absorción antes que una alianza con el PRO. Por eso propuso un equipo de diálogo y desafió a Milei a que designe el suyo.
Mauricio Macri necesita conocer, además, cómo serán las reglas más generales del juego. Las elecciones generales con primarias o sin primarias no son lo mismo para una fuerza con ambición nacional. Por otra parte, también ingresará a extraordinarias el pliego del juez Ariel Lijo para la Corte Suprema, algo que ha sido para el PRO un punto clave de controversia con la Casa Rosada y el principal motivo de suspicacia sobre un acuerdo soterrado entre Milei y el kirchnerismo.
Cambios inminentes
La política nacional estará forzada entonces a un enero hiperactivo porque se discutirán las condiciones y el formato de su propia supervivencia. Esa discusión se concretará en un contexto global y regional de cambios muy nítidos. El primero ya se vio con la aceleración de la crisis venezolana.
Venezuela es para América Latina un problema de primer orden. La crisis migratoria que ha detonado la dictadura chavista es la mayor de la que tenga memoria América Latina, en más de un siglo. Nicolás Maduro no asumió un tercer mandato porque no lo tiene: perdió irremisiblemente en las elecciones. Maduro usurpó el viernes pasado el gobierno venezolano al impedir que asuman las autoridades con mandato electoral.
Tan manifiesta fue la usurpación para el resto del mundo que sólo algunos autócratas, amigos y émulos de Maduro, reconocieron al usurpador. Estados Unidos respondió aumentando, en su lista de buscados, la recompensa para la entrega de Maduro, Diosdado Cabello y Vladimir Padrino -cabecillas del régimen- por los cargos de narcoterroristas. El gesto está cargado de simbolismo: esa lista fue integrada en su momento por Osama Bin Laden, Ayman al Zawahiri (líderes de Al Qaeda) y Abu Bakr al-Baghdadi (jefe del ISIS, Estado Islámico).
Tras la usurpación de Maduro, el segundo cambio notorio en la escena global será la asunción del nuevo presidente norteamericano Donald Trump. El Departamento de Estado, que alguna vez dirigió Henry Kissinger, estará ocupado por un representante de la comunidad latina, el senador Marco Rubio. Si Rubio ejecuta el uno por ciento de sus ideas sobre las dictaduras de izquierda en Latinoamérica, las noches por venir para Maduro, Cabello, el nicaragüense Daniel Ortega y el cubano Miguel Díaz-Canel no serán de seguro las más plácidas.
Estos cambios simultáneos tendrán también un impacto en la escena nacional. En el polo opuesto a Milei, la expresidenta Cristina Kirchner guarda un silencio vergonzante sobre el autoritarismo y la represión en Venezuela. Una antigua trama de negocios oscuros con el chavismo le tapa la boca más que la hojarasca discursiva del progresismo con la que suele simular cátedra.
En los próximos días la incomodidad pública de la expresidenta no tendrá a Venezuela como único motivo. Un informe oficial está revelando, a 10 años de ocurridos los hechos, una serie de irregularidades que exponen las responsabilidades de su gobierno en el asesinato del fiscal Alberto Nisman. Homicidio ocurrido en el marco de otra sociedad política turbia: la del kirchnerismo con Irán.
En ese contexto, con Cristina Kirchner como presidenta actual del principal partido de oposición, se hace difícil contradecir aquella idea que esbozó hace unos días Fernando Savater, sobre la polarización política en su país: «Me niego a descartar la polarización como si ambos polos fueran igualmente rechazables».
Para el filósofo español, superar al peor de los extremos no suprime un polo, sino los dos.
Antes del juego, Javier Milei intentará redefinir las reglas del juego. El Presidente repite a quien le pregunte: este año plebiscitará su gestión en las elecciones legislativas. No sólo eso: intentará imponer, con los votos, un rediseño del sistema político tras el derrumbe de las coaliciones en 2023. A las normas de la competencia intentará fijarlas en las sesiones extraordinarias del Congreso convocadas para la semana que comienza. El núcleo de esa discusión será la reforma electoral con la eliminación de las Paso.
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