Joel tiene 40 años, es de El Bolsón y desde hace un mes renació
Llevaba el nombre de su hermano muerto y la Justicia habilitó que se lo cambie.
Cada vez que escuchaba que lo nombraban una sensación de angustia lo invadía. Escuchaba “Jaime tal cosa”; “Jaime tal otra” y el malestar se apoderaba de él. De chico lo sufrió. De grande también. Pero, desde el minuto uno que el nuevo DNI llegó a su casa de El Bolsón, renació.
“Joel” así se llama formalmente desde hace un mes. “Cuando llegó el DNI estuve una hora mirándolo”, cuenta, “no lo podía creer”.
Hace dos años a Joel le dijeron que la Defensoría podía ayudarlo: “ahí nomás me fui a averiguar”, dice, “les conté mi historia y me dijeron que se podía hacer el cambio de nombre”.
Joel, hasta hace un mes, cargaba en su nombre con una historia familiar de peso. Jaime, el nombre que le pusieron sus padres al nacer, era el mismo que el de un hermano, que murió. “Me llamaba igual: Jaime Andrés Soto Velasquez y no lo podía soportar”.
Cada vez que lo nombraban, se hacía presente su hermano; cada vez que lo llamaban, una historia ajena aparecía.
Joel compartía con su hermano mismo padre, misma madre. Pero no quería cargar en su nombre con su hermano. “El nació con problemas de salud y falleció. Por eso, cada vez que me nombraban sentía unas ganas tremendas de no tener ese nombre”.
Con sus padres lo habló varias veces. ¿Por qué ese mismo nombre? ¿Por qué llevar esa historia a cuestas? “Me decían que no aceptaban que había fallecido, por eso, para alivianar el dolor, habían decidido ponerme a mí ese nombre”, reflexiona, “eran otros tiempos”.
Y Joel se hizo una promesa: antes de cumplir 40 años tenía que poder llevar otro nombre. Fue así que se empezó a entusiasmar con el nombre “Joel”. A su verdulería le puso así. De a poco, los vecinos empezaron a llamarlo así: “la verdulería de Joel”.
Fue ahí que el nuevo nombre cayó como una manzana madura: “me puse Joel. Me encanta que me llamen así”. Le gusta tanto, que incluso a uno de sus dos hijos, al más chico, se lo puso como segundo nombre.
Para poder hacer el trámite de cambio de nombre Joel tuvo que presentar la partida de nacimiento y de defunción de su hermano. La jueza de El Bolsón, Paola Bernardini, le dio la razón: su identidad era la que había construido y no la que le habían impuesto. Con esa sentencia, Joel encontró una “liberación emocional”.
Con el patrocinio de un defensor oficial, presentó su caso ante un juzgado civil de la Tercera Circunscripción del Poder Judicial. Su argumento fue, lo que vivió toda su vida: ese nombre lo conectaba constantemente con una historia y un duelo que nunca le perteneció.
Familiares y amigos, lo acompañaron. Confirmaron que siempre lo habían conocido como él se hacía llamar. Una pericia psicológica del Cuerpo Médico Forense fue clave: concluyó que el cambio de nombre no solo estaba justificado, sino que además sería crucial para su bienestar emocional.
En el fallo, la jueza destacó que el nombre “es un atributo esencial de la identidad personal, pero también un derecho que no puede convertirse en una carga”. La jueza se basó en el artículo 69 del Código Civil y Comercial de la Nación y resolvió que existen “justos motivos” para el cambio de nombre cuando se acredita la afectación de la personalidad de la persona interesada.
Para Joel este cambio de DNI, que hoy tiene en sus manos, es mucho más que un simple trámite. Es una forma de recuperar su identidad, de construir, a partir de los 40 años, una nueva historia en su vida.
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Cada vez que escuchaba que lo nombraban una sensación de angustia lo invadía. Escuchaba “Jaime tal cosa”; “Jaime tal otra” y el malestar se apoderaba de él. De chico lo sufrió. De grande también. Pero, desde el minuto uno que el nuevo DNI llegó a su casa de El Bolsón, renació.
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