Tiempos raros
El gobierno busca hacer más ostensible la alianza con el sector financiero articulando toda una gama de decisiones económicas que terminan favoreciendo al microcentro porteño e impactando positivamente en los balances de los bancos. Desde la emisión de letras del Banco Central, operaciones de pases, créditos subsidiados y colocación de deuda hasta un fenomenal estímulo al consumo, todo ello basado en una emisión monetaria sin precedentes y enmarcado en una política de virtual seguro de cambio. ¿Cómo es posible que en el 2002 algunos de los principales bancos del mercado, habiendo perdido casi el 98% de su patrimonio, hayan sido deudores del Estado y en el 2010 esos mismos bancos sean acreedores netos del Estado y su patrimonio valga varios cientos de millones de dólares? Todo eso fue posible gracias al accionar de la administración Kirchner, que permitió la transferencia de millones de dólares de la sociedad hacia el sector financiero, uno de los sectores de más alta rentabilidad del país. Una política de elevado gasto público financiada con emisión monetaria más los altos rendimientos de los títulos públicos y el elevado costo del crédito generaron las condiciones necesarias para que el sector financiero embolsara ingentes sumas de dinero. Basta con analizar los balances de las entidades financieras y las columnas de sustento patrimonial para advertir dónde están sus fortalezas. La ratio de créditos hipotecarios sobre el total, al igual que aquella de los créditos al sector productivo a largo plazo, en relación con la cartera de cada entidad es bajísima. Esto es, los créditos de riesgo son escasos y su riesgo de incobrabilidad está debidamente previsionado. Del otro lado, los créditos personales al consumo, con altísimas tasas, representan hoy el “core business” de los bancos locales, junto con las inversiones en títulos públicos, para financiar el gigantesco aparato estatal y toda la maquinaria de subsidios. En otras palabras, el sector financiero se convirtió en la vía por la cual el matrimonio presidencial pudo construir la ilusión del consumo, financiar su enorme gasto burocrático y mantener funcionando una compleja red de beneficios a sectores afines. Además de lo dicho, la administración Kirchner ha construido virtualmente un escudo de defensa para el sector financiero al convertir la Anses en una suerte de banco paralelo que opera, defendiendo el valor de las carteras de títulos y acciones, merced al portafolio confiscado a millones de trabajadores que tenían sus ahorros en las ex AFJP. El peso específico de la cartera previsional es determinante para un mercado tan pequeño como el local. De allí que los Kirchner hayan forjado una alianza con el sector financiero mucho más sólida que con ningún otro sector de la sociedad. Pero transcurren tiempos raros en la Argentina de los Kirchner, tiempos de violación de leyes, normas y “códigos”; tiempos de traiciones en que la cultura del “sálvese quien pueda” cruza la Nación con efectos devastadores. Todo puede cambiar en cuestión de días. Por otra parte, el canje ya es historia. Luego de casi diez años de haber decretado unilateralmente la cesación de pagos de la deuda pública, la Argentina cierra el segundo tramo de un canje de deuda sin que se solucione su acceso a los mercados internacionales de crédito. Aún queda un remanente de acreedores que continuarán intentando la vía judicial para el cobro de sus títulos, lo cual puede complicar la situación de los activos argentinos en el exterior. En los hechos, aún continúan pesando embargos y otras medidas cautelares sobre cuentas oficiales en el exterior. Al mismo tiempo, sigue en default la deuda que mantiene el país con el denominado “Club de París”, originalmente de unos 6.500 millones de dólares pero que con la actualización de intereses y penalidades puede orillar los 10.000 millones de dólares. Sin embargo, y a pesar de estos obstáculos, habría que preguntarse por qué los mercados siguen siendo tan esquivos para la Argentina. ¿Por qué razón el riesgo país del país orilla los 800 puntos básicos y no refleja el estado del maravilloso modelo económico?, se preguntan una y otra vez en la Casa Rosada. ¿Por qué razón la Argentina no realiza la auditoría del artículo IV con el FMI?, se preguntan los analistas internacionales. ¿Será que las cuentas fiscales sólo muestran una cosmética contable y una creativa estadística que no permite ver la realidad? (*) Analista económico
MIGUEL áNGEL ROUCO (*)
El gobierno busca hacer más ostensible la alianza con el sector financiero articulando toda una gama de decisiones económicas que terminan favoreciendo al microcentro porteño e impactando positivamente en los balances de los bancos. Desde la emisión de letras del Banco Central, operaciones de pases, créditos subsidiados y colocación de deuda hasta un fenomenal estímulo al consumo, todo ello basado en una emisión monetaria sin precedentes y enmarcado en una política de virtual seguro de cambio. ¿Cómo es posible que en el 2002 algunos de los principales bancos del mercado, habiendo perdido casi el 98% de su patrimonio, hayan sido deudores del Estado y en el 2010 esos mismos bancos sean acreedores netos del Estado y su patrimonio valga varios cientos de millones de dólares? Todo eso fue posible gracias al accionar de la administración Kirchner, que permitió la transferencia de millones de dólares de la sociedad hacia el sector financiero, uno de los sectores de más alta rentabilidad del país. Una política de elevado gasto público financiada con emisión monetaria más los altos rendimientos de los títulos públicos y el elevado costo del crédito generaron las condiciones necesarias para que el sector financiero embolsara ingentes sumas de dinero. Basta con analizar los balances de las entidades financieras y las columnas de sustento patrimonial para advertir dónde están sus fortalezas. La ratio de créditos hipotecarios sobre el total, al igual que aquella de los créditos al sector productivo a largo plazo, en relación con la cartera de cada entidad es bajísima. Esto es, los créditos de riesgo son escasos y su riesgo de incobrabilidad está debidamente previsionado. Del otro lado, los créditos personales al consumo, con altísimas tasas, representan hoy el “core business” de los bancos locales, junto con las inversiones en títulos públicos, para financiar el gigantesco aparato estatal y toda la maquinaria de subsidios. En otras palabras, el sector financiero se convirtió en la vía por la cual el matrimonio presidencial pudo construir la ilusión del consumo, financiar su enorme gasto burocrático y mantener funcionando una compleja red de beneficios a sectores afines. Además de lo dicho, la administración Kirchner ha construido virtualmente un escudo de defensa para el sector financiero al convertir la Anses en una suerte de banco paralelo que opera, defendiendo el valor de las carteras de títulos y acciones, merced al portafolio confiscado a millones de trabajadores que tenían sus ahorros en las ex AFJP. El peso específico de la cartera previsional es determinante para un mercado tan pequeño como el local. De allí que los Kirchner hayan forjado una alianza con el sector financiero mucho más sólida que con ningún otro sector de la sociedad. Pero transcurren tiempos raros en la Argentina de los Kirchner, tiempos de violación de leyes, normas y “códigos”; tiempos de traiciones en que la cultura del “sálvese quien pueda” cruza la Nación con efectos devastadores. Todo puede cambiar en cuestión de días. Por otra parte, el canje ya es historia. Luego de casi diez años de haber decretado unilateralmente la cesación de pagos de la deuda pública, la Argentina cierra el segundo tramo de un canje de deuda sin que se solucione su acceso a los mercados internacionales de crédito. Aún queda un remanente de acreedores que continuarán intentando la vía judicial para el cobro de sus títulos, lo cual puede complicar la situación de los activos argentinos en el exterior. En los hechos, aún continúan pesando embargos y otras medidas cautelares sobre cuentas oficiales en el exterior. Al mismo tiempo, sigue en default la deuda que mantiene el país con el denominado “Club de París”, originalmente de unos 6.500 millones de dólares pero que con la actualización de intereses y penalidades puede orillar los 10.000 millones de dólares. Sin embargo, y a pesar de estos obstáculos, habría que preguntarse por qué los mercados siguen siendo tan esquivos para la Argentina. ¿Por qué razón el riesgo país del país orilla los 800 puntos básicos y no refleja el estado del maravilloso modelo económico?, se preguntan una y otra vez en la Casa Rosada. ¿Por qué razón la Argentina no realiza la auditoría del artículo IV con el FMI?, se preguntan los analistas internacionales. ¿Será que las cuentas fiscales sólo muestran una cosmética contable y una creativa estadística que no permite ver la realidad? (*) Analista económico
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