Donald Trump y Javier Milei: hacia una nueva relación entre Estados Unidos y América Latina

El verdadero beneficio de la alianza entre Trump y Milei no está, por ende, en una alianza global libertaria sino en promover una política más constructiva de Estados Unidos hacia América Latina.

La elección de Donald Trump ha llevado a sugerir semejanzas políticas con el presidente Milei. Por ejemplo, Michelle Goldberg, en un artículo publicado en el New York Times el pasado 10 de diciembre, identifica a Milei como el líder extranjero favorito de Trump, en lo que se califica como un “importante cambio ideológico en la derecha”.

Cualquier aproximación desde el binomio “derecha-izquierda” creo que solo agrega confusión al análisis. Lo que me parece más importante es examinar a Trump y Milei desde las políticas de reformas del Estado. Aquí encontramos semejanzas pero, también, importantes diferencias. Más allá de ello, en todo caso, la alianza entre Trump y Milei podría servir para replantear constructivamente la relación entre Estados Unidos y América Latina.

La revolución libertaria de Milei: malestar con el estatismo


La presidencia de Milei ha otorgado a la reforma del Estado un peso importante. De acuerdo con el Ministerio de Desregulación y Transformación del Estado, esta reforma se orienta a “redimensionar y reducir el gasto público y aumentar la eficiencia y eficacia de los organismos que conforman la Administración Pública Nacional, la transformación de gestión, la simplificación del Estado, el diseño y ejecución de políticas relativas al empleo público”.

Esta política refleja, sin duda, el camino libertario de Milei, y que nos recuerda las advertencias de Ludwig Von Mises hacia el Gobierno que asume la conducción de la economía, por los riesgos que ello representa a la propiedad privada, en especial, sobre los medios de producción. Pero también esta política responde al malestar social ocasionado por el crecimiento desmesurado del Estado, en una visión según la cual el desarrollo no es un proceso para expandir las capacidades individuales, sino un proceso definido por y para el Estado.

Lo notable de la política de desregulación de Milei es que ella no es resultado del impulso que, un tanto mecánicamente siguió América Latina luego del Consenso de Washington, y que llevó a impulsar políticas de liberalización que, en realidad, no tuvieron el impacto deseado. La desregulación del Estado y, en especial, del Estado administrativo que plantea Milei, es resultado del malestar social hacia el modelo estatista.

También, esta política es una reacción hacia el llamado nuevo constitucionalismo latinoamericano, que bajo el impulso del entonces presidente Chávez, promovió un modelo económico contrario a los mecanismos de mercado y por ello, a la dignidad humana. Este modelo no logró estimular el crecimiento económico ni abatir la desigualdad. En la cuna del nuevo constitucionalismo -Venezuela- más bien este modelo ocasionó una crisis económica solo comparable con países que han atravesado guerras. No sorprende, por ello, el apoyo popular que Milei mantiene, luego de un año en el poder.

Pero al mismo tiempo, hay que reconocer que Milei ha sabido diferenciar el camino libertario de los libros de texto de la política como el arte de lo posible. La muestra de lo anterior es que Milei ha mantenido el llamado “cepo” cambiario, o sea, las restricciones a la libertad cambiaria y que, sobra decirlo, se salen del camino libertario. El ministro Caputo ha reconocido que el cepo cambiario debería acabar el año entrante pero que, mientras tanto, es necesario no generar más estrés en la economía. Como ha señalado Juan Ignacio Carranza, ya hay señales de que Argentina está saliendo de la recesión, lo que podría generar las condiciones para poner fin al cepo. Pero mientras tanto, y a pesar de las advertencias de Von Mises, el cepo se mantiene.

La política de desregulación del Estado podría seguir este rumbo pragmático, lo que no quiere decir que el Estado administrativo se reducirá a los términos aspiracionales del liberalismo clásico. Por ejemplo, en diciembre de 2023 el presidente Milei eliminó la atribución del Instituto Nacional de la Yerba Mate de fijar valores mínimos de ese producto. Lo primero que habría que preguntarse es para qué se necesita crear un organismo administrativo para la yerba mate. Lo segundo es cuál es el beneficio social del control de precio de este producto. En un reporte de septiembre de 2024 del Ministerio de Desregulación y Transformación del Estado se reflejan los efectos económicos positivos de esta desregulación.

No hay que ser libertario para cuestionar este intervencionismo estatista excesivo, que no solo destruye riqueza en la sociedad sino que además, genera oportunidades para el clientelismo y la corrupción.

Pero esta desregulación, llevada al extremo, puede entrar en tensión con los mandatos que, en la Constitución y el Sistema Interamericano, obligan al Estado a asegurar condiciones de existencia digna. Una cosa es eliminar regulaciones y organizaciones administrativas que fomentan el ineficiente modelo estatista, y otra muy distinta es desatender inversiones sociales que derivan de mandatos constitucionales e interamericanos. El reto es, por ende, buscar un término intermedio en el cual el Estado administrativo no obstruya los mecanismos de mercado y la creación de riqueza, pero sin desatender el gasto social eficiente. En el 2025, este será uno de los mayores retos de Milei.

La revolución (no libertaria) de Trump


No podría decirse que Donald Trump es un libertario. Ciertamente, algunos de sus aliados, especialmente en el muy ruidoso círculo de Musk y Ramaswamy, han realizado muy sonoras amenazas de demoler al Estado administrativo, cuyos detractores han venido aumentando, en especial, impulsados por las decisiones que desde la Corte Suprema pretenden trasladar el poder político, desde las agencias administrativas al Congreso.

Pero hay otras posturas dentro de la amplia coalición que rodea a Trump. En especial, el vicepresidente electo, J.D. Vance, está muy alejado del liberalismo clásico, al punto que algunos lo han adscrito al llamado orden postliberal, influenciado por la tesis del fracaso del liberalismo promovida, en especial, por Patrick Deneen.

Bajo esta postura, el Gobierno cumple un rol en el orden socioeconómico, que no puede relegarse enteramente a la libre iniciativa privada, o al individualismo económico. Para alcanzar estos objetivos, ciertamente, puede ser necesario desregular al Estado administrativo, pero no para desmantelarlo sino, por el contrario, para hacerlo más eficiente.

Luego encontramos políticas adelantadas por Trump, que contradicen cualquier postulado libertario. Así, las anunciadas deportaciones masivas solo podrían implementarse a través del Estado administrativo. Además, la “guerra de aranceles” que ha anunciado Trump parten por reconocer no solo la necesidad de la intervención económica del Estado administrativo, sino además, una política proteccionista muy alejada del liberalismo.

De otro lado, la situación del Estado administrativo en Estados Unidos y en Argentina es muy distinta. La agenda America Primero (American First) ha anunciado con bastante intensidad la necesidad de desmantelar al Estado administrativo para volver al liberalismo de los Padres Fundadores. Pero lo cierto es que, en Estados Unidos, no hay ninguna agencia dedicada a controlar el precio de, por decir, las sodas -la segunda bebida más popular luego del agua embotellada. Los excesos del nuevo constitucionalismo no están presentes en Estados Unidos, con lo cual no cabría esperar el mismo ímpetu liberalizador que el promovido en Argentina.

Trump y Milei: más allá de la “derecha”


La empatía entre Trump y Milei ha llevado a pensar que existen muchas cercanías entre las políticas de ambos líderes. Pero como resumió recientemente Robert Plummer en un trabajo para la BBC, hay importantes diferencias, en especial, respecto del rol del Estado administrativo, como vimos. Pero esas diferencias no deben opacar las similitudes, que son en muchos casos circunstanciales.

En la elección de 2024 el voto latino a favor de Trump aumentó, lo que puede explicarse por varios factores, desde el descontento por la crisis migratoria hasta la desconexión de algunas políticas de los Demócratas con las necesidades económicas y sociales de la comunidad latinoamericana. Pero más allá de las razones, lo cierto es que Trump tiene incentivos para continuar cultivando este apoyo, lo que en parte puede explicar la selección del senador Rubio como Secretario de Estado y, también, sus estrechas relaciones con Milei.

Tampoco hay muchas otras opciones en la región. Así, es muy difícil pensar en este tipo de alianzas con los gobiernos progresistas en la región, dejando a salvo México, que tiene un rol más estratégico por políticas comerciales y migratorias. Milei es el candidato ideal: un presidente no progresista en una de las economías más importantes de la región.

En Milei, además, Trump encuentra una razón adicional a su crítica a la política expansionista de la administración Biden, y en especial, a la inflación. La reducción de la inflación en Argentina es una carta muy importante para justificar las políticas anti-inflacionarias que Trump quiere implementar.

Finalmente, el ímpetu pro mercado de Milei ha encontrado, en actores como Musk, una conexión muy fuerte. Musk ha apoyado medidas económicas drásticas del gasto público, alabando las políticas del Gobierno argentino. Milei, por su parte, ha aprovechado esta atención para buscar apoyos a su programa. En la reciente Conferencia de Acción Política Conservadora realizada en Buenos Aires, el presidente argentino promovió alianzas para hacer a ”Argentina grande de nuevo”, con la feliz coincidencia de que, en inglés, el lema se reconduce al célebre MAGA.

Pero como dice el refrán, del dicho al hecho hay mucho trecho. No queda claro, en lo concreto, en qué medida Milei puede ayudar a Trump y viceversa. Por ejemplo, el presidente argentino ha señalado que en 2025 buscará un tratado de libre comercio con Estados Unidos, lo que parece no coincidir con las políticas proteccionistas que Trump ha anunciado.

Con todo, esta cercanía entre Trump y Milei podría ayudar a mejorar lo que Carlos Rangel llamó la relación de amor-odio entre Estados Unidos y América Latina. En un reportaje del Miami Herald de noviembre del año pasado, se reflejaba que en muchos países de la región Estados Unidos no tenía embajadores confirmados. Jason Marczak, del Atlantic Council, escribió que la reciente visita de Biden a Perú y Brasil -la primera visita a la región- llegó muy tarde, mientras que China llegó mucho antes.

La alianza entre Trump y Milei podría servir para relanzar la estrategia de Estados Unidos hacia América Latina o, más bien, para elaborar una alianza constructiva que gire en los muchos temas comunes, desde la promoción de una migración segura, ordenada y regular hasta la promoción del uso del litio en la descarbonización de la economía.

El verdadero beneficio de la alianza entre Trump y Milei no está, por ende, en una alianza global libertaria en contra del Estado administrativa, sino en promover una política más constructiva de Estados Unidos hacia América Latina. No sé si esto pueda llegar a hacer a “América Latina Grande Otra Vez”. Pero al menos, podría llevar a comprender que el bienestar de América -el continente- pasa por una relación constructiva entre Estados Unidos y América Latina.

* Profesor de Derecho Administrativo, especialista senior en Aurora Macro Strategies y Fellow Harvard Kennedy School (2017-2023).


La elección de Donald Trump ha llevado a sugerir semejanzas políticas con el presidente Milei. Por ejemplo, Michelle Goldberg, en un artículo publicado en el New York Times el pasado 10 de diciembre, identifica a Milei como el líder extranjero favorito de Trump, en lo que se califica como un “importante cambio ideológico en la derecha”.

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