Peligrosa escalada
Esta semana el mundo vivió una peligrosa escalada de acciones en la guerra desatada por la invasión rusa a Ucrania, que incluyó por primera vez la amenaza cierta del uso de ojivas nucleares y una prueba de los dispositivos capaces de transportarlas, mientras el conflicto amenaza con implicar directamente a cada vez más actores internacionales.
Un episodio importante ocurrió poco antes de las elecciones presidenciales en Estados Unidos, cuando el presidente de Rusia, Vladimir Putin, anunció un acuerdo con el dictador Kim Jong-un para enviar unos 11.000 soldados norcoreanos a combatir en Ucrania, dado el fuerte desgaste de las tropas rusas. Poco después de los comicios, el presidente saliente Joe Biden autorizó a su par ucraniano, Volodimir Zelenski, a usar misiles de largo alcance ATACM contra Rusia, lo que ocurrió pocas horas después.
Esta semana, acusando a sus rivales de haber cruzado “otra línea roja”, Putin primero anunció un cambio en su doctrina nuclear, señalando que ahora su país podrá usar su arsenal atómico contra el ataque de un Estado sin armas nucleares pero que tenga apoyo militar de otro que sí las posea. Luego, unos días después, el jueves 21, disparó un misil experimental hipersónico contra una fábrica militar en la ciudad ucraniana de Dnipro, de alcance intermedio y con explosivos convencionales, pero tiene la capacidad de transportar múltiples ojivas atómicas.
Más allá de las frases altisonantes tanto de Rusia como de Ucrania y de países de la OTAN, el principal elemento que parece haber generado esta escalada bélica parece ser la de ganar posiciones de fuerza antes del cambio de poder en Estados Unidos. El presidente electo Donald Trump prometió resolver el conflicto “en cuestión de horas”, sin dar detalles, y pareciera inclinado a un acuerdo transaccional con Putin. Ya se sabe que es muy crítico sobre el costo y la utilidad del apoyo de su país a Ucrania y podría obligar a Zelenski a realizar importantes concesiones para terminar el conflicto. Ante este panorama, analistas en Washington y en Europa debaten sobre si las recientes acciones de Biden fueron acordadas con su sucesor, para mostrar fortaleza en la transición, o por el contrario es una estrategia del demócrata para preservar su legado y presentar “hechos consumados” que condicionen las opciones de Trump.
Otros agregan que Moscú busca intensificar todo lo posible sus acciones en el territorio en disputa, de modo de llegar en la máxima posición de fuerza a la futura negociación, haciendo la menor cantidad de concesiones posible. En lo concreto, los informes militares hablan de un trabajoso y costoso pero constante avance de las fuerzas rusas en distintos frentes y de un creciente agotamiento de la capacidad logística, económica y demográfica de Ucrania.
Lo cierto es que este constante redoblar de apuestas estratégicas termine en una escalada que lleve el conflicto a escala planetaria. La presencia de tropas norcoreanas disparó alertas en Corea del Sur y Japón sobre un nuevo eje estratégico en Eurasia y que la experiencia de los soldados norcoreanos en combate se utilice luego en su contra. Taiwán teme que China vea a la guerra de Ucrania como laboratorio de una futura invasión a su territorio. Los países de la OTAN analizan seriamente la amenaza de Putin, ya que el misil lanzado por Rusia tiene un alcance de 5.000 kilómetros, una advertencia hacia todos los países europeos en ese radio de distancia. Beijing sigue de cerca el escenario y le preocupa que un conflicto globalizado afecte su incipiente recuperación.
En definitiva, una mayor posibilidad de negociaciones futuras por el arribo de Trump al poder, lejos de distender, aceleró una carrera bélica para ganar posiciones las semanas previas a una eventual tregua. La comunidad internacional asiste impotente a acciones cada vez más temerarias de “disuasión” del rival, que tienen el peligro de desarrollar un impulso imparable de consecuencias planetarias nefastas e imprevisibles.
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