Crearon un humedal en una cantera y ya registraron 120 especies de aves
El proyecto de conservación Humedal artificial “El Macá”, de Cervantes, nació en una laguna formada por las actividades de extracción de áridos. La propuesta de remediación logró convertirse en un refugio para una variedad de especies de aves y con un trabajo multidisciplinario buscan hacerlo crecer.
El sonido de las aves llenaba el aire en un coro de trinos y graznidos, y se mezclaba con el susurro del viento. Alejandro apuntó al centro de la laguna en la que flotaban un montón de aves, cerró los ojos, sonrió y disparó. Después, miró en la pantalla de la cámara, la foto que acababa de sacar: había un pato que no reconocía. “En este rincón de la Patagonia, el tiempo parece detenerse”, pensó mientras desarmaba el trípode y compartía la imagen al grupo de Whatsap en el que se juntan los pajareros, fotógrafos y biólogos que van a El Macá. “No puede ser”, recibió como respuesta.
Desde su casa, Julián Tocce miró la foto. “Debe ser una broma”, pensó, no sería la primera vez que el fotógrafo le jugara una mala pasada. Pero cuando recibió la confirmación, agarró el auto y salió para Cervantes. “Era un Siriri Vientre Negro”, recuerda, encogiéndose de hombros. “A ese pato lo vi hace unos años. Pagué para que me lleven a una laguna a la que solo llegás en lancha en los Esteros de Iberá. Era una locura que apareciera, casi a la vuelta de la esquina”, dice y jura que salió a toda velocidad para ir a verlo.
Le pasó lo mismo la primera vez que fue a ese humedal, una creación de remediación ambiental en un predio de extracción de áridos. “A mí, me habían hablado de este lugar, y creía que era un pedrero, un espacio rodeado de polvo, ruido y maquinaria”. Pero hace un año atrás, era el Big Day o el Gran Día donde los observadores de aves en todo el mundo salen a registrar especies en 24 horas, y fue a conocerlo. Al llegar, se encontró una becasa de mar, un ave originaria de Alaska, “de ahí en adelante comencé a ser más asiduo”, asegura.
Historia del Humedal
La Hormigonera del Interior SRL (HDI), de Eduardo Pili, se dedica a la extracción, clasificación y lavado de áridos para la fabricación del hormigón que se usa en la construcción y hace unos cuatro años comenzó a crear un humedal artificial para convertirlo en un sitio de conservación de la biodiversidad.
Desde el 2018, trabajan en una chacra dentro del ejido de la ciudad de Cervantes. Al sacar los minerales por debajo del nivel freático se provocó el ingreso de agua subterránea a la cava de explotación y se generó una laguna. Como en el proceso de explotación no se usan sustancias tóxicas, el agua es de calidad.
Allí, cada día aparecía una gran diversidad de especies de aves residentes y migratorias. Veían que la naturaleza avanzaba y HDI decidió protegerla. En ese momento, realizaron un censo y relevamiento de aves con el fotógrafo Paul González y consiguieron avistar más de 23 especies en el lugar. Pero hoy, ya suman 120.
Actualmente, en el área se pueden avistar patos overos, capuchinos, biguá, pato maicero, cuchara, macá plateado, gallaretas de escudete rojo. También vieron una golondrina de cabeza rojiza, que estaba anidando, y fue uno de los primeros registros de la provincia. Eso fue el año pasado, y este año volvieron, lo que muestra que las aves están seguras.
Hay mucho trabajo por hacer pero con las aves, todos los días se llenan de asombro. “Este lugar les da refugio; es como si supieran que aquí nadie las va a molestar. Estamos haciendo el seguimiento mes a mes”, relatan.
Al principio, ese humedal parecía un capricho ecológico de la empresa. Algunos pensaban que solo querían ahorrarse el gasto de tapar la zona. Sin embargo, los dueños, comprometidos con el proyecto, convocaron a un equipo de trabajo conformado por especialistas en diversos temas ambientales, todos con el mismo objetivo, preservar y conservar la naturaleza del lugar.
El equipo está formado por el consultor de medio ambiente Sebastián Boigues, los fotógrafos y naturalistas Paul González, Ignacio Hernández, Axel Feuereisen y Alejandro Carnevale y el especialista en aves y naturalista Julián Tocce.
“Que una empresa destine espacio, tiempo, dinero en una remediación hoy, no es muy común. Los dueños se ponen a disposición para que les digamos qué hacer, para seguir avanzando. Hoy ya es una realidad, porque si a alguien se le ocurre tapar eso, sería un ecocidio”, dicen los integrantes del grupo.
La Secretaría de Ambiente y Cambio Climático, a través de su área de Control y Fiscalización, monitorea estos proyectos para garantizar que se cumplan las normativas ambientales vigentes.
“Hay un grupo importante de gente, cada uno con su especialidad, que trabaja en pos del medio ambiente y las aves. No estamos pensando solo en las lagunas, sino también del monte nativo circundante. La empresa se ha comprometido a conservar varias hectáreas de monte nativo como reserva. Ya no es solo remediar, sino crear algo más grande: una reserva privada en la Patagonia”, explican.
Recientemente, un integrante del grupo compartió un encuentro con un grupo de biólogos de la Sociedad Naturalista Andino Patagónica. Los guió, y el asombro de los expertos fue evidente. “Querían ver el humedal apenas llegaron, y se sorprendieron gratamente”, cuentan con orgullo.
El proyecto del humedal patagónico avanza con cada especie registrada. La fauna encontró allí su santuario. Al llegar las aves acuáticas, también llegaron las cazadoras como gavilanes, halcones. “Es emocionante. Las ves a cinco metros, en la naturaleza están a 50 y apenas te acercas se vuelan, y todos los días descubrimos algo nuevo”, dicen aquellos que la disfrutan a diario.
Cambio Climático
El 87% de los humedales del planeta han desaparecido en los últimos 300 años. La Argentina cuenta con más de 600.000 kilómetros cuadrados de humedales, lo que equivale al 21,5% de la superficie, pero vienen en caída.
Los biólogos de Bariloche, que pasaron hace unos días, les contaban que una laguna de la Línea Sur está seca y ellos, en sus recorridos por la provincia son testigos, de la disminución gigantesca de los humedales, que se reducen o desaparecen.
La pérdida de biodiversidad en los humedales obedece a conocidas amenazas, como la deforestación, la minería y la sobrepesca, agravadas por el cambio climático. “Lo que vemos todo los días es que el cambio climático está alterando la dinámica de las aves en Argentina. Desde Brasil y Bolivia bajan especies que antes ni asomaban por acá. Es una invasión lenta, pero imparable. Todo se mueve hacia el sur, en muy poco tiempo. Si ves las guías de aves de 50 años atrás, se movían muy poquito, ahora avanza a pasos agigantados”, dice Julián citando sus registros.
“El libro Aves de Río Negro, impreso hace apenas cuatro años, ya quedó desactualizado”, comenta. “Hay comportamientos que no los entendés, y son señales de alerta”.
Un lugar en crecimiento
Hoy, en el predio hay dos lagunas, árboles pequeños, que fueron plantados hace poco, un hide -especie de casillita de madera abierta adelante, con bancos para sentarse a observar las aves- y piensan sumar más cosas.
Ya designaron el lugar para que la empresa haga un nuevo hide, también planean un lugar para estar de noche y “cajas nido” para rapaces nocturnas. Explican que, por ejemplo, el Macá plateado es muy del sur y está muy cómodo en el humedal que lleva su nombre. El otro día presenciaron un cortejo nupcial.
Hablaron con especialistas para armar unas plataformas y hacer playas para que aniden. Les pasaron los croquis y “si se pueden reproducir acá sería increíble”, proyectan.
El humedal está cerrado al público, y se trabaja para que pueda abrirse en el futuro. “Todavía no es el momento”, admiten. “Falta trabajo de infraestructura y seguridad. Hay que saber esperar. Recién se plantaron árboles, hay nidos por todos lados, y no podemos perturbar eso”. Por ahora, está abierto a científicos, especialistas y entidades gubernamentales de control. Y la información sobre los registros se sube a la plataforma eBird, de la Universidad Cornell, y está abierta a quien quiera consultar los datos.
No obstante, surgen problemas con los vecinos humanos. Recientemente, escucharon señales de intrusos: totoras arrancadas, comederos rotos y un cartel agujereado. “Es como si no les importe; entran a cazar y mientras rompen cosas”, lamentaban. “Nos toca lidiar con la falta de respeto, poner cámaras para ver quién entra. No queremos que esto se vuelva una fortaleza, pero tampoco podemos dejarlo sin protección”, decían.
El futuro de este espacio, antes desolado, se construye a cada paso. Quizás, dentro de algunos años, este rincón en la Patagonia sea un referente para los amantes de las aves. El equipo se ilusiona con que crezca, y continúa esperando a una nueva migrante que traiga otra historia.
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